Disco Inmortal: Ozzy Osbourne – Blizzard of Ozz (1980)

Disco Inmortal: Ozzy Osbourne – Blizzard of Ozz (1980)

Jet Records, 1980

El enorme debut de Ozzy. Quizá la metáfora del título haciendo guiños claros al cuento de la fantasía de Dorothy en El Mago de Oz (Wizard of Oz), precisó evidentemente lo que sucedió con Ozzy antes y después que llegara a grabar este disco, donde se vio envuelto en un tornado de situaciones lamentables que lo llevaron a obtener la calma y paz que necesitó para enmendar rumbo después de su expulsión de Black Sabbath, banda en la que él mismo cimentó sus pasos para que sea considerada ante ojos de todos hoy como LA banda pionera del  heavy metal.

No fue fácil y Ozzy solo probablemente se hubiese hundido en ese foso infestado de adicción a las drogas y al alcohol que lo sacudieron tras su penosa salida de la banda de Birmingham. En esta etapa es donde entra en acción la figura de Sharon Osbourne, esta chica que llegó a levantar la carrera del Madman y que de paso reconstruyó la vida familiar del músico en un momento clave, otorgándole cierta estabilidad y manejando su vida de la forma más positiva posible.

Así nace este proyecto, Ozzy resurgido de las cenizas y en conjunto con músicos de la talla de Randy Rhoads, que venía de Quiet Riot, y quien brilló más que todos durante su corta estancia junto a Ozzy; Lee Kerslake (ex-miembro de Uriah Heep) y Bob Daisley, (ex-miembro de Rainbow). En realidad esta banda-piloto en primera instancia tomó el nombre de Blizzard of Ozz , pero finalmente , debido a estrategias comerciales se decidió que el proyecto llevara el nombre de Ozzy Osbourne. Quedándose así con el nombre este primer disco.

La unión de estos músicos iba a dar que hablar desde los primeros minutos, por un lado teníamos a  músicos de la escuela hard rock más clásica (como Kerslake y Daisley), pero que en comunión con el salvajismo de Ozzy y el talento con aires modernos en la guitarra de Rhoads iban a licuar algo bastante innovador, que no tenía mucho de paralelo con Sabbath, quizá como muchos esperaron, pero que por rock’n roll y actitud fue realmente sorprendente.

Y si de ejemplos claros queremos sustentar esta premisa, ‘I Don’t Know’ en el arranque y esos temibles riffs lo dejan claro. Por lo demás es un tema que en su lírica habla de su ingenuidad ante el enigma del fin de la humanidad, pero de su fehaciente creencia en la fuerza del ser humano, donde se alude muy claro a su paso de la oscuridad a la luz en este período. Acto seguido, el «hit» ‘Crazy Train’ igualmente trata de este insano montado en este «tren loco», que si bien dejó de marcar la velocidad en que se vislumbraba un claro impacto fatal, nunca dejó de correr. Un clásico de Ozzy por donde se le mire, desde el primer momento e invitando a todos a subirse con  el demencial grito «¡All Aboard!» para después empezar ya a desplegar lo mejor de esta súperbanda , un bajo imponente, la fuerza incontenible de la batería, y Rhoads plantando riffs a diestra y siniestra, asunto que sumado a los coros melódicos de Ozzy terminan por perfilar una de las canciones más «himnos» del también llamado príncipe de las tinieblas.

Más que digno puntapié inicial para el álbum, el cual se nutriría de emblemas del heavy metal ochentero y que hasta el día de hoy podemos seguir oyendo y con gran gusto. De aquí también sale la oscura y alabada ‘Mr. Crowley’ casi como un tributo a Aleister Crowley, este brujo ocultista que prácticó magia negra y que de alguna forma en cuanto a  estética ha inspirado a Ozzy. Una infaltable en sus conciertos y que conservaba el espíritu de Black Sabbath. Los teclados son clave para el propósito del tema (el tecladista de este disco fue Don Airey, quien ahora luce en Deep Purple, por cierto), y el solo de guitarra de Rhoads se sigue encumbrando dentro de los mejores de la historia actualmente.

La acústica ‘Dee’ con aires de trova antecede a otra canción muy recordada: ‘Suicide Solution’, protagonista de toda una polémica debido a una serie de suicidios juveniles, algunos incluso llevando a Ozzy ante la justicia norteamericana acusado de incitación al suicidio, cosa que no pasó a mayores ante pruebas poco consistentes. La canción en realidad, viéndolo del punto de vista del entorno de la realización del álbum, suena más a un soundtrack de la vida misma que estaba llevando Ozzy más que a alguna otra cosa. Dentro de los oscuros versos se rescatan cosas como «Evil thoughs, and evil doings, cold, alone, you hang in ruins» («malos pensamientos y malas acciones, frio, solo, hecho una ruina»), la base de la letra giraba en tormo al alcohol y esta frase claramente refleja como el propio Ozzy se vio a sí mismo, en más de una oportunidad.

‘No Bone Movies’, es otra clásica y característica de este  sonido del «nuevo Ozzy» donde predominó este riff metálico salido directamente de la destreza y talento de Rhoads, quizá en este corte se notó mucho la importación musical desde su anterior banda Quiet Riot eso sí. También sucede en ‘Steal Away’ (The Night), pero con un speed más acentuado, los tiempos se aceleran.  La inspiradora ‘Revelation (Mother Earth)’, desborda melancolía, de la cual Ozzy también iba a frecuentar en sendas powerballads a lo largo de su historia.

Y a propósito de aquello: una maravilla que también es parte de este disco es la balada ‘Goodbye to Romance’, acá Ozzy desligándose de supuestas ataduras con bandas del heavy de la era y más aún de sus ex-compañeros Black Sabbath, una genialidad llena de amargura de las que sólo podían ser atribuibles a Ozzy y lo que expelía de su alma, de esta personalidad errática pero brillante al mismo tiempo. Una de esas baladas para atesorar y que no dejan de sonar en el inconciente colectivo por más que pasen los años.

Ozzy con este disco zafó de muchas inquietudes en torno a lo que podía ser capaz de hacer en solitario, aunque sí necesitó de bastones, tanto el apoyo emocional de parte de Sharon-que fue fundamental- como el hecho de poder compartir con los grandes músicos que contrubuyeron notablemente a las ideas para su primera aventura sin Sabbath. Llegaba la era en que Ozzy se amigaba más con músicos virtuosos, aunque sin hacer su música locuazmente técnica, y eso ha sido una de las grandes gracias que hasta el día de hoy maneja y conserva. Iban a venir más tropiezos en la historia de Ozzy, este es sólo un capítulo en un libro lleno de episodios completamente provistos de sensaciones que tienen mucho de dulce y agraz, y que no terminan de escribirse, pero no cabe duda que las huellas en el rock que dejó este primer tornado de Ozzy terminaron siendo decidores para la constante evolución del heavy metal desde los ochenta en adelante. Un álbum definitivamente inmortal.

Patricio Avendaño

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