Ciclo Scorsese y el rock: IV Parte y Final: Harrison, el santo beatle

Ciclo Scorsese y el rock: IV Parte y Final: Harrison, el santo beatle

El mundo se paralizó ese 29 de noviembre de 2001. Fallecía el segundo beatle, y desde ese momento ya se estaba planeando un documental sobre su vida. Olivia Harrison, la viuda, recibió innumerables ofertas para llevar las vivencias del inglés a la pantalla, pero rechazó toda propuesta, pues era de la idea que el testimonio, en video e imágenes, que quedaba registrado por haber sido un beatle, era la forma de homenajearlo mejor. A estas alturas de la vida, que alguien quiera hablar de los Beatles es arriesgado porque la capacidad de asombro está minimizada. Así que, más allá de descubrir lo más escondido o extraño de la personalidad del espiritual Harrison, el principal aporte de »Living in The Material World” son las toneladas de material audiovisual y fotográfico inédito. Y en esto, la colaboración de Olivia fue clave para poder acceder a lo nunca visto, pero también esto tiene un punto negativo: al estar la viuda del protagonista en la producción, sabíamos que no nos iban a contar todo, y que muchas cosas se iban a esconder. Y para comprobarlo, teníamos los intentos anteriores de Scorsese como “No Direction Home: Bob Dylan” o “Shine a Light”. En el primero escarbó hasta el alma de su protagonista, quien no tuvo nada que ver con la producción ni difusión del documental, mientras que para el segundo, parecía un recital más de los Stones sin entregar nada muy valorativo a lo que ya sabemos de los londinenses.

Sin embargo, el gran trabajo de documentación y montaje Martin Scorsese y David Tedeschi, nos disponían de buena forma a enfrentarnos a la figura de este músico fundamental.

“Living in The Material World” está dividido en dos partes; en la primera nos van presentando muy lentamente la personalidad de un hombre multifacético, que no sólo destacó como miembro de la banda más famosa del mundo. Y la segunda parte, el punto de inflexión, que es cuando  acaba la gira americana de The Beatles en 1965, y George fue introducido por David Crosby (The Byrds) en la música india, a través de la obra de Ravi Shankar. Esta influencia cambiaría para siempre a George. Desde este momento hay una seguidilla ininterrumpida de entrega de datos, lo que hace que uno se enganche y tenga las ganas de saber más y, por tanto, tener un sabor agradable durante el documental, pero lamentablemente nunca llega ese «más» que convierte a una obra en grande.
Hay un objetivo que sostiene todo el largometraje, y que también es la idea central de todas las entrevistas que se muestran: el deseo de los entrevistados, y del propio Scorsese, de mostrarnos a Harrison como alguien que está en una búsqueda interminable de espiritualidad. De hecho, Pattie Boyd, desde su primera intervención ya hace énfasis en cómo George, más que ninguna otra cosa, quería ser espiritual, pero no podía porque tenía que lidiar con una vida que era todo lo contrario. El documental dedica mucho rato a resumir que esta búsqueda expandió el mundo de Harrison y le hizo explorar instrumentos y sonidos que ningún músico occidental había trabajado, y que por este conocimiento llegó a tener el slide más emotivo como guitarrista, las letras más hermosas como compositor, y que gracias a su práctica del sitar tenemos ese sonido tan conmovedor en “Norwegian Wood” (This Bird Has Flown), o la totalmente maravillosa “Within Without You”. Y para resaltar su figura como productor, el documental nos ofrece el testimonio de Eric Idle y Terry Gilliam (de los Monty Python), donde relatan la importancia que tuvo la productora “HandMadeFilms” en la realización de la película “La Vida de Brian”.

La recopilación de material sobre Harrison es valiosa, pero la capacidad de síntesis es una virtud que Scorsese no tiene, y esto termina creándole un problema al espectador, quien recibe tal cantidad de datos y opiniones altamente valorativas sobre el ser humano que había tras el beatle, que luego de 2 horas uno empieza a dudar de tanta maravilla (aunque esa duda sea injusta). El director se volvió a enfrentar a la difícil tarea de construir el perfil de una personalidad mundialmente conocida por sus dotes artísticas, y tratar de mostrarlo como humano sufriente. Esto hace que contar algo nuevo sea complicado y que el documental, lamentablemente, quede al debe porque cuesta reconocer el sello de Scorsese ante una personalidad (la de Harrison) arrebatadora. Visto de esta forma, es muy curioso que siempre la sombra de Lennon y Mc Cartney lo hayan cubierto. El cineasta neoyorquino, por lo menos, apostó por una narración en contraste, y este contraste siempre fue espiritualidad (budismo, meditación) versus ser miembro de los Beatles (fama, luces, éxito). Y ahí queda Scorsese, en la mitad del camino, entre la santificación de un músico y la investigación sobre su vida.

Entonces me tengo que preguntar ¿conozco mejor a George Harrison después de ver este documento? Puede que sí, pero no una gran cosa, y luego de 200 minutos uno espera algo más que lo mínimo. Cuando comentamos en Nación Rock el trabajo que hizo Scorsese para Bob Dylan, decíamos que el director si transmitió que “respiraba” a su protagonista. Si bien Dylan puede ser considerado tan mito como George Harrison, el hecho de ser beatle lo pone en otro escalafón, y da la impresión que Scorsese era como un devoto, que había una admiración muy incondicional, lo que hace que el enfoque sea blando y, en momentos, empalagoso.

Pero Harrison es Harrison y el business dice que hay que santificarlo, tal como ocurrió con Lennon y como, seguramente, ocurrirá con Ringo y Mc Cartney cuando llegue el momento.

El documental completo, lo puedes revisar acá. y las revisiones anteriores de este ciclo dedicado al aclamado director te las dejamos acá.

Macarena Polanco

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