«Boy»: la subvalorada piedra fundacional de una banda llamada U2

«Boy»: la subvalorada piedra fundacional de una banda llamada U2

Island, 1980

Es un poco extraño que a esta altura de los tiempos U2 tenga una cantidad enorme de seguidores, pero a la vez, fuera de los fans del núcleo duro, se hable cada vez menos de sus primeros álbumes, tapados entre otras cosas, por la fenomenal seguidilla de mega hits que empezaron con The Joshua Tree y sus siguientes discos.

Es obvio que existe un antes y un después de The Joshua Tree, álbum que los convirtió en mega estrellas mundiales. Y sin embargo, aun bajo este “formato” de rockstars, nunca han dejado de ser cuatro chicos dublineses que se bastan a sí mismos para presentar su música. Nada de megabandas de acompañamiento al estilo Stones, ni siquiera algún tecladista adicional que ayude a Edge con la ejecución de “New Year’s day”, con su teclado de apertura tan típico. Eran y son cuatro tipos que se tienen a sí mismos desde el principio, una hermandad que ha resistido el paso del tiempo y Dios mediante, aun seguirán juntos por un rato largo.

Pero hablábamos de sus primeros discos. Y a través de estas notas volveremos sobre ellos.

Como suele decirse, empecemos desde el principio. Y en el principio eran seis o siete adolescentes de secundaria con ganas de rockear que habían acudido a un aviso de tablón de secundaria de Larry Mullen. Corría 1976. Un par de años después, cambios de nombres y retiradas varias, quedaba formado el cuarteto que conocemos, con (Paul Hewson) Bono a la voz, (David Evans) The Edge a la guitarra, Adam Clayton al bajo y el mencionado Larry Mullen a los tambores. U2 había nacido formalmente, y de la mano de su manager Paul McGuinnes, en poco tiempo se hicieron conocidos y populares dentro de la escena emergente de Irlanda. Esa popularidad les llevó a editar un par de singles (Three y Another day) entre septiembre de 1979 y febrero de 1980, relativamente exitosos en su país. Pero seguían siendo desconocidos fuera de la tierra de San Patricio.

Fue la decisión de tocar en una sala mediana lo que les dio el ticket de salida de Dublin. El show a aforo completo fue presenciado por algún cazatalentos de Island Records; un mes después el cuarteto firmaba un contrato por cuatro discos, un adelanto de 50.000 libras y otro tanto para financiar una gira.

Era una suma fabulosa, pero requería resultados. El grupo se puso a trabajar, de lo que surgió un sencillo,

11 O’Clock Tick Tock. La grabación no estuvo exenta de problemas. El productor elegido por Island, Martin Hannett, hacía el mismo trabajo para Joy Division. Pero el hombre tenía fama de excéntrico y puntilloso, y la experiencia no fue buena para la banda, que pese a ya tener práctica en los estudios, se sintió intimidada e incómoda con Hannett. El single vio la luz en mayo de 1980, pero no entró en los charts. La experiencia negativa con Hannett fue decisiva para que buscaran otro productor. El escogido fue Steve Lillywhite, quien ya había conseguido algunos éxitos moderados con bandas de la escena punk inglesa, como Siouxie & the Banshees o XTC; pero su mayor éxito era reciente, el tercer LP de Peter Gabriel, que editado ese mismo mes de mayo, llegó al tope del chart inglés. La elección demostró ser adecuada para ambas partes, y Lillywhite produciría los tres primeros álbumes de U2.

Boy, el álbum debut de U2, se grabó entre julio y septiembre de 1980. El estudio elegido, Windmill Lane, no le gustó a Lillywhite. En su opinión sonaban más adecuados para música celta que para una banda de rock: “Cualquier cosa silenciosa sonaba muy bien, pero con algo ruidoso, nunca sentías la perspectiva del sonido. En aquellos días, me gustaba mucho el sonido en 3D, un sonido que iba tanto hacia atrás como hacia la izquierda y hacia la derecha”.

Pese a ello, U2 grabaría total o parcialmente en este estudio casi todos sus álbumes hasta All That You Can”t Leave Behind (2000). Pero la acústica de Windmill Lane solo era uno de los problemas con que el productor se encontró.

La realidad fue que el primer álbum desnudó la precariedad de un grupo ya armado pero aun en una etapa formativa. A veces, Clayton y Mullen no podían mantener el tempo durante una canción completa; y Bono no tenía las letras aun armadas. Para el productor, se trataba de desenredar el ovillo y ver cómo compaginarlo todo: “Probablemente yo estaba más a cargo del sonido de Boy de lo que ningún productor ha estado a cargo del sonido de un álbum de U2, porque ellos no sabían lo que estaban haciendo. Estábamos haciendo una torpeza, pero definitivamente (yo) estaba liderando mucho más en ese álbum que más adelante en su carrera»

El problema de la acústica se resolvió sentando a Mullen en la recepción porque tenía mejor resonancia que el estudio propiamente dicho; esto les llevó a tener que grabar fuera del horario de oficina, es decir hasta que se fuera la recepcionista, para evitar que sus conversaciones telefónicas (y el timbre del teléfono) se colaran en la batería.

