«Somedody to Love»: nuestra última noche con Taylor Hawkins

«Somedody to Love»: nuestra última noche con Taylor Hawkins

Complejo es enfrentarse al ejercicio escritural cuando aún no se ha terminado siquiera de comprender lo sustantivo de una muerte, el límite de la vida o la dialéctica de la ausencia. Pero es más complejo aún enfrentarse a la necesidad imperativa de comprender que hace una semana vivimos la última presentación en vivo de Taylor Hawkins en territorio nacional.

Creo fuertemente que las interpretaciones históricas se construyen desde lo colectivo, y es así también como concibo las relaciones que emergen y ebullen desde la música; porque lo que comienza siendo un proceso creativo compartido de forma interna por las y los integrantes de una banda, termina siendo la pieza inicial de un sentimiento que es compartido por miles de millones alrededor del mundo que armoniza una situación, un momento o una vida.

Hablar de Foo Fighters en este preciso momento parece una necesidad imperiosa en la que el ejercicio periodístico  informativo se asemeja a una relación unívoca entre el hecho en cuestión y quién expone la noticia, poniendo en jaque la emotividad y delicadeza que la información suscita para quienes construyeron vida con la banda, inspiración y motivación artística de la mano de Taylor Hawkins.

Cuesta creer que hace algunos días estuvimos compartiendo un espacio, un show, pero también emociones en el VTR Stage de Lollapalooza en su nueva casa de Cerrillos. Taylor y compañía nos deleitaron con un sólido show de casi dos horas y media, un setlist de 20 canciones que fueron disfrutadas en su máxima expresión, tanto por quienes asistieron al magno evento, nuestro querido equipo, y también por la banda.

No temo afirmar que uno de los puntos más álgidos del show fue la entrañable presentación de quienes construyen la potencia de Foo Fighters de la mano del mismísimo Dave Grohl, puesto que con una energía, un desplante que solo puede caracterizar la esencia de los estadounidenses, es que se abre paso al momento clave de todo el show, ya que no fue hasta que Dave presenta a Taylor, donde el relato de una puesta en escena cambia rotundamente.

«Last but not least» fueron las palabras que enunció el líder de la banda para referirse a quién construye el carisma de la agrupación completa, y solo fue esta frase la que bastó para que todo Lollapalooza Chile se deshiciera en vítores hacia el batero que inspiró, acompañó y consoló en tantísimas ocasiones a las, les y los asistentes de ese show a lo largo de sus vidas.

«Taylor Hawkins on the drums tonight. Look it that motherfucker» fueron las palabras que volcaron el protagonismo de una jornada completa a los hombros de quién hoy vivirá por siempre en nuestros recuerdos. Desde el fondo y con una seguridad inolvidable, es que Hawkins camina al frente de escenario irrumpiendo una hegemónica tradicional de composición y distribución visual y estratégica de una banda. El histórico músico vuelve a la batería, espacio ocupado previamente en Nirvana, donde ya sabemos como terminó esa historia. ¿Habrá sido un presagio?, ¿coincidencia?… Complejo es el peso de la reflexión en este punto exacto, sin embargo, el ejercicio de disrupción a los tradicionalismos será una experiencia imperecedera para las, les y los asistentes del show.

Es evidente el amor que emerge entre Dave y Taylor, algo así como una sustancial dinámica de «Partners in crime», porque tal como lo expresó Taylor, una de las mejores cosas de estar en el frente y cantar en Foo Fighters, era tener de baterista al mejor músico del mundo, porque así era su amistad: De compañerismo y admiración.

Con una invitación a «tocar una canción de Queen», se da inicio a uno de los momentos más icónicos y musicalmente memorables de este show, ya que ahora Taylor no solo estaba al frente de un público que luego de años de cuarentenas y confinamientos, se enfrentaba a una presentación de esta envergadura; más cuando se da espacio no solo a la distribución de roles, sino que también un espacio de homenaje a una de las bandas más importantes de rock de las últimas décadas.

Con una voz inigualable, una seguridad que solo te da la confianza y el compañerismo, fue que «Somebody To Love» se transforma en una declaratoria de fanatismo desde lo genuino de la instrumentalización de las emociones que posicionan a todo Lollapalooza en un aura de completa y honesta interpretación. De este modo es que la performance de Taylor no solo implicaba la interpretación del icónico track de la banda británica que nos permitió reflexionar respecto de la concientización sobre las enfermedades e infecciones de transmisión sexual, sino que ahora es Taylor quien nos hace reflexionar respecto de nuestra relación con las drogas en su amplio espectro.

Ese amplio registro lírico que acompañado con la energía que solo Hawkins pudo demostrar, es que la interpretación que confluye como performance deja atónitos a quienes buscaban ingenuamente, en la inmediatez de la realidad digital, guardar este momento en sus dispositivos para revivir este punto exacto, que hoy es historia, es dolor, es reflexión, pero también profunda inspiración. En la perfecta relación de Hawkins, Foo Fighters y el público en la décima versión de Lollapalooza, fue que muchas, muches y muchos nos rendimos a los pies de una banda que los años de trayectoria se evidenciaron en la ejecutiva de la energía en un show que quedará en la profundidad de la memoria emotiva de un colectivo que los gritó a rabiar.

Es preciso recalcar que, nadie te prepara para escribir en un contexto así, ni años de carrera, ni experiencia, ni la teoría misma te abren un camino para dilucidar el modo en el que se deba escribir en un contexto tan desolador como este, sin embargo, las emociones que hoy priman en muchos y miles de corazones a lo largo del globo, son las que influyen en la necesidad de compartir desde la más pura honestidad a quién inspiró a tantos, tantes y tantas que hoy viven de la música, desde las diversas formas de acompañamiento. 

Te agradecemos Taylor por todo el corazón, la energía y el carisma que pusiste a disposición de millones en expresión artística. Te agradecemos Taylor por todo el amor que entregaste en cada proceso creativo. Te agradecemos también por cada icónica presentación que nos regalaste, pero más profundamente te agradecemos con la promesa eterna de que tu historia vivirá siempre en la interpretativa emocional de quien escuche el sonido de tus baquetas y tu voz. 

Karin Ramirez Raunigg

De música, libros y otras cosas.

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