El fuego inolvidable de U2

El fuego inolvidable de U2

El cuarto álbum de estudio de U2 tuvo el título de The Unforgettable Fire, aparentemente una alusión al título de una exposición artística sobre los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Ya desde antes de oír una sola nota, y a simple ojo de pájaro, tomar al disco en sus manos le da al fan un par de advertencias sobre aquello con lo que se iba a encontrar en el nuevo álbum. Por una parte, un título totalmente diferente en lo conceptual a los monosilábicos Boy o War, con toque poético y hasta (si damos por cierta la versión de la muestra) de denuncia. Y por el otro, en definitiva lo primero que uno ve: una foto de cubierta realmente bella, aunque su concreción no estuvo exenta de controversias, ya que fue un montaje-plagio tomado de un libro de fotos de castillos, que terminó en un pago compensatorio al autor. Y sin embargo, esa portada con los cuatro músicos como  minúsculos agregados al fondo grandioso del castillo de Moydrum, es quizás la más bella portada que hayan hecho de sus LPs. Y otra vez, un contraste significativo con el minimalismo de los álbumes mencionados y aun con October.

Pero esto solo es el principio de la historia. El vinilo incluido en el sobre (bah, la música) ya venía con mayores sorpresas. Esta vez no está Steve Lillywhite tras la consola, reemplazado por Brian Eno y Daniel Lanois.

La banda había roto ese muro invisible que separa la popularidad del fracaso con War, y ahora se encontraba en un dilema. Profundizar en lo hecho o seguir su instinto y hacer cambios. Y no fue un problema menor, tratándose de quienes eran.

Así como en October el cuarteto irlandés decidió que espiritualidad y rock eran compatibles, ahora tenían que conciliar su repentino aumento de popularidad con su forma personal de ver las cosas. En esencia, dirimir entre entregarse a la comodidad de repetirse, dando a sus fans lo que quieren. O ser honestos consigo mismos y avanzar hacia lo desconocido, entendiéndose por tal cosa ser leales a su forma de ver la música como arte, a costa de arriesgarse a perder público. No fue la primera vez que U2 se encontró con este dilema; basta con recordar como Achtung Baby desconcertó a propios y extraños luego del sonido “amigable” con las FMs de Joshua Tree y Rattle and Hum.

Pero sin irnos tan adelante, ahora U2 frente a su cuarto LP tenía que buscar como reinventarse. Bono: “no podía dormir por la noche pensando en todo”.

De allí que buscaran nuevos productores.  Cuando conversó con Brian Eno, Bono, ante la advertencia de que la nueva producción “pueda cambiar las cosas más bien irreconociblemente”, le respondió con un contundente “en realidad queremos ser cambiados irreconociblemente. No queremos seguir repitiendo lo que hemos hecho antes”. El músico y productor, que venía de trabajar con David Byrne y los Talking Heads, aún mantuvo sus dudas. Su propia honestidad le llevaba a cuestionarse si era el productor correcto para U2. Entonces se le ocurrió llevar a su  ingeniero Daniel Lanois. Eno: “sabía que Danny era un gran productor, e incluso si nada sobre la relación laboral entre la banda y yo funcionaba, todavía tendrían un muy buen productor en él. De hecho, funcionó muy bien”.

A quien no conformó la llegada de Eno fue al sello Island, cuyo jefe  Chris Blackwell veía a U2 a un paso de la gloria, y temía que Eno enterrara a la banda bajo “una capa de tonterías de vanguardia”. Lejos de amilanarse, el grupo se plantó frente a Blackwell y se salió con la suya. Luego de la discusión por la tapa de October, Blackwell aun no había entendido que U2 no eran un grupo amigable con la moda, fácil de ser llevado de las narices.

El escenario de la grabación dejaba por primera vez (en principio, aunque luego veremos que debieron desandar pasos) su hogar de Windmill Lane para trasladarse a un castillo, Slane Castle, que no era un estudio, por supuesto. Pero el sitio además servía de alojamiento del grupo y cuerpo técnico, con la ventaja de la convivencia resultante.

Lo principal “era capturar la esencia del grupo”, en palabras de Lanois. La tarea de Brian Eno fue insuflarle al grupo un sonido más experimental. Parte de la idea de grabar en Slane Castle era conseguir un sonido de directo, y a partir de él, utilizar la técnica disponible (efectos, reverbs, etc) para conseguir el efecto opuesto, un sonido más sofisticado. Pero de movida la sala principal no le gustó a Eno, quien llevó a la banda a grabar a la biblioteca del castillo, más pequeña y repleta de libros, con una acústica diferente y el resultado de un sonido más brioso que el que se hubiera conseguido en la sala original.

