«Murder of the Universe»: la épica trilogía del apocalipsis según King Gizzard & the Lizard Wizard

«Murder of the Universe»: la épica trilogía del apocalipsis según King Gizzard & the Lizard Wizard

Vía Nación Progresiva

Flightless / ATO Records / Heavenly Recordings, 2017

El fenómeno cultural del disco conceptual ha avanzado y evolucionado a través de la historia. Si bien hay conservadores que creen que las macro facturaciones de estas complejas obras han quedado relegadas a los años de gloria del progresivo (1967-1979), el avance de los nuevos tiempos y la mirada de las generaciones jóvenes a estas magnas representaciones complementarias artísticas de álbumes musicales nos dicen todo lo contrario. Desde los noventa que hubo una especie de revival donde encontramos obras muy interesantes que han permeado de conceptualidad e historias sorprendentes su música: desde «Antichrist Superstar» , Marilyn Manson (1996), o el disco conceptual mejor construido en la antesala de los 2000’s como «Scenes from a Memory » de Dream Theater (impulsores fundamentales en este ámbito) o el oscuro y desgarrador «Still Life» de Opeth de aquel mismo año, llegando a los dos primeros de The Mars Volta post 2000’s, entre muchos otros.

Pero el asunto ahí no para. La evidente ola del neo progresivo post 2010’s ha dicho presente, porque es algo intrínseco del estilo y parte del ADN, pues son cuantiosas las bandas que están haciendo cosas novedosas, pero sin dejar en ningún momento de hacer las reverencias pertinentes a los dioses del estilo, al germen de la complejidad, a lo que fue ideado como parte del nacimiento, que fue cuando surge la necesidad de estos músicos de elevar su estatus a algo más completo, más sofisticado, más intelectual. En la actualidad el desarrollo de estas obras lo vemos en cosas como Visions o The Mountain o de Haken (2011, 2013 respectivamente), o In the Passing Light of Day de una banda conceptual por excelencia como Pain of Salvation (2017),  The Similitude of a Dream de Neal Morse (2016) o en la propia carrera solista del gran Steven Wilson con la sorprendente historia de Hand Cannot Erase (2015), entre muchos otros.

La pregunta ahora es ¿Cae en el saco progresivo y es este disco realmente conceptual? Hay varios si y no para responder a eso y queremos explicarlo. King Gizzard & the Lizard Wizard es una de las bandas más sorprendentes de este último tiempo, capaces de facturar cinco discos al año como lo demostraron en 2017 y desde su nacimiento a la fecha contar ya con 16 álbumes de estudio, sin contar sus EPs y singles sueltos, lo que los hace una de las bandas más prolíficas del nuevo milenio. Dentro de su espectro han explorado—con la sicodelia siempre como norte—el stoner, el folk, free jazz, funk, pop, garage punk, progresivo y metal, entre otras vertientes, elementos que nos llevan inevitablemente a observarlos como ese nicho de bandas que unen texturas musicales que se aventuran mucho más de lo convencional y que amarran, enredan y desmenuzan hilos en torno a temáticas complejas, que se han ido mezclando incluso disco a disco (hay una teoría muy fandom, pero muy interesante del «Gizzverse», es decir que su música y conceptos están interconectados en todos sus discos). Y todo este mundo y submundo que trae escondido la banda nos hablan de que estamos ante un grupo que no explora en las notas con sus instrumentos solamente (que vaya que sí lo hacen con sus experimentos microtonales, entre otras cosas), sino que propone arte gráfico a cada momento, en cada línea de composición, pese a que no encontramos el sofisticado grado teatral de Yes, Genesis o Dream Theater en su música, la construcción de su «todo» tiene justamente «todo» que ver con cómo el rock progresivo ha abordado su música desde tiempos inmemoriales, pero con una visión más moderna y colorida.

