Conciertos que hicieron historia: Pink Floyd en Pompeya (1971)

Conciertos que hicieron historia: Pink Floyd en Pompeya (1971)

No hay duda que muchos conciertos emblemáticos han permeado de momentos significativos la industria musical e historia del rock durante décadas, pero fueron Pink Floyd en gran escala pioneros en llevar estos grandes shows a dimensiones de grandilocuencia geográfica, donde no todo se reduce al simple feeling de una banda con sus espectadores en un escenario, sino que donde el medio ambiente y lugar- sin duda escogido especialmente-, nutre de un todo una representación musical algo muy compenetrado entre sí, donde la música y la naturaleza tratan de caminar juntas, creando una especie de equilibrio mágico y eso, con el épico concierto en Pompeya de Pink Floyd, lleno de experimentación y misticismo, se logró a cabalidad.

Y vaya que bien le hizo este proyecto a Pink Floyd, que no fue un concierto propiamente tal con público y todo, sino que fue parte de un proyecto audiovisual donde trataron de capturar la esencia del histórico lugar. La banda, por esos años venía de experimentar bastante en sus discos tratando de retomar la senda de estabilidad perdida con Syd Barrett unos años antes, donde no supieron mucho que dirección tomar. Este mágico momento sirvió de antesala a lo que iba a ser una de sus grandes obras maestras: The Dark Side of the Moon y resume muy bien ese período «perdido», que bien los años han sentenciado que tanto así no fue, con este registro como principal antecedente defensor.

Entre el 4 y el 7 de octubre de 1971, las composiciones instrumentales se dieron lugar, donde eligieron en gran parte sus canciones largas y épicas, mostrándose en un estado de locura y ensimismamiento con sus instrumentos brutal, con canciones como ‘One of These Days’ donde Nick Mason fue amo y señor o la instrumental épica de «A Saucerful of Secrets» de 1968 viéndolo sobresaliendo haciendo uno de sus solos de batería más espectaculares; Gilmour desvariando con la guitarra y Waters pegándole a unos gongs causando un clímax único y nunca antes visto.

Las tomas fueron dirigidas acertadamente por el hombre clave de todo esto: el director Adrian Maben quien tiene su historia aparte, un director de origen británico que vivía en París, y que se había acercado a la banda a principios de 1971. “La idea original era hacer una película usando pinturas modernas de Chirico, Delvaux, Magritte o Christo como una especie de decoración surrealista», dijo por esos años al webzine Brain Damage. «Ingenuamente pensé que sería posible combinar el buen arte con la música de Pink Floyd. Tuve una reunión con Steve O’Rourke y David Gilmour, donde les mostré algunos libros y algunas fotos de pinturas. Fueron muy educados en decirme que no ya que totalmente no estuvieron convencidos.»
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Pero la suerte y el destino dictaminaron otra cosa para el persistente director, que no se quedó ahí, ya que ese verano estuvo de vacaciones con su novia, viajando por Italia, y visitaron las ruinas romanas de Pompeya, una ciudad que había sido literalmente enterrada viva por la erupción cataclísmica del volcán (todavía activo) del Vesubio en el año 79 DC. «Era extraño, era un inmenso y vacío anfiteatro con algunos ecos de sonidos de insectos y la luz tenue que significaba que apenas se podía ver el otro lado de esta enorme estructura construida hace más de 2.000 años», recuerda. «Sabía por instinto que este era el lugar para la película».

La idea finalmente lo sedujo y sedujo a Pink Floyd: y se llegó a un acuerdo. Pero Maben todavía necesitaba obtener permiso para filmar a la banda en Pompeya. «Las autoridades sospechaban con el hecho de dejar que un grupo de rock tocara en el anfiteatro», decía Maben, «pero tuve la suerte de encontrar un profesor en la Universidad de Nápoles que tenía conexiones y también era fanático de Pink Floyd. Después de un intercambio de cartas y el pago de una suma, se nos dio permiso para filmar durante seis días a principios de octubre» recuerda felizmente.

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Lo mejor que nos dejó Maben fueron esas capturas. La idea de él era llevar esto a un plano de misticismo casi surreal. «Quería llegar a un nivel donde se pudiera ver si los fantasmas del cataclismo despertaban», alucinaba. Otra canción con una magnitud enorme fue «Echoes», que quedó como la cara más visible de este gran proyecto. En sus dos partes, con la banda corriendo por los alrededores del lugar y lleno de ruidos extraños a cargo del genial Rick Wright, quien también tuvo su captura propia de genialidades y donde pareciera estar tocando un órgano de iglesia en el paraíso en ‘Celestial Voices’.

Fue un concierto que se dividió en partes, también tuvo su sesión en París, y para mala suerte de muchos, algunas cintas y grabaciones se perdieron en ese intertanto del viaje y otras después: A principios de los años 00 Maben se acercó a hacer un DVD con metraje adicional. «Fue en ese momento que nos enteramos de un desastre», dice Nick Mason. «Las 548 latas de negativos e impresos habían sido incineradas por un empleado de los Archivos del Cine du Bois D’Arcy, para hacer más espacio para películas más recientes. Fue Muy deprimente.», cuenta.

Pero lo que quedó valió la pena. Curiosamente en su momento quedó algo eclipsada por el lanzamiento de «The Dark Side of the Moon», pero luego de su edición en DVD, la pasión por este concierto inolvidable ha resurgido de las cenizas para dejar claro ese momento histórico y obra maestra audiovisual, muy para la eternidad.

Patricio Avendaño

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