El grupo estuvo un mes en Slane Castle. Pero no le alcanzó. Aunque habían querido evitarlo, no tuvieron más remedio que retornar a Windmill Lane para completar el trabajo. La razón estaba en que estudio portátil usado en Slane no ofrecía la misma gama de posibilidades que la mesa de un estudio tradicional. Y hacia Dublin fueron a completar el trabajo, sobregrabando y adicionando sonidos, más allá de la opinión de Eno, que deseaba retocar lo menos posible con tal de no perder la espontaneidad original. Pero se trabajó igualmente bastante más de lo previsto, ya que con el material tal como estaba grabado, U2 entendía que sonaba aun “flaco”. Y Windmill Lane, a pesar del entusiasmo original por Slane, les daba esa posibilidad de engordarlo.

En cuanto a la grabación, The Edge se sintió a gusto con Eno. Juntos buscaron encontrarle a la guitarra una gama de sonidos que aun Edge no había hallado; el sonido resultante fue el hallazgo de horas de experimentación entre ambos. Y mientras Adam Clayton trabajó como siempre, Larry Mullen halló en Lanois un mentor que sacó de él diferentes rumbos para tocar la batería.

En cuanto a Bono, definitivamente el encargado de las letras, otra vez estuvo con problemas de tiempo. Esta vez  buena parte de la responsabilidad estaba en el grupo, que confiaba en la capacidad de Bono para escribirlas, y lo obligaba a improvisar en el estudio cualquier cosa para complementar la música que grababan, dejándole cero espacio para trabajarlas sin presión. Bono siempre dijo que canciones como “Pride” o “Bad” aparecieron finalmente, en cuanto a sus letras, como simples “bocetos” sin acabar. El inconveniente citado obligó a U2 a trabajar horas extras los últimos días para terminar a tiempo.

Pero una vez más, U2 sacó un disco impecable.

Con el track de apertura, “A Sort of Homecoming”, uno ya adivina que U2 ha hecho algo “diferente”. Pero resulta raro porque aún suena como U2, pero a la vez no. Se distinguen nuevas capas sonoras, una percusión menos lineal, un bajo menos contundente. Pero la voz de Bono sigue ahí, marcando que estamos oyendo al grupo de siempre. “A Sort of Homecoming” es una gran canción de apertura, notable por sus entretejido de guitarras y sintetizadores, y una percusión mas suelta  y predominante.

Con “Pride”, una de las canciones referidas a Martin Luther King (la otra es “MLK”) y la canción estrella del LP, en cambio uno se encuentra con el U2 de siempre: simple y directo. Las dos canciones, diferentes entre sí, marcan el tono de  The Unforgettable Fire. Una mezcla de lo conocido y lo por descubrir. Y el resultado es una atmosfera que resaltaba que U2 no era una banda monotemática musicalmente, sino que la ambición por ampliar y vencer horizontes era su lema. En The Unforgettable Fire lo consigue con mucho, pues aun canciones como la que da nombre al disco (uno de los temas más completos del álbum), de un sonido clásico si se quiere, están impregnadas de capas sónicas aportadas por cortesía del dúo Eno/Lanois. Otro gran tema, con gran repercusión en vivo, es “Bad”. Una canción ayudada por los secuenciadores de Eno, que crean esa atmosfera arpegiada que se oye en ella. Una canción acerca la adicción a la heroína, sus efectos y la dificultad de desengancharse de ella.

En contraposición, aparecen canciones que son simples poesías con ligero acompañamiento; tal el caso de “Promenade”; o el instrumental “4th of july”, una improvisación de Eno y Edge sobre un jugueteo con su instrumento de Adam Clayton (y que pese a lo que pueda suponerse, responde al cumpleaños de la primogénita de Edge y no a la independencia de EEUU).

The Unforgettable Fire se trato de un LP que inició el primero de los varios giros musicales de U2. Pero no fue un giro de 360º  (nunca lo han sido), sino que incorporó nuevos elementos a su forma de hacer música, sin alejarse por completo de lo que venían haciendo. En las palabras de Bono, el álbum “era un disco bellamente desenfocado, borroso como una pintura impresionista”. Y es una buena definición, ya que tomó lo de siempre y le agregó otras formas, lo “desenfocó”, para obtener lo que querían.

The Unforgettable Fire mantuvo a U2 en las posiciones expectantes; el disco fue #1 en Gran Bretaña y #12 en Estados Unidos. Su calidad intrínseca consiguió su objetivo de cambiar sin perder seguidores. Debe decirse también que mucho de esto último se debió también al carisma de Bono, la vibrante aparición en Live Aid y las giras constantes, que dejaron sembrada la semilla del éxito definitivo con su siguiente disco.

Pero ese es otro cuento.

Por Pablo Irrera

Nacion Rock

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