La calma después del apocalipsis: Mogwai y el ruido que aprendió a respirar

La calma después del apocalipsis: Mogwai y el ruido que aprendió a respirar

Hay bandas que suenan como si el mundo se acabara y empezara de nuevo en el mismo segundo. Un bucle eterno de morir y nacer, de destrucción y reconstrucción, donde todo lo conocido se desarma para volver a tomar forma. Cuando suena Mogwai todo se derrumba, y después —sin aviso— aparece una calma casi sagrada. A veces pienso que fueron una especie de antídoto contra el ruido de los noventa, porque ellos parecían interesados en otra cosa: en mirar cómo el día se apagaba, en mirar hacia dentro.

Esa misma sensación se podrá vivir en nuestro país el próximo viernes 7 de noviembre en el Fauna Primavera con el regreso de Mogwai, que promete ser un instante donde la música también se desarma y se reconstruye, donde cada nota parece abrir un espacio nuevo para sentir, respirar y dejarse llevar. Un momento que, como Mogwai, no avisa pero transforma todo a su paso. 

En Glasgow, entre fábricas cerradas y cielos grises, Mogwai comenzó a construir canciones que parecían paisajes. Young Team (1997) fue un golpe directo a la estructura tradicional de la canción, donde todo era desbordado, casi adolescente. Mogwai Fear Satandura más de 16 minutos y no necesita ni una palabra para decirlo todo: el ascenso, el colapso, el renacer.

Por su parte, Come On Die Young (1999) es la tranquilidad. Un disco denso, que se estira, lleno de momentos que respiran. Cody o Christmas Steps te atrapan en su melancolía casi palpable. Mogwai bajó el volumen para mostrar lo que queda entre los acordes, para que el silencio hable tan fuerte como el ruido. Hay un aire de película en cada tema, como si cada nota flotara en el tiempo, y cada pausa fuera tan importante como el sonido mismo.

Con los años, la furia se transformó en calma, y el ruido se volvió consuelo. En Rock Action (2001) la banda se suavizó un poco, pero manteniendo la misma intensidad. Las guitarras seguían explotando, pero ahora había una ternura escondida en los interludios, una sensación de serenidad en medio de la destrucción total. Happy Songs for Happy People (2003) llevó esa búsqueda más lejos. Es un disco que parece hecho para escuchar bajo el agua, donde todo suena amortiguado, íntimo, profundo.

Mogwai aprendió a controlar la catástrofe. En Mr Beast (2006) y The Hawk Is Howling (2008) ya no buscaban imponerse a través de nada; bastaba con un acorde sostenido para abrir un abismo. Esa contención los definió. Lo mismo se nota en sus bandas sonoras Les Revenants, Kin, Zidane—, donde cada nota parece estar esperando algo que no llega, como si la música narrara la ausencia.

As the Love Continues (2021) cerró un círculo. No hay furia, solo una quietud luminosa. Canciones como Dry Fantasyo Ritchie Sacramento suenan como recuerdos que no duelen del todo. El ruido dejó de ser una fuerza destructiva para volverse un lugar donde quedarse. Mogwai entendió que la verdadera intensidad no está en la explosión, sino en el momento posterior, cuando solo queda respirar entre los restos.

Matias Garcia

La música me salvó la vida.

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