Conciertos que hicieron historia: el último show de Sonic Youth, por Kim Gordon (2011)

Conciertos que hicieron historia: el último show de Sonic Youth, por Kim Gordon (2011)

En noviembre de 2021 se cumplió una década del último show de Sonic Youth tal y como lo conocemos, y ese capítulo, de suma importancia y nostalgia para los fans de la banda, no fue simplemente una despedida de los escenarios por cansancio o diferencias musicales, fue una dolorosa despedida para Kim Gordon, de una relación de veintisiete años, y totalmente expuesta a modo de desahogo en las primeras páginas de su libro autobiográfico «La chica del grupo».

Ocurrido en la gira sudamericana de fines de 2011, de la cual fuimos testigos en Chile un día antes, en un concierto en el marco del Festival Maquinaria, esta vez la despedida era definitiva y el tiempo así lo ha dictado. Han pasado años y las esperanzas de reunión han estado expectantes por parte de sus fans, siempre alertas y preguntando en sus redes, pero todo indica que difícilmente esa reunión se de, con cada Sonic Youth haciendo cosas por su lado. Kim abre el libro con este final (de hecho, se llama «Fin» el capítulo que paradójicamente está al comienzo), contando los detalles de esta pasada sudamericana que tuvo como última escala aquel show en São Paulo, Brasil, en el marco del festival SWU.

«Una lluvia torrencial caía oblicuamente» -cuenta Kim en su texto. «La lluvia en Sudamérica es como una lluvia en cualquier otra parte y también hace que te sientas igual». Aquella noche Kim estaba con una sensación de pena, rabia, nostalgia y melancolía, y la lluvia, la verdad, no ayudaba mucho a que se sintiera mejor.

«Después de treinta años, aquel era el último show de Sonic Youth» dice Gordon. «Era un lugar extraño para que las cosas llegaran a su fin. Los festivales también implican tocar menos tiempos. Aquella noche remataríamos las cosas en setenta minutos cargados de adrenalina, tal como lo habíamos hecho durante los últimos días en festivales de Perú, Uruguay, Buenos Aires y Chile», escribió la legendaria cantante y bajista.

«Lo que era diferente con respecto a los últimos festivales y giras es que Thurston y yo no nos hablábamos. A lo largo de toda la semana, no habríamos llegado a intercambiar ni quince palabras. Tras veintisiete años de matrimonio, lo nuestro había fracasado. En agosto le tuve que pedir que se marchara de nuestra casa de Massachusetts, cosa que hizo. Alquiló un piso a un kilómetro y medio, y cada día iba y volvía de Nueva York».

El anuncio, por cierto, tomó por sorpresa a sus fans, ya que se trataba de una de las parejas más perdurables, prolíficas y artísticas en la historia del rock. Kim se toma de este punto para, con un dejo claro de amargura, explicarlo: «la pareja a la que todos consideraban feliz, normal y eternamente sólida, que daba esperanzas a los músicos más jóvenes de poder sobrevivir en el loco mundo del rock and roll, ahora no era más que otro ejemplo de una relación de mediana edad fallida: una crisis de los cincuenta masculina, otra mujer, una doble vida», sentenciando claramente que fue esa otra mujer de la que se enganchó Thurston, la que se robó todos esos años de felicidad y de algo que parecía eterno.

Kim en su relato suena desdichada, pero muy valiente, hablando de algo muy doloroso para darle una impresionante introducción al libro que nos cuenta toda su vida, desde muy pequeña, y esa noche en particular todo fue muy difícil. «Logré salir adelante gracias al escenario, a la liberación visceral de actuar. El ruido extremo y la disonancia pueden ser increíblemente purificadores. Normalmente, cuando actuamos en directo, me preocupa saber si mi amplificador suena demasiado alto o molesta, o si el resto del grupo está de mal humor por alguna razón. Pero aquella semana me traía sin cuidado lo fuerte que pudiera sonar o si le hacía sombra a Thurston sin querer. Hice lo que me dio la gana, y fue liberador y doloroso», enfatiza, en que esa sensación provino y le calentó la sangre viendo a Moore jactándose de su estado de soltería con toquecitos en los hombros a sus compañeros y estando muy pendiente de su teléfono móvil, en los espacios en vivo que aún tenían que compartir.

En medio de todo este lodo de angustia sentimental Kim estaba a punto de explotar, pero no lo hizo, en su introducción deja claro que primó su amor por la banda en aquel momento: «en São Paulo llegó al extremo de que estuve a punto de hacer algún comentario mientras actuábamos. Pero no lo hice. Resulta que Courtney Love estaba de gira por Sudamérica al mismo tiempo que nosotros. Unas noches antes, ella había empezado a despotricar contra un fan que sostenía una foto de Kurt Cobain entre el público. «Tengo que vivir cada día con su mierda, con su fantasma y con su hija, y sacar esto a relucir es estúpido e irrespetuoso», gritó. Era el típico truco de Courtney, pero en ningún caso me hubiera gustado que se llevasen la impresión que yo era un desastre como ella. No quería que nuestra última actuación fuera desagradable cuando Sonic Youth significaba tanto para tantas personas; no quería aprovechar el escenario para hacer ningún tipo de alusión personal, y, en cualquier caso, ¿de qué hubiera servido?».

«Después de esa noche, Sonic Youth dejó de existir. Nuestra vida como pareja -y como familia-ya se había acabado antes. Aún teníamos nuestro piso de la calle Lafayette en Nueva York -aunque no por mucho tiempo más-, y yo continuaría viviendo con nuestra hija, Coco, en nuestra casa de Massachusetts».

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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