«Tsunami Sea – Spiritbox»: Una parálisis rítmica

«Tsunami Sea – Spiritbox»: Una parálisis rítmica

Desde que escuchamos «Soft Spine», sabíamos que se venía una avalancha mordaz, una crítica apreciable a las falsedades, que fue presentada como una estructura donde el desprecio palpable hace ruido y muy fuerte. Y es que sabemos que Courtney LaPlante tiene su opinión bien sólida cuando se trata de condenar la sociedad, «Regicidio, la disolución de tu columna blanda.» Con un djent intenso, Spiritbox nos daba el preview agresivo, de lo que iba a ser su segundo álbum de estudio, algo que esperábamos tras varios EP,  que nos dejaban en suspenso sobre el camino que irían a tomar los canadienses, confirmando su innegable calidad que se escondió hasta el pasado 7 de marzo. 

En palabras de Oli Sykes que pudo escuchar el larga duración anticipadamente «Tuve el placer de escucharlo completo antes, y todo lo que voy a decir es que después de ver a tantas bandas tratar de perseguir las tendencias haciendo la misma mierda de siempre, es refrescante escuchar una banda que se atreve a redefinir lo que puede ser un disco de metal.»

«Tsunami Sea», nos sumerge en las profundidades del alma de su sonido, reafirmando su posición como una de las bandas de metal contemporáneo más influyentes. Con paisajes rítmicos más experimentales, nos arrastran a un océano de emociones y texturas musicales tan bien equilibradas que será difícil superar este lanzamiento.

Desde «Fata Morgana» nos situamos en un derrumbe de líricas y pesados riffs, que emulan la sensación de estar atrapados en una tormenta de nieve hundiéndose. Sofocados, desorientados y sobretodo, maravillados por la magnitud del sonido que revuelca tus oídos como una tormenta. Este inicio, es un viaje que oscila entre lo visceral y la delicadeza que se puede implantar a través de sonoridades etéreas que se ajustan como engranajes a una ejecución limpia, destacada y ambiciosa.

«Black Rainbow» continúa guiando en esta travesía, con sus hipnóticos golpeteos que parecen brindar una experiencia sensorial más arriesgada. La potencia de las guitarras se disuelven en una presentación expansiva que recrea la desesperación, y que además, refleja una dualidad inherente muy común de la música de Spiritbox. La voz de Courtney, versátil y emotiva, fluctúa entre la rabia y la fragilidad, una canción tan perfectamente equilibrada que simplemente no puedes dejar de escuchar. 

Hay música que está destinada a plantarse y germinar, y este disco es justamente una prueba de ello. Las métricas encapsulan los silencios y los exterminan con una barrida que fallece en el momento en que damos pasos a la preciosa «Perfect Soul» que con una sutil arquitectura, juega con las piezas exhibidas como una verdadera joya oculta, teniendo una identidad personal tan bien marcada, que podemos ser receptivos a la vulnerabilidad vocal y navegar por las aguas melódicas en la tempestad instrumental que la rodea.

Las transiciones del disco se sienten orgánicas y bien pensadas, congelando por un instante el espectro del tiempo. Hay veces donde los ritmos llueven en ti, llueven en todos. Mantenerlo dulce, suave, agresivo, audaz y potente es un arte que Spiritbox ha ganado desde que vienen lanzando letras metafóricas acompañadas de una gran fuerza instrumental capaz de removerse.

La producción de «Tsunami Sea» está comprimida de una forma densa y claustrofóbica, que sin duda implanta su fuerza imparable en la escena musical, aportando una sensación de inmediatez entre las capas de frecuencias que articulan cada momento de esta placa, que justo como el mar es impredecible y profundamente intimidante. Replicando esta tendencia a través de las 11 canciones que juguetean entre el caos y la calma.

En canciones como «A Haven with Two Faces»  y «No Loss, No Love» podemos sentir la incursión en el territorio progresivo, mostrando la capacidad de integrar los elementos distintivos de sus sonidos con un sello personal. La introspección está presente a mediados y sobre el final del álbum, conduciéndote a un ejercicio para abandonarse por los 43 minutos que dura, y dejarse arrastrar por la tenue parálisis rítmica de agua abierta, de acordes longitudinales y campestres que se bañan de una silvestre agonía por ser oída.

Toda la composición, con sus enérgicas reiteraciones, comunica con gran resonancia la alucinante brillantez presente en toda la oleada de bajos retumbantes y voces melódicas, formando una contemplación estética, aventurera, que adornan la explanada musical para Spiritbox.

María Ignacia Cornejo

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