«Hail to the Thief»: la incomprendida bipolaridad de Radiohead
Parlophone / Capitol Records, 2003
Dicen las sabias enseñanzas Zen que cuando ya sientes que lo has hecho todo debes tener la capacidad de reinventarte. O de volver a buscar en tu interior por algo más sencillo, más simple. En 2003 seguramente con esa parada se encontraba mirándose en el espejo profesional la importante banda de Oxford, después de haber superado su etapa «inmadura» y «para el olvido» de sus dos primeros álbumes y dar un salto de gracia hacia discos que redefinieron la forma de abordar el rock y la música alternativa como «Ok Computer», «Kid A», y sin duda, su hermano menor «Amnesiac».
¿Cual fue la salida escogida? Un álbum que saliera un poco rápido para cerrar su amarre contractual con Parlophone de EMI, y que trajera algo de los dos mundos, pero que los intentara encontrar como la banda superdotada que conocimos dándole una mejor vuelta a todo eso. Los ingleses se las arreglaron para traernos un puñado bastante extenso (quizá más de la cuenta) de canciones, y donde su gama estilística destilaba mucho más que lo de siempre: el rock de su primera etapa está de regreso pero con más crudeza, el folk de mirada vintage, su aprendizaje a mayor escala de aquellos experimentos con los loops y bases electrónicas, pero esta vez, acentuando todo con una crítica al capitalismo y a la política de la que desde «OK Computer» venían enarbolando: desatar la furia contra los gobiernos déspotas, a las sociedades disfrazadas de bienestar pese a las feroces desigualdades que seguían—y siguen—pasando en el mundo.
Aunque es algo raro tachar a Radiohead de «banda política», porque nunca lo ha sido (al menos de forma tan confrontacional) y eso es por que su efecto lírico por más que quiera recepcionarse de un tono insurrecto, o que trate de decir algo de frente, a Thom Yorke no le resulta por lo absolutamente metafórico y críptico que es para escribir canciones, entonces la tarea es literalmente «leer entre líneas», donde de a poco vamos descifrando pistas de cosas más directas contra el gobierno. La intensa «2+2 =5» nos habla desde la perspectiva del político: «Eres tan soñador para cambiar el mundo?» o «Es el camino del diablo ahora, No hay salida, Puedes gritar y aullar, ahora es demasiado tarde» como cualquier político burlándose de los que protestan y más aún en la letra más adelante haciendo eco del título del álbum: «Hail to the Thief» (saluda al ladrón), como globalizando el concepto general del álbum, que pese a sus escapes, tonos de fábula, canciones sin sentido, todo gira con pinceladas artísticas, como solo ellos saben dar ese toque especial, en torno al capitalismo, la decadencia y la sumisión de la sociedad ante ello.
Es bueno el «concepto» cuando va por esa tangente, sin embargo, es un álbum algo desordenado y de ninguna manera argumenta bien según sigue su marcha sus fuertes, el propio Thom Yorke lo reconoció e incluso creó una lista totalmente diferente para escuchar los tracks en «su» orden. Sus fans también lo han hecho. «There There», pese a ser single y de tono comercial, cuenta con una linea muy marcada pero adorable: «solo porque lo sientes no significa que está allí», dice, y se acompaña de una melodía adecuada para un estándar de jazz, pero igual de importante es el tren de aterrizaje rítmico comandado por la fuerza tribal de Phil Selway inspirada (reconocidamente) en el Krautrock de Can? y con el mando más adelante en el bajo de Colin Greenwood. Su video es inocente, un cuento de niños, pero abstracto y maravilloso y trata de hacernos entender si esta es una historia ecológica o de defensa del medioambiente o simplemente de amor y de cómo nos sentimos atraídos el uno por el otro en determinado momento de nuestras vidas: «somos accidentes esperando, esperando a que pasen» («We are accidents waiting, waiting to happen»).
Pese a este desorden de ideas casi como síndrome mental del álbum, tenemos piezas brillantes: «A Wolf at the Door» (inspirada en un feroz dicho británico de resguardar a como de lugar lo que tienes), que llega al final volándote la cabeza con su tono siniestro, mientras que cosas como ‘Backdrifts’ revientan en máquinas en el que quizá sea el tema más electrónico parido vez alguna por la banda. El disco peca de lineal, insistimos, y eso hace que juegue un poco con tus instintos al tratar de digerirlo (la primera escucha puede ser la más inquietante, marca esa sensación de que no sabíamos ante qué demonios estábamos). Nuevamente estos tonos macabros y letras de alto impacto (ya el recuerdo de la linea «Cut the Kids in a Half» de «Morning Bell»o la absurda auto-amputación del político gordo en el video de «Paranoid Android» se nos viene encima) con «We Suck Young Blood» suena casi terrorífico, en medio de aplausos y pianos encontramos a Yorke y su agudez vocal preguntandole a una persona que está recibiendo una evidente tortura cosas como: ¿Tienes hambre? ¿Estás enfermo? ¿Estás rogando por un descanso? ¿Eres dulce?¿Estás colgado de las muñecas? Queremos tu sangre joven».
Es un disco lleno de tensiones. ‘Sit Down and Stand Up’ es una así, de ese tipo, abriéndole la ventana a la luz bendita que ha provocado el efecto de Aphex Twin en la banda. Por su parte ‘Go to Sleep’ deja las bases electrónicas de lado para que nos deje abrazar un espléndido folk de raíces setenteras, muy zeppeliano, pero con el poder modernoso que tienen los ingleses. Los polos opuestos llegan con cosas como ‘The Gloaming’, angustiante de principio a fin y también de corte político, como lo que se habla en la que fue inspirada en un cuento ‘Sail to the Moon’, cosas para niños con un cariz inevitablemente reaccionario a la contingencia del mundo. Con un tono más relax arranca ‘Punching at the Wedding’, una canción con historia: una dulce venganza del día que un periodista que criticó mal un show de Radiohead y que apestó a Thom Yorke (acá hablándole como el que echa a perder su mejor día y provoca una pelea en una boda, suponiendo el feliz día de cualquiera). Es una de las pocas que te dan varios minutos solo para disfrutar esa marcha en piano, la cada vez más creciente linea de bajo de Colin y percusión que un buen midtempo funky —raramente Radioheadiano— que se nos ofrece.
‘Myxomatosis’ lidia con la prensa y la fama, provista de bajos y sintetizadores super fuzz, nuevamente la piel de este camaleónico álbum cambia de color, donde expone Yorke un paralelo sobre una patología que le da a los conejos, pero esta vez enfermando a los mismos fans y por la obsesiva euforia con su trabajo y la constante re-búsqueda de su mensaje, rematando con una frase que encapsula todo como «a nadie le gustan los sabiondos, pero a todos las estrellas». Yorke, nuevamente, en varias lineas del disco, trata de responder a la sobreexposición mediática del grupo y su figura, aunque tampoco puede renegar de su ego y presencia en la banda, que no hace quites a entrevistas ni tampoco a tomar el protagonismo en sus videos (sale en prácticamente todos!, hasta en «Paranoid Android» que es animado), definitivamente el es «la cara visible» de la banda, pero eso también le ha traído algunos dolores de cabeza.
«Hail» es a veces obviado dentro de los más selecto de su discografía, pero contiene tracks absolutamente maravillosos y dignos de reescucha cada cierto tiempo. Es muy cierto que peca de una especie de desorden bipolar, de tener muchas canciones absolutamente disímiles, que cuesta seguirle el paso a paso, sobretodo en orden lógico, pero también es innegable que cada una de sus canciones contiene pequeños y verdaderos tesoros ocultos.
Por Patricio Avendaño R.