Disco Inmortal: The Smashing Pumpkins – Siamese Dream (1993)

Disco Inmortal: The Smashing Pumpkins – Siamese Dream (1993)

Virgin Records, 1993

Algún día habrá que enlistar cuáles son nuestros discos favoritos salidos de las más complicadas situaciones y ahí estarán seguramente los «Let It Be» de The Beatles, «End of the Century» de los Ramones, «Vitalogy» de Pearl Jam y por supuesto, esta maravilla, nacida entre un sinnúmero de reveses para nuestras queridas calabazas, pero que produjo una cantidad de canciones grandiosas impresionante, y más que eso, presentó un sonido único, en una etapa de apogeo total del grunge, donde los de Chicago salían airosos e imponían su propio estilo, contundente, oscuro y brillante y que los catapultó como la banda casi definitiva del rock alternativo noventero.

Y claro, como la mayoría de los discos que se parieron en aquella década, es la depresión, los conflictos existenciales, las drogas y crisis los que inspiraron esta gran placa, muy rockera por cierto, que desde ya en su partida nos machacaba con la gigantesca ‘Cherub Rock’ y sus guitarras filosas. Por esos años Corgan andaba metido con un virus suicida en su cabeza y por eso mismo estuvo en terapia, mientras James Iha y la bajista D’arcy Wretzky estaban en pleno proceso de poner fin a su relación.

Jimmy Chamberlin, por su parte, no lo hacía nada de mal, ya había adquirido una adicción con las drogas (y duras, la heroína era su predilecta) y al alcohol mientras estaba de gira, que lo derivaron a pasar 28 días en rehabilitación, y que simplemente lo llevó a desertar durante la grabación de ‘Siamese Dream’, dejando el estudio durante una semana. Era cada loco con su tema, que complicaba mucho las cosas a productores y discográficas por esos años, quienes apostaban todas las fichas en la banda.

Pero para alivio de ellos, la verdadera terapia para Corgan fue involucrarse tanto en este disco que pasaba 16 horas diarias en el estudio, muchas de ellas acompañado de Butch Vig (qué gran baluarte y hombre vital en la escena alternativa noventera) y el producto de eso salta a la vista y fue lo que lo encumbró (a Billy Corgan) como genio compositor. Salvo un par de temas (‘Mayonaise’ y ‘Soma’ donde fue co-compositor) él puso el hombro en toda la placa y sus canciones, que por esos años tenía la dura misión de medir fuerzas o intentar superar al ya legendario «Nevermind» de Nirvana.

Parece ser que las presiones en Corgan surten efecto y favorable: ‘Quiet’ y esos riffs sabbathicos impresionantes nos vuelan la cabeza, ‘Today’ y su ironía de tono positivo y melancólico “Today is the greatest day I’ve ever known», prácticamente nos sacaba lágrimas. Una de las más grandes canciones del rock alternativo noventero, qué duda cabe, como muchas de esta placa a decir verdad.

Y si de himnos se trata, los Pumpkins con ‘Disarm’ lograban despacharse una de las mejores baladas de la década, «desármame con una sonrisa» y con tan solo esa frase nos desarmaba a nosotros, por supuesto sumado a los violines y toda la pasión que Corgan pone en ella. Muchos conocieron a los Pumpkins gracias a este tema, sin saber que había otro muy buen disco como «Gish» detrás, las parrillas programáticas radiales cayeron rendidas ante su dulzura y tristeza. Una melancolía hermosa, tan sutil como las siameses elegidas por Corgan para la portada (sí, también se ocupó de eso).

Algo de crédito hay que darle a James Iha, pues en ‘Mayonaise’ lucen sus ideas y su furiosa guitarra en una canción muy poética, llena de versos existencialistas pero con riffs tremendos y momentos muy emotivos. Este fue un disco donde la banda deslumbró por su poderío en las guitarras, donde había mucha influencia del Shoegaze ochentero, del new wave, pero con un cuchillo musical en sus cuerdas que marcaba la gran diferencia con las bandas grunge del momento. Ejemplos claros como la casi metalera ‘Geek USA’ o ‘Silverfuck’ y toda su estridencia y furia con síntomas punkoides en sus casi nueve minutos, convirtiéndose en uno de los temas más largos de la historia de la banda.

Fue el disco en que las relaciones se hicieron tensas pero se lograron grandes cosas, aunque a la banda le quedaba más por mostrar con el inmenso «Mellon Collie and the Infinite Sadness» que salió un par de años después, pero claramente podríamos decir que la estructura del sonido definitivo Pumpkins, la que maduraba cada vez más y que pasaba por la genialidad de Corgan creciente cada día más, vio sus primeros frutos en esta gran placa.

Patricio Avendaño

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