KGATLW nos deja la tarea sobre la mesa, pero de momento nos centraremos en este álbum, donde hay tres historias bastante surrealistas, de cánones sci-fi bizarros y cyber punk, donde el denominador común es el «la lucha entre el bien y el mal» a su manera, la lucha por la sobrevivencia y la llegada de la destrucción del planeta, de una forma u otra. Si bien las fantasías que desarrollan son muy propias del lenguaje sicodélico, hay guiños a metamorfosis grotescas y brutales que podemos encontrar en cosas de clásicos del animé como Akira o Paprika, llegando a esos niveles de explosión mental de la simbiosis entre la sicología y física humana. Cuando apuntan a esto se pone todo más interesante. «Vivimos en tiempos distópicos que dan mucho miedo y es difícil no reflejar eso en nuestra música», dijo el cerebro y líder Stu Mackenzie en un comunicado, aunque se haya ido un poco por el desborde con estas temáticas.

Cap. I:  The Tale of the Altered Beast

El primer capítulo esta subdividido en varios capítulos más como Altered Beast I, II, III y IV y tiene su respuesta en los interludios cortos como Altered Me I, II, III y Life/Death. La historia comienza con la búsqueda del ser humano, que poco a poco se interesa por la idea de ser alterado, algo considerado prohibido en la sociedad humana, en su presente que es supuestamente también el nuestro. La perspectiva luego cambia a la propia Bestia Alterada, que está llena de intenciones asesinas. Enfrentado a la Bestia, el humano experimenta un ansia de poder y lentamente sucumbe a la tentación de transformarse. Aceptando su destino mutuo, la bestia y el humano se fusionan, creando una bestia «recién alterada», que ahora anhela aún más carne. Sin embargo, la Bestia Alterada sufre mucho al absorber otra conciencia: pierde la razón, su identidad y finalmente muere de locura, decayendo todo su peso sicológico en la tierra. En la destrucción. Acá es imposible que nuestra mente viaje a ese impresionante mundo de Akira cuando Tetsuo se ve convertido en una especie de masa gigantesca y repulsiva llena de poder, producto de su ambición y su anterior complejo de inferioridad, en un experimento de las corporaciones en crear un arma letal, psíquica y definitiva.

«Tu Piel está llena de costras y lodo seco y tus pies desnudos están mojados en un charco de sangre» dice la intro con la voz en off que se convertirá en la protagonista y relatora de todo el disco locuteada por Leah Senior, quien por lo demás es una destacada cantautora de Melbourne que quiso acompañar en estas —por decir lo menos—, «locas aventuras» a la banda.

El bien y el mal la conciencia humana ante ese contenedor físico insoportable está omnipresente en este espectacular relato, lleno de parajes surrealistas y que mantienen el speed psicodélico del arranque pese a los cambios de secciones y giros dramáticos. Acá la tensión lo es todo, llegando al punto culminante del primer acto de esta ópera rock de tintes apocalípticos y futuristas.

Cap. II: The Lord of Lightning vs. Balrog

Nuevamente la lucha entre el bien y el mal continúa, aunque esta historia parece no tener ningún tipo de relación con la anterior y eso de alguna manera puede ser alguna debilidad del álbum. Estas historias, con imaginería de comics totalmente, hubiesen sido algo más entretenido si se hubieran entrelazado, aunque no dejan de tener cada una su condimento único perfecto. El Señor del Rayo y Balrog, se enfrentan como fuerzas de la luz y la oscuridad. Todo comienza con un prólogo desde la perspectiva de un narrador que recuerda la batalla. La acción comienza con la canción «El Señor del Rayo», que trata sobre la destrucción general causada en un pueblo por un rayo disparado por el dedo de la entidad y la narrativa avanza rápido con las primeras canciones de corta duración antes del momento de clímax que es la batalla misma con el tema «The Lord of Lightning», épico y ruidoso, con mucho fuzz  e intensidad en sus casi catorce minutos, recreando en tu cabeza esta encarnizada lucha, pues es a este Lord quien la gente del pueblo lo percibe como malvado y demonio malévolo. Sin embargo, cuando dispara un rayo a un cadáver, de alguna manera éste se reanima como una criatura conocida como Balrog. Esta criatura elige ignorar al Señor del Rayo y, en cambio, causa solo problemas y destrucción en la gente del pueblo; es decir, es más malvado.

«La piel comienza a arder
No hay ningún lugar al que podamos ir
No hay forma de que podamos ganar
Somos sus próximas víctimas
Su poder nos ha derribado
Arrodíllate ante el señor supremo»

El Señor del Rayo termina siendo el héroe de la película, ya que elige luchar contra el Balrog defendiendo a «su pueblo» y lo derrota, dejándolo finalmente como un cadáver en llamas en «The Acrid Corpse», siendo todo relatado por la dulce voz de Leah, dándole una especie de estilo animé a todo.

Cap III: Han-Tyumi & The Murder of the Universe

Cuando llegamos a este punto y a dar cuenta de los nombres de estas batallas imposible no remitirnos o todo ese ideario conceptual de Rush con nombres como By-Tor and the Snow Dog o cosas así. Y definitivamente lo más bizarro nos aguarda para el final, aunque—nuevamente—el denominador común que son las batallas épicas entre extraños entes salen a relucir cuando una especie de cyborg sumergido en un mundo digital que va adquiriendo conciencia y, confundido por ello, decide luchar solo por lograr lo que un cyborg, una máquina no puede hacer: morir, pero no sin antes llegar a una especie de orgasmo vomitivo, literalmente. Esta máquina autómata decide crear una criatura llamada «Máquina Munt de Proteína de Soja» cuyo único propósito es vomitar. Cuando la criatura rechaza su amor, Han-Tyumi decide fusionarse con la máquina, lo que hace que pierda el control. Esta máquina explota y expulsa infinitamente el vómito, que finalmente envuelve a todo el universo en una especie de escenario de sustancia viscosa gris, y así el universo es asesinado: se nos revela acá el verdadero «Murder of the Universe».

En palabras del propio Stu Mackenzie a The Observer: «Sí, por supuesto, tienes un personaje llamado Han-Tyumi, que es un anagrama de «humanidad». Han-Tyumi es como un niño idiota o algo así, un ser mitad humano que mantiene muy poco de su humanidad en un futuro lejano. Han-Tyumi, con el tiempo, se obsesiona con la humanidad y desea recuperar algo de eso. Supongo que nada de eso parece terriblemente irreal o difícil de imaginar. Se obsesiona con la muerte y los vómitos. Sí, es un cyborg confundido, este tipo futurista que quiere recuperar su humanidad, y decide que las dos cosas más humanas son la muerte y lo que llamaríamos vómitos, que no tienen un equivalente digital».

Su versión más extrema de Marvin, el Androide Paranoide. Son historias muy absurdas, pero cuando vas comprendiendo este «Gizzverse» empieza a tener sentido todo. La banda vive en una especie de hipérbole conceptual psíquica y psicodélica y hace coexistir a todos estos personajes con su música. En este último capítulo aparecen más elementos electrónicos propios del relato más Cyberpunk, por supuesto. El álbum no pierde intensidad, incluso si no lees las letras y te vas enterando de las luchas épicas y su bizarro significado, sientes que se está desarrollando algo potente, una lucha, una batalla por la supervivencia. Eso es lo que logra King Gizzard muy bien en el que con el tiempo se podría transformar en una de sus grandes obras de culto (y de la historia del rock y neo progresivo que avanza a pasos agigantados con cada vez producciones más impresionantes y elaboradas).

La invitación es a escarbar en este submundo que ofrecen sus discos y los guiños entre ellos, al menos algunos fans se han encargado de hacer las conexiones que pueden verse en este video. La más evidente es que al final de Flying Microtonal Banana, su disco anterior, nos quedamos volando a través de un mundo de radiación y donde el hedor a apocalipsis es inminente, y este tipo de apocalipsis parece estar a punto de caer al final de ese disco. Entonces comienza Murder of the Universe y todo el alucinante ciclo que acabamos de explicar.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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