Coal Chamber, el debut: Reyes por un día

Coal Chamber, el debut: Reyes por un día

Hay un consenso generalizado cuando hablamos de las bandas importantes de la generación nu metal y esos créditos claramente se los llevan Korn y Deftones, principalmente, pero hubo un tiempo en que varias bandas pudieron o trataron de hacerle algún peso, pero lamentablemente, quedaron un poco en el olvido o simplemente perdieron en el intento. El caso de Coal Chamber es uno, aunque aún hay fieles que les podrían doler estas palabras.

Pese a que la banda ha tenido sus «revivals» con un disco nuevo en 2015 llamado «Rivals» (y hace poco la bajista Rayna Foss estuvo envuelta en una polémica por una supuesta desaparición que nunca fue) no ha logrado recautivar a su audiencia «viuda». Coal Chamber sin ser una banda tan determinante del estilo, de alguna manera enganchó a varios fans que sin duda estaban abiertos a nuevas propuestas enmarcadas dentro de este carro «nuevo» al que todos querían subirse del nu metal. El debut de Coal Chamber entregó buenos momentos, pero lamentablemente, no fue un álbum que creciera tan bien ni que suene con el paso de los años tan redondo, pero de que evoca nostalgia y algo de cariño, sí que lo hace.

Las conexiones que tenían con Fear Factory y el productor Ross Robinson los ayudarían a firmar con Roadrunner Records. Antes de lanzar su álbum debut homónimo en 1997, la banda ya era conocida en los círculos de metal alternativo por actuar en la edición inaugural de Ozzfest en 1996 y la concreción del primer disco (y lograr aquel buen sonido)  no les resultó para nada difícil, llegando a contar con un excelente equipo de ingeniería comandado por Jay Baumgardner.

«Sway» y «Loco» tienen un encanto algo tonto pero que los hace querer escucharlas de todas formas , la primera llega a ser brutal y es imposible dejarse seducir por sus gancheros gritos y riffs, la segunda es un tema icónico de todo este movimiento y que fue la cara de la banda con un grotesco, pseudoterrorífico y lúdico video, mientras que temas como «Bradley» tienen ese ritmo que se eleva por encima del ruido del álbum. No son grandes canciones en el gran esquema de las cosas, pero son momentos de respiro del resto del álbum por lo menos. El álbum tiene mucho relleno y momentos en los que uno dice «¿qué diablos están haciendo? Esto realmente sobra».  Hay algunas canciones geniales y momentos para disfrutar en el álbum, pero fueron demasiadas canciones a decir verdad y por eso no concretaron la calidad de los exponentes antes expuestos en hacer su propia «obra maestra».

El álbum es un típico nu metal a veces. Suelta riffs afinados que suenan como Korn, ese extraño y abrasivo sonido de bajo y el golpe de bombo condensado. De hecho, instrumentalmente, la banda se parece mucho a Korn, aunque para ser honestos, todos sonaban como Korn en los 90. La diferencia es la extravagancia y la guturalidad más personificada de Dez Fafara. Los riffs son buenos por momentos, y aún se escuchan las semillas del groove metal ahí, por eso que con los años no suena tan novedoso, pero en 1997 sí lo eran. Las canciones son simples, pero en su mayoría efectivas. Por eso es un disco entretenido para escuchar , pero cuantas: ¿dos, tres, cuatro veces? Luego de eso puedes desempolvarlo con una brecha de muchos años o simplemente dejarlo en el olvido.

Temas como «Big Truck» incitan al headbangers con esos riffs machacantes de Miguel Rascón muy incisivos. Por otra parte, una de las contadas genialidades del disco fue la inclusión de las líneas de «The Roof Is on Fire» de los pioneros hiphoperos ochenteros Rock Master Scott & the Dynamic Three en «Sway», porque lo pegan magistralmente con el vozarrón de Dez y los riffazos del extrafalario hombre de las cuerdas. Sin duda acá tenemos algo de lo mejor del álbum. Otras cosas pasan con la insípida «Dreamtime», «I», o ‘»Clock» que es donde empieza a decaer un poco el álbum, sin dejar su peso de lado.

Pese a que es una banda que quedó en el camino de esta generación dorada, tuvo este y dos álbumes más que son obligados a rescatar lo que fue todo este movimiento. Favoritos y regalones de Ozzy (con quien hasta grabaron más adelante), repudiados por cierta parte del ala más fundamentalista del metal, pero finalmente no aborrecibles del todo. Tuvieron su momento, lo disfrutaron y este disco, sin dudarlo, fue un puntapie bueno de todo ello, pese a que esté algo sepultado bajo el polvo en muchas de nuestras colecciones.

Patricio Avendaño

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