Pero esta solución generó el inconveniente de separarlo de su compañero de base, Adam Clayton. Como se comentó, ambos estaban en una etapa en que perdían el tempo de lo que tocaban. Clayton grabó varias veces sus partes; luego Lillywhite se dedicaba a cortar cintas y pegarlas para conseguir que la base de U2 sonara sin perder el ritmo y armonía.

Finalmente, Bono no se encontraba a gusto cantando con auriculares, por lo que lo hizo con parlantes detrás reproduciendo el tema, otra cosa que llevó a tener que elegir, cortar y pegar. Al oir Boy, uno escucha a Bono, pero a la vez oye a un chico que pelea contra sus inseguridades. Hace poco, Lillywhite comentaba acordaba que allí “(Bono) no es en lo que se convirtió”.

Otro tema fueron las letras. Lillywhite: “La mayoría de la gente dice que tienes toda tu vida para escribir tu primer álbum, y supuse que todo estaba escrito, pero Bono aún no había terminado los segundos versos y cosas así. Todavía estaba experimentando, probando cosas, cantando en su fonética, pero nunca realmente decidió qué era lo que iba a cantar”. Pero evidentemente Lillywhite empatizaba con la banda y no perdió la paciencia. The Edge recordaba que “tenía una gran manera de sacar lo mejor de todos”.

Terminada la grabación, U2 salio de gira, y Lillywhite se quedó cortando y mezclando. El resultado es Boy.

La filosa guitarra de Edge abre la potente “I Will Follow”, canción de apertura de Boy, una canción sobrevolada por la tragedia personal. Bono perdió a su madre a los 14 años; su modo de canalizar el duelo fue la creatividad: “toda mi vida creativa se remonta a cuando mi mundo colapsó, a los 14 años…”.  “I Will Follow” es sobre el amor de una madre a su hijo, y la certidumbre de que no lo abandonará aun cuando ella no esté. Una gran canción y un clásico por merecimiento.

Mientras “Twilight” mantiene alto el tempo, “An Cat Dubh” (Un gato negro, en gaélico) baja un poco el ritmo para introducirnos en un romance alternativo adornado por una guitarra por momentos hipnótica. Pegada, “Into the Heart”, llevada por una larga introducción atmosférica (también cortesía de la guitarra), y el viaje perpetuo entre el niño y el hombre que hay en un adolescente.

Con “Out of Control” cierra el primer lado, del mismo modo que abre: potente, llevado por el bajo de Clayton y la guitarra de Edge, mientras Bono reflexiona sobre los desafíos de la vida, y la sensación de ya estar “fuera de control” desde el nacimiento mismo. Otro gran momento, aunque menos contundente desde la letra.

El lado B (o 2, como prefieran), es abierto por un redoble de tambores. “Stories For Boys”, como reza el título, es un resumen de los paraísos imaginarios a los que nos llevan los diferentes estímulos que tenemos de niños. La  breve “The ocean” cede el lugar a “A Day Without Me”, una mirada a lo que ocurre en lugares frecuentados si uno desaparece de ellos. Con “Another Time, Another Place” y “The Electric Co” finaliza Boy. En “Another Time…”, los tejidos sonoros de U2 se profundizan un poco, dejándonos un poco habitual solo de guitarra de Edge, mientras que “The Electric Co” es una referencia a los electroshock usuales aún en esos días como terapia psiquiátrica, una rabiosa invectiva contra esa tortura disfrazada de medicina. Y definitivamente la otra gran canción de Boy.

En general las canciones tienen un patrón que los aleja del punk-rock; casi siempre hay un corte de ritmo por la mitad, una especie de reflexión musical que sirve para retomar el empuje inicial. Una clara búsqueda de sonidos, y una forma de convertir su rabia adolescente en algo más que una queja ruidosa: una forma de arte musical.

Aunque Boy es un todo, no debe dudarse que The Edge sobresale un poco del resto. En palabras de Lillywhite, “las partes de guitarra de Edge son geniales”. Y es que Edge está con Boy dando las puntadas iniciales de una forma icónica de tocar la guitarra, creando texturas y un entramado sónico único que será marca de identidad de U2. En todo el disco hay un fino trabajo del guitarrista, con puntos altos en “Twilight”, “A Day Without Me”, “I Will Follow” o “The Electric Co”, apoyado acertadamente por la base de Mullen y Clayton mientras Bono desgrana sus historias. Las letras son convenientemente aún faltas de la profundidad y el cinismo que pueden dar los años. Para este momento, ellos están bien e insinúan lo que serán algún tiempo después.

Boy constituye la piedra fundacional de una banda influyente, quizás la más prestigiosa que dieron los años 80’s. En este momento de su historia, donde tal vez haya algo de aburguesamiento en sus últimos trabajos y Bono haya sido superado por su personaje de influencer político, quizás sea el momento de recordar como empezaron. Y que mejor manera que desde el principio, con Boy.

Nacion Rock

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