Resonancia Etérea- «Luces» (2020)

Resonancia Etérea- «Luces» (2020)

El blues rock es un estilo que en Chile ha tenido cierto impacto. Y las bandas que han sido defensoras del estilo en el país aún tienen bastante convocatoria. El Cruce como su ejemplificación más clara y cercana con la especie de boom logrado desde inicios de los 2000’s a la fecha. Las bandas de movimientos más underground y de tocatas en bares o recintos más pequeños también a su manera han dicho presente con una versión más tradicionalista del estilo. La Rata Blusera, Magnolia o Perrosky (aunque los hermanos Gómez sí que se escapan más al indie con su interesante versión blues explosión). Sin embargo, y con leyendas como Los Jaivas, Aguaturbia o Mauricio Redolés explorando el estilo dentro de la transversalidad de su música, los nombres de bandas o artistas de peso siguen siendo escasos para tantas décadas de música en Chile.

Han pasado años desde esos shows eufóricos y a teatros llenos de El Cruce y no ha salido una banda nueva que abrace el estilo o que le de una vuelta más novedosa. Pero quizás eso pueda cambiar, ya que al menos desde 2019 que aparece en el radar una banda que aboga por un pulcro sonido enraizado totalmente en el blues, pero llevándolo a una impronta más minimalista, art rock y sofisticada y que ha dicho presente finalmente en 2020 con un notable puñado de canciones convertido en su primer álbum. ¿Qué es lo mejor de todo? Se trata de una banda muy joven, donde tres de ellos tienen 19 años, sumando a Cristóbal Urbina, Guitarrista y compositor de la banda de 27 años, quien de alguna forma dirige a esta pródiga banda, que sorprende en la forma por como suena totalmente, como si se tratara de una banda con mucha más cancha, mucho más experimentada.

Las canciones están cuidadas, pensadas con calma y aguardan para su momento clímax cuando realmente lo necesitan. ‘Cuervo’ arranca con unos melodramáticos pianos, pero qué buen punto de entrada para llegar a la inspirada voz de David León y de ahí en adelante todo es muy bello. El trato con las melodías se sublima. El disco completo en sí lo es. Las canciones se van haciendo camino por rutilantes cambios de intensidad, en un disco que se posa bien paciente, pero es esa misma calma la que te hace saber que estás ante algo serio, compenetrado y que te va a hacer estallar en algún momento. Que te vuela un poco la cabeza cuando todo crece y colapsa con solos de guitarra centelleantes y momentos de grandeza absolutos. ‘Árbol’ cabalga con sendos riffs que tiene más que ver con el indie noise/rock que con el blues puro, pero la voz se vuelve más violenta y la batería arremete fuerte para luego caer en modo cascada a la dulce sutileza del olvido, de su onírico final.

La sensibilidad de este álbum y las metáforas son todo. Temas como ‘Lo que haría yo’ o ‘Y podría’ nos recuerdan inevitablemente las influencias de las que se reconocen ávidos los de La Farfana, Maipú. La interpretación del vocalista calza con la forma cansina de movimientos del ritmo y manejo de arreglos/cuerdas y la inspirada forma de obrar del gran Luis Alberto «Flaco» Spinetta, sobre todo en su primera etapa de aquellas glorias del rock argento como Almendra o Pescado Rabioso, sin embargo, la banda sigue siendo un aporte de nuevos nutrientes a la escena actual, lo del Flaco y el rock argentino fue terminando por ser un eje más sólido al momento de grabar: «Paradójicamente nos rayamos mucho con Spinetta y Cisne Elocuente cuando ya teníamos listas las canciones. Probablemente esa música se dejó calar en la interpretación de los temas al momento de grabar», reconoce Urbina.

Los momentos sombríos son por donde le gusta moverse más a Resonancia Etérea, queda clarísimo, pero sin embargo, cuando avances en el disco va a haber un tema que te va a sorprender; «Se creó con la intención de hacer un poco más movida y dinámica la onda de las canciones» dice Urbina. «En general nos cuesta salir del ambiente más lúgubre» recalca, porque sin duda un tema que suena inmensamente retro, con una onda impresionante, jugando lúdicamente con ritmos la nueva ola chilena y el rock setentero. Eso es ‘Hawaiana’, uno de los temas más salidos del libreto original del disco, pero una parte muy entretenida de «Luces».

‘Silencio’ es otra canción que como haciendo justicia al nombre arranca sigilosa y que va creciendo, es la más corta del disco, pero no por eso menos intensa y que se apaga de forma fulminante. Cierran con ‘Sombra’ que es un tema donde hay una chica invitada (Valentina Díaz, compañera de curso de algunos integrantes y asidua a sus ensayos) que no viene más que a aumentar la belleza de todo. Por no decir que el dueto funciona de forma espectacular y que les quedó muy bien como epílogo para cerrar de forma precisa un disco que al parecer fuera muy estudiado en duración, canciones, causa y efecto.

Sin duda que la formación escolar musical que tuvieron sus integrantes más la cancha y experiencia de otros y la producción profesional sirvieron para la rica calidad del disco, pese a ser lo primero registrado por la banda, pero también acá hay hermosos versos, poesía y rock al servicio de algo sumamente artístico en lo global. Cada nota bien jugada, bien pulida, solos bluseros estremecedores y un poco de diversión para que no sea todo tan solemne, tan parco. Hace tiempo que no teníamos un disco tan bien logrado e inspirado en nuestra discografía chilena y si es hecho por una banda joven y debutante, tanto mejor.

Por Patricio Avendaño R.

Nacion Rock

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