«Humbug»: Josh Homme marcando el pulso del ascendente rumbo de Arctic Monkeys

«Humbug»: Josh Homme marcando el pulso del ascendente rumbo de Arctic Monkeys

Domino, Warner Bros, 2009

Las direcciones musicales que conducían Alex Turner y su banda a mediados de los 2000’s, los habían llevado por terrenos seguros— en dos oportunidades, con su disco debut Whatever People Say I Am, That’s What I Am Not (2006) y su segundo trabajo discográfico, Favourite Worst Nightmare (2007)—  donde tanto fans como crítica especializada, los habían recibidos de brazos abiertos. Los de Sheffield, Reino Unido, habían irrumpido en la escena con una bocanada fresca de buenas canciones. Emparentados con un nuevo movimiento de post punk  e indie rock revival, con bandas de la talla de los Franz Ferdinand, la banda se abrió paso en la escena under local y pronto cruzaron con éxito las fronteras de la fama y el estrellato. Con la creciente avanzada de la tecnología en cuanto a redes sociales se refiere—como la plataforma de videos “My Space”— donde los mismos fans subían material en vivo de la banda, así como otras estrategias más directas, como repartir demos en las puertas de los colegios, ya lograban la masividad casi de la noche a la mañana.

Todo esto, hasta que una impronta de nuevos sonidos desérticos los arrastró a una zona tumultuosa donde un tal Josh Homme les haría cambiar el rumbo con su impronta y concretar, lo que para muchos fue, el disco que los empujó y les hizo redefinir un estilo, que pasó de un abrazo a la desfachatez  (un post-punk guitarrero y bailable)  a un cumulo de influencias más histriónicas (más de rock pesado también), pero también mostrando su otra cara, gracias a ese coqueteo de pop barroco,  que su cantante Alex Turner  junto a Miles Kane (The Rascals) revivieron con The Last Shadow Puppets.

En julio de 2008, el guitarrista Jamie Cook, dijo a la prensa que tenían canciones nuevas y que pronto plasmarían todo ese material en un nuevo álbum, pero que no estaba seguro para qué lado irían en cuanto a sonido. Tras conocerse en un show en Texas, donde compartieron escenario con los Queens of the Stone Age, y recibir el apoyo de la banda, los oriundos de Sheffield, acordaron empezar a grabar sus nuevas canciones con la producción de Homme, en su estudio de grabación “Rancho de la Luna” en Los Ángeles, California.

La mano de Homme se nota no solo en el estilo de algunas canciones, sino también en el sonido de las guitarras tanto de Turner como de Cook. Pareciera como si el mismo hubiera puesto a disposición su pedalera personal, para colorear las notas de una banda caracterizada por su sonido crudo y cálido. Algo que aparece también en este disco con más protagonismo son los sonidos de teclados, que acompañan los riffs de guitarra. Algo que la banda después llevaría al máximo en su último disco (Tranquility Base Hotel & Casino, del 2018) pero que había aparecido también en la canción de su segundo disco “505”, donde Turner le canta a una amante suicida que lo espera con las piernas cruzadas y fumando un cigarrillo, a millas de distancia en una lujosa suite de hotel.

El disco estuvo listo para diciembre de ese año como lo anunció su baterista Matt Helders, grabado y producido parte en Los Ángeles California, como también en Brooklyn, con la participación de James Ford (productor y baterista de los “Puppets” también). Luego de eso volverían a Inglaterra para terminar de mezclar el material. Humbug  vio la luz finalmente el 24 de agosto de 2009 y su primer corte fue la canción “Crying Lighting”, donde se ven de lleno los nuevos aspectos de un sonido más sombrío, más stoner y más dramático, con arreglos de batería en tono de marcha militar y un estribillo melancólico donde Turner acusa a alguien de tener pasatiempos un tanto extraños, retorcidos y de detestar ese juego al que le llaman “llorar relámpagos”.

El disco se mueve por esta nueva atmósfera entre oscura y dramática, con toques de rock más pesado, emparentado con el viejo sonido de Black Sabbath, que el mismo Turner citó en una entrevista como influencias principales, junto a Jimi Hendrix y los Beatles. “My Propeller” es la canción que abre el disco y deja claro que son más que una promesa del nuevo rock británico, si no que estaban para quedarse. Con arreglos de teclas muy presentes y el bajo más sucio de Nick O’Malley, la canción surfea las mismas olas que el corte de difusión. Le sigue “Dangerous Animals”, con riffs de guitarra bien distorsionados, y la batería de Helders marcando un pulso constante de redobles por todos los tambores de su batería. Luego “Secret Door” propone un viaje más introspectivo, con arreglos de guitarra en tono muy orgánico de “Chorus”, aparecen también las guitarras acústicas y un cierre final brillante.

En tanto “Potion Approaching” sacude la modorra también con un sonido más “garagero” y dueño de un arreglo de guittarra que recuerda a una canción de Nirvana, “Very Ape”. La canción mantiene la tónica de la batería intratable de Helders y el bajo machacante de O’Malley, y un medio tiempo a mitad de tema que amaga con relajar la canción, solo para volver a arrebatar la tensión con sus riffs ajustados. La canción más jugada y más stoner, solo que con bastante menos distorsión, pero con arreglos muy propios del género, que los “Monkeys” se despachan con “Fire and The Thud”.

El turno de “Cornerstone” llega para traernos uno de los puntos altos del disco. La canción fue el segundo corte, y nos trae un sonido de balaba bien brit- pop, con acústicas y la guitarra de Cook, acompañando con arreglos muy precisos, con un Alex Turner desplegando todas sus condiciones de “Crooner” intratable. El solo de esta canción destaca por su simpleza y emocionalidad ya que no hace falta tocar muchas notas para conmover. Con sonidos extraños, y la batería de Helders martillando fuerte, arranca “Dance Little Liar”, en tono de canción de road movie, muchos delays y reverbs cortos se aprecian en los sonidos elegidos para dar vida a esta pequeña mentira de bailarina. Con “Pretty Visitors” lo que es un armonioso comienzo con lo que parece un órgano antiguo de iglesia, se convierte rápidamente en una de esas canciones de guitarras histéricos de sus comienzos, solo que esta vez, dotados de unos buenos y relajados contratiempos, para crear una atmosfera adecuada, que se mantiene casi todo el tiempo en el disco. En un tono más relajado y la presencia de arreglos de piano casi constantes, “The Jewellers Hands” aparece, lo que da un respiro ante tanta histeria, con un decrescendo instrumental hacia el final, muy bien logrado, propio de un buen final para una gran obra.

Estando de gira en un festival en Buenos Aires, Argentina unos cuantos años después, en una entrevista pre-show, Josh Homme, hablaba con el cronista de turno, y le comentaba del nuevo álbum que estaban prontos a presentar con QOTSA (“Like Clockwork” , 2013) y de cómo había trabajado con los distintos bateristas que participaron de la grabación (Joey Castillo, Jon Theodore, etc.) y a la hora de hablar de Dave Grohl, destacó que era un músico que tomaba una idea que parecía muy simple y la hacía sonar genial. Con ese concepto se resume la esencia del disco y el trabajo de los productores, que lograron imprimirle una esencia y colores a una banda conocida por su sonido crudo e histérico, para llevarlo a algo más maduro e introspectivo. Eso se nota en los arreglos, siempre puestos en el lugar, con el sonido y en su medida justa medida en los lugares correctos, sin exhibir virtuosismo, pero si derrochando buen gusto. Esta acertada asociación colaborativa, tanto de Turner y los suyos, como de los productores involucrados, logró convertir este trabajo en un disco “parte aguas”, y una vez más la balsa musical llegó a buen puerto, y como en otras oportunidades, bebieron de las mieles del éxito, en una carrera que ha sido absolutamente exitosa y trepidante.

Por Sergio Guarnera 

Nacion Rock

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