Disco Inmortal: Beck – Odelay (1996)

Disco Inmortal: Beck – Odelay (1996)

DGC Records / Bong Load Records, 1996

El fenómeno de ‘Loser’ quedaba un tanto atrás algunos meses ya salido este disco. Y eso fue una verdadera victoria para Beck. Entre 1994 y 1996 el músico que ahora es toda una estrella, productor y hombre referente del indie estadounidense, lidiaba no tan solo con los fantasmas de aquel superhit radial de 1994, sino también con problemas personales, con la disyuntiva de la continuidad, con las severas críticas a su trabajo y con tristes pérdidas (entre ellas su abuelo) que en el ramillete completo cimentaban el camino a «marcar la diferencia» con su siguiente paso.

Finalmente Beck logra la hazaña, un disco que experimentó con elementos hip-hop, blues, rock y jazz, mismos que fueron propuestos por los productores Dust Brothers (Beastie Boys) y que durante el proceso fueron resultando cosas impensadas: «Devil’s Haircut» es una delicia, energizante entrada, grandes percusiones, voz distorsionada, surrealista en su lírica: ¿de qué recóndito hueco de su mente saca líneas como «Tengo un corte de cabello de diablo en mi mente”? El gran acierto del primer track, pero fue una pista que tuvo la suerte de «segundo gran hit» en su historia. Beck no quería más de eso. Esta vez las canciones perfilaban más variedad y soltura: el folk fue un buen aliado (que se acentuaría cada vez más en su carrera), como en la gran ‘Hotwax’ o ‘Minus’, ésta última con unas líneas de bajo con guiños hardcore, o los geniales samples de ‘Novacane’ imponían un sonido modernoso impregnado de hip hop vieja escuela pero con un gancho indie significativo.

Pero además Beck Hansen no dejó de jugar al Dylan, una sombrías ‘Jack-Ass’ o la propia  ‘Ramshackle’ nos lo evidenciaban, pero haciendo eso en el disco al mismo tiempo ponía el grito en el cielo con mucho estilo de MC’ furibundo cuando canta a través de poderosas sombras distorsionadas: «Tengo dos giradiscos y un micrófono», sobre una línea de teclado funky y una pista midtempo de batería en la magnífica «Where It’s At». Nos podía sorprender, revolver su discoteca musical en su cabeza y lanzárnosla en el rostro, exponernos la tristeza y melancolía de los cantautores folk con la fuerza negra de antaño de ritmos como Afrika Bambaata o Grand Master Flash.

Beck triunfó. Demostró que dejó de ser el chico del “one hit wonder” para mostrarnos una placa llena de ingenio, donde los