Instant Holograms on Metal Film. El reencuentro con Stereolab después de quince años

Instant Holograms on Metal Film. El reencuentro con Stereolab después de quince años

Vuelven con la seguridad de quien nunca dejó de sonar

Quince años después de su último álbum de estudio, Stereolab nos regala Instant Holograms on Metal Film. Un disco que suena inequívocamente a Stereolab, pero sin jugar a la nostalgia ni a sonidos actuales. No es un regreso triunfal ni una reinvención. Es un reencuentro con la forma, una especie de ajuste de cuentas con su propio legado. Puede que no vuele tan alto como Dots and Loops o Emperor Tomato Ketchup, pero tampoco se queda atrás. Se mantiene, flota, insiste. Como ellos mismos, como su música, siempre reconocible.

La voz inconfundible de Laetitia Sadier sigue diciendo verdades duras con un tono casi maternal. Siempre al centro de todo. Por primera vez, hay voces masculinas en el primer plano. El bajista Xavi Muñoz y el tecladista Joe Watson se suman a Sadier y a Marie Merlet en algunas canciones. No logran llenar el espacio que dejó Mary Hansenla gran ausencia de este disco—, cuya voz gemela con Sadier definió la era dorada del grupo en los noventa. El nuevo diálogo vocal tiene más intención que magia. Y aunque las armonías funcionan en lo técnico, falta esa chispa que hacía que las voces se disolvieran una en la otra, esa conexión melódica, casi telepática. No es un defecto terrible, pero sí una herida abierta.

El disco no mira hacia adelante ni hacia atrás. Parece flotar, suspendido en su propio tiempo. Quizás se deba a que siempre estuvieron a la distancia de todo lo demás, sin evocar una época pasada específica o quizás a que Stereolab ha ejercido al menos cierta influencia en el pop desde su separación inicial, aclamada como una inspiración por todos, desde Deerhoof hasta Tyler, the Creator; este último afirmaba que “ellos moldearon mi sonido”. Las letras de Sadier se sienten menos marginales o de la izquierda que antes, aunque el empoderamiento personal frente al engaño capitalista suena más relevante de lo que quisiéramos.

En cuanto a las canciones, Stereolab no sale de su paleta sonora ni de sus obsesiones temáticas. Aerial Troubles es una colorida fluidez del loop motorik. Melodie Is A Wound arranca con un tono casi litúrgico antes de abrirse a una  melodía brillante, psicodélica, casi playera de sintetizadores a lo Beach Boys. Flashes From Everywhere juega con flautas y sintetizadores en una marcha nostálgica que podría haber salido de Margerine Eclipse. Mientras que Immortal Hands oscila entre el pop jazzístico y robótico. Todo esto sin perder ese equilibrio que siempre tuvo Stereolab. Pensar con el cuerpo y bailar con la cabeza.

Instant Holograms on Metal Film podría leerse como un disco conservador. Pero la banda siempre fue así. Nunca jugaron a la transgresión. Su radicalidad está en la consistencia. Stereolab insiste en hacer lo suyo porque su lenguaje —su utopía sonora— todavía no ha sido agotado. Se limitan a seguir existiendo en ese espacio ambiguo entre la melodía pop, el loop motorik y el diseño retrofuturista. No será su obra maestra, pero tampoco quiere serlo. Y tampoco es un epílogo. Este disco es una exploración serena del lenguaje que ellos mismos crearon. Es una entrega más dentro de una conversación que empezaron hace más de tres décadas y que todavía suena más pertinente de lo que debería.

Matias Garcia

La música me salvó la vida.

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