Buzzcocks en Chile: lecciones de un eslabón fundamental

Tras más de una década las leyendas del punk regresaron a Chile
Fotos: Javiera Villaseca
Pasaron casi quince años desde su debut, para que Buzzcocks volviera por segunda vez a nuestro país. En una jornada llena de energía, que adquirió tintes de reencuentro y de revancha, los de Manchester congregaron a sus fanáticos en la emblemática Blondie, durante la tercera fecha de su gira por Sudamérica; instancia donde repasaron uno de los repertorios más importantes en la historia del punk, lleno de clásicos y algunas composiciones más recientes, que demostraron la vigencia y relevancia de una leyenda viva de la primera generación del punk británico.
En términos sonoros, la adición de Moplo como número telonero daba cuenta de cierta conexión con los anfitriones de la noche. La banda desarrolla un punk sencillo, breve y rápido, catalogado dentro del circuito estético del ‘lo-fi’, con canciones que recuerdan a trabajos seminales en la historia del género, como el caso de ‘Spiral Scratch’ (1977), el primer trabajo discográfico publicado por Buzzcocks. Con un desempeño adecuado, los locales prepararon el ambiente para una velada intensa y fulminante.

Alimentando las expectativas, la entrada de Buzzcocks fue épica en el amplio sentido de la palabra. Acompañados de ‘Así habló Zarathustra’, la pieza clásica de Richard Strauss, la banda hizo una entrada paulatina y solemne, dando espacio a cada uno de los miembros para tomar su posición antes de iniciar el espectáculo. Por supuesto, quien tomó mayor protagonismo fue Steve Diggle, único miembro original, quién demostró con creces su capacidad para llevar adelante un proyecto de la talla de los ingleses. A diferencia de sus dos fechas previas en el continente, la banda apostó por abrir estrepitosamente al ritmo de “What Do I Get?”, una de las favoritas de su repertorio.
Con un inicio potente, la banda continuó con clásicos como “I Don’t Mind”, “Everybody’s Happy Nowadays” y la celebrada “Fast Cars”, marcando un ritmo incesante que bien define a las bandas punk de la primera generación. A sus casi 50 años de historia, Buzzcocks demostró por qué el punk es un movimiento que sigue haciendo eco hasta la actualidad, haciendo alusión a la libre identidad y soberanía sobre nuestros cuerpos, antes de interpretar “Autonomy”. Siguiendo aquella senda de clásicos, “Why Can’t I Touch It?” dio luces de su estatus de influencia, con vetas experimentales que pusieron en perspectiva su rol formativo en géneros como el post-punk y el post-hardcore. Reanudando el pogo y los coros multitudinarios, “Love You More” y “Orgasm Addict” ayudaron a mantener el ímpetu de la primera porción del show.
Posteriormente, Diggle pasó hacia una sección acústica con “Love Is Lies”, que fue bien recibida y coreada por los fanáticos, aprovechando un momento de breve pausa, antes de revitalizar las fuerzas con “Promises”. En un equilibrio entre composiciones ‘actuales’ e iniciales, la banda recordó los inicios de su repertorio con “Time’s Up” y “Boredom” y avivó el mosh con “Sitting Round at Home”, también famosa por ser parte del repertorio obligado de la banda de hardcore neoyorquino, Gorilla Biscuits.
El único punto débil de la jornada se vivió durante los últimos minutos del show, con canciones más pausadas y de un repertorio relativamente reciente que apaciguaron la fuerza y energía que se vivía a lo largo del show, disminuyendo la conexión del público, que, respetuosamente, escuchó ejecuciones que nunca bajaron en calidad. Para dar el broche de oro, y como ya es un clásico al cierre de sus presentaciones, Buzzcocks desató la locura con “Ever Fallen in Love”, dejando a todos los presentes contentos y satisfechos luego de una presentación llena de inmortales del cancionero clásico del punk.

Es cierto que, a diferencia de la primera presentación de Buzzcocks en nuestro país, la ausencia del fallecido Pete Shelley se hace presente en el escenario, sin embargo, la fuerza, talento y complicidad de Steve Diggle son capaces de consolidar la conexión con el público y levantarse como el último bastión de una banda francamente histórica. Para muchos esta ocasión fue un segundo encuentro, aunque es probable que se haya vivido con mayor pasión en aquellos que tuvieron la suerte de presenciar a Buzzcocks por primera vez. No todos los días se presencia a aquellos que iniciaron el punk, y menos en un estado de tan grata vitalidad. Definitivamente, fue un regalo compartir con este eslabón fundamental.