De la psicodelia a la pista de baile: el efecto «Currents» de Tame Impala
Modular Recordings / Fiction Records / Interscope Records, 2015
Era difícil lo que tenía que hacer Tame Impala de cara a este nuevo disco. La vara había quedado bien alta tras «Lonerism», el disco que los destapó como banda revelación y que la verdad resultó ser todo un suceso el año 2012. Pues bien, los australianos decidieron optar por algún giro más que nunca hacia el lado pop de la fuerza, pero sin dejar su esencia llena de colores y burbujas y esa sicodelia ácida que tanto los ha caracterizado. Se ‘colgaron’ (y lo hicieron de una muy buena forma) de otro suceso que fue el «Random Access Memories» de Daft Punk lanzado el 2013. La influencia de ese disco y de la onda disco ochentera está plagada por muchas canciones, dándole vista gorda a ese lado más rockero que pudimos haber encontrado en la banda, que dicho sea de paso, nunca ha sido tan rockero propiamente tal tampoco, pero si tenía algo de la parte más en ácido de The Beatles, Zeppelin y hasta Black Sabbath por ahí en su propio método, algo que sedujo a gran parte de la fanaticada de estos sonidos oscuros y psicodélicos setenteros.
Son 13 canciones, un disco para nada mezquino, donde la efervescencia sexy es cosa primal, la partida con la movediza ‘Let It Happen’ es un excelente augurio, en un disco seductor como todo lo que le gusta componer a Kevin Parker, ni siquiera es tan espacialmente viajero como sus anteriores, pero si muy retro, a veces nos pareciera que el gran Quincy Jones fuera el productor a cargo, sobre todo con esta intención de rememorar joyas de Michael Jackson, innegables en muchos tracks como ‘The Moment’, ‘Eventually’ , ‘Cause I’m a Man’ o ‘Disciples’, ésta última con la inocencia de los primeros pasos de la banda del ídolo pop y de esa imaginería nostálgica de esos dibujos animados de los Jackson Five de los ’80 viajando en distintos circuitos espacio-temporales por nuestras neuronas.
También hay fiesta en el disco, febriles repasos a un referente ya declarado como Todd Rundgren y esta vez a otro grande como Giorgio Moroder (que por cierto también tuvo vital protagonismo en aquel disco mencionado de Daft Punk). Odas a febriles juergas setenteras llenas de éxtasis y de locura enfermiza pero contagiosa total. El funk sugerente de ‘The Less I Know The Better’, otra gran muestra. El disco eso sí peca en variedad, Kevin Parker se fue por una tangente que es algo en que tuvo más intención básica que ser algo más rebuscado y con dosis extremas de originalidad, que fue lo que tanto sorprendió en “Lonerism”. Es un disco que se mueve sigiloso y que en el global deja buenos momentos, pero no lo hace sorprendente, y quizá sea porque las influencias van por sobre la media y a la vez denotan pocas ganas de inventiva.
Tame Impala te hace pasar un buen rato asegurado, potenciado casi más que nunca en los loops y sintetizadores que tan bien manejan, las voces robóticas (‘Past Life’) dan buen plus pero no lo son todo en el mundo de los australianos. «Currents» es un paso que dejará satisfecho a muchos fans pero que difícilmente lo deje como EL gran disco de Tame Impala a la fecha. El afán por diferenciarse del resto de su discografía no fue tan certero esta vez, pero claramente no deja de ser un mal disco, para escaparse de la monotonía y a veces cruda realidad. Eso más o menos es lo que nos entregan los Tame Impala esta vez, una banda que tiene demasiada cancha por delante para experimentar, equivocarse, desbordar genialidad y sacar a flote una verdadera obra maestra a futuro.
Por Patricio Avendaño R.