Sepultura en Lollapalooza Chile: El robusto adiós de un grande del metal

Sepultura se apoderó del Smart Fit Stage la tarde noche de este domingo 23; una experiencia que se recordará con cariño por sus fans al enmarcarse en el tour de despedida de la banda.

La agrupación desplegó un repertorio lleno de fuerza y distorsión. En plena gira de despedida y con cuatro décadas de historia a cuestas, una de las bandas icónicas del thrash metal logró reencontrarse con su público en este festival. Instancia alejada de lo ideal, pero cuya energía se mantuvo incólume en toda la hora de presentación.

En lo estrictamente musical, sin dudas lo más impresionante fue el despliegue atronador de Greyson Nekrutmann en la batería. Joven integrante que dotó de espectacularidad y virtuosismo a un show que repasó los clásicos vieja escuela de banda, así como obras más recientes del álbum Quadra (2020), como «Agony of Defeat», por ejemplo. Aun así, el grueso de la presentación brindó un set lleno de clásicos como «Refuse/Resist», «Arise», «Attitude», «Ratamahatta» y la explosiva «Roots Bloody Roots».

Un show rápido, impetuoso y lleno de nostalgia. Un recorrido por lo más granado de su historia y repertorio. Una instancia que respetó el legado innegable de los hermanos Cavalera, pero sin perder el énfasis en el presente, cuya última etapa tiene la energía de la sangre nueva, sobre todo con el exiguo baterista. Greyson Nekrutmann se apoderó del escenario hacia el final del show con un solo preciso, rápido y atronador. Un momento dedicado a su virtuosismo y habilidad con las baquetas.

La banda también rememoró a ese parteaguas de la década de los noventa, el portentoso «Roots» (1996). El metal nunca sonó mejor que con música de raíz amazónica. Sobre el estrado los guturales de Derrick Green complementaron ritmos y riffs aplastantes. Una energía que cautivó a su público objetivo, los de siempre, una generación ya madura que creció y se formó con el metal más clásico de los ochenta. Aun así, se observó la presencia de veinteañeros y jóvenes que han redescubierto esa gama sonora tan áspera y violenta. Todos juntos rugieron y moshearon a sus anchas incluso con una bengala entre el mosh más grande que se formó entre la multitud.

«Que alegría volver a Chile. En los cuarenta años de Sepultura, en los buenos y malos momentos, Chile siempre ha estado con nosotros», dijo un agradecido Andreas Kisser en un directo elogio a los fans más comprometidos y amantes de la música más allá de los integrantes. La simbiosis banda/público se vivió de forma intensa, un cariño sincero acrecentado con un metal arrollador.

Una presentación de grandes éxitos y de una actitud aplastante. Los brasileños le entregaron la dosis necesaria de metal vieja escuela a un festival que se apega más a lo alternativo. Los ciclos deben cerrarse y aunque Sepultura merecía un escenario propio alejado de una lógica festivalera, la instancia fue generosa en potencia, mosh, nostalgia y la pasión propia de un género como el thrash.