Disco Inmortal: The White Stripes – Elephant (2003)

Disco Inmortal: The White Stripes – Elephant (2003)

V2 Records / XL Recordings, 2003

No reconocer que los White Stripes fueron todo un suceso en la década pasada sería negar ciegamente de algo más que claro: uno de los grandes discos de esa década fue el increíble Elephant, un disco que ya venía precedido de inmensos  álbumes de la más pura cepa garage rock sesentera y sonido de baja fidelidad como ‘White Blood Cells’ (2001), De Stijl (2000) y su excelente debut homónimo (1999).

Pero la gran hazaña de este álbum fue tomar todo este sonido que ya contenía elementos clásicos del blues, folk y country para procesarlo con una modernidad y un claro acierto en la composición de parte de uno de los grandes personajes de la década de los 2000 y que hoy en día sigue dando que hablar: el señor Jack White.

Sobre el nombre del álbum alguna vez Meg White declaró: «Hay muchos motivos, pero el principal es la imagen que me provoca esa palabra. Cuando pienso en un elefante veo a esa grande, hermosa e inocente criatura que se interna por la jungla destrozando todo lo que se interpone a su paso.»

La grabación encontró a un lugar bastante inusual, que fueron los estudios Toe Rag en Hackney, Londres, en el cual sólo contaban con un viejo equipo  de la década de los 60s. Jack White, quien se hizo cargo de la producción del disco, tuvo que usar un equipo arcaico exclusivamente analógico de ocho pistas para grabar el material. Un período que se convirtió en una locura y una máquina creativa, por cierto, en tan sólo diez días lograron registrar esta joya de álbum dedicándole seis horas diarias, se registró casi una canción por día, de hecho.

Y qué mejor arranque con una excelente adaptación de un tema original del grupo sesentero The Dynamics para ‘Seven Nation Army’, un ritmo de cuerdas bajas marcando un misterioso ritmo contagioso para la entrada de la tremenda guitarra infecciosa de  Jack White que es el gran plus de The White Stripes para lo que fue este disco y muchos más, el single les ha traído los más grandes dividendos en cuanto a éxito y es la canción con que comúnmente todos identifican a la banda, pese a tener una cantidad impresionante de temas de calidad. También esta melodía se ha usado en las hinchadas europeas como base, sobre todo en Italia cuando proclamaron campeones del mundo en el año 2006. Es ya todo un clásico del rock, pero también todo un clásico futbolero.

Mucho más punk entra ‘Black Math’ recordemos que White venía de una cuna de bandas del particular estilo ‘Cowpunk ‘ en Detroit como Goober and the Peas. En este tema llama la atención como entran unas guitarras llenas de peso, algo no visto antes por la banda y un Jack White recurriendo a un vozarrón poco antes visto, y un solo endemoniado que hace crecer enormemente al tema.

Para el tercer track nos espera algo distinto con ‘There’s No Home For You Here’, un melancólico tema pero que en ningún caso pierde peso en sus guitarras, tiene sus momentos de quietud perfectos, pero la intensidad reaparece una y otra vez, una powerballad al estilo Stripes, de todas maneras. Le sigue ‘I Just Don’t Know What To Do With Myself’, otra que llega a estremecer, que parte en un delicado heavy blues y que tiene su momento explosivo nuevamente con unas pesadas guitarras provocando un caos en los formatos convencionales del blues, por ahí va, en gran parte, el éxito de este álbum, la fórmula siendo revolucionada y con gran estilo.

El debut vocal  de Meg White en una canción de The White Stripes llega con ‘In The Cold Cold Night’, uno de los más apaciguados temas, donde no hay distorsión de guitarras ni nada por el estilo, sólo un hammond con una suave guitarra acompañando, quizá de alguna forma sirve de intermisión para algo grande, que es la entrada totalmente Rolling Stone de ‘I Want To Be The Boy To Warm Your Mother’s Heart’, un  piano que va a ser parte presente en el tema durante toda su duración, la dulce vocalización de White para este tema que se mantiene liviano pero con presencia.

En ‘You’ve Got Her In Your Pocket’ nos trae a colación cosas del Led Zeppelin acústico, ese que nos hacía olvidar la fiereza y nos conmovía notablemente con una sensibilidad de aquellas. La versatilidad vocal de Jack en este disco toma sus propias riendas y eso es otro gran visto bueno a considerar para este álbum.

Justo en la mitad del disco llega ‘Ball And Biscuit’, una de las mejores composiciones de la banda, incluso hasta la fecha actual, un blues del más calmo con acordes muy eléctricos pero que va explotando cada ciertos momentos de la canción, la cual va relatando una historia un poco indescifrable, como dijo el propio White ‘Creo que la parte más importante de nuestras canciones es la narración, lo demás es un truco para que se preste atención a la historia‘, los solos de guitarra con el slide guitar (que el gran compositor maneja muy bien) convierte a la canción en lo grande que es, la sensación de catarsis al momento de escuchar cada uno de estos solos que van cambiando es fenomenal.

Después de esto caemos en cuenta del rock alternativo de los Stripes con canciones como ‘The Hardest Button to Button’ y volvemos a la media del disco con una tremenda ‘Little Acorns’ que incita al headbanger gracias a sus poderosos riffs, pero la fiesta continúa con una frenética y rocanrolera ‘Hypnotise’, los teclados que no alcanzan para la sicodelia de ‘The Air Near My Fingers’ de igual manera motivan un tema hecho para divertirse, tal cual como ‘Girl, You Have No Faith In Medicine’ donde a punta de panderos, quiebres de guitarra y la alocada interpretación de White mantienen todo arriba.

El final llega con ‘Well It’s True That We Love One Another’ donde se parodia el «misterio» que pudo haber en algún momento entre Meg y Jack sobre si son hermanos, novios, primos o lo que sea, punto interesante la tercera voz que es de Holly Golightly, ex integrante de la banda de culto The Headcoast.

Un disco redondo, que no aburre en ningún momento. Fue el paso de transición de un Jack White que estaba para grandes cosas y lo iba a seguir demostrando en lo que quedaba de la década de los 2000, un tipo que se ha ganado la admiración de grandes como Jimmy Page, o los mismos Rolling Stones y que también han logrado y de muy buena forma un sitial dentro de los mejores guitarristas del rock contemporáneo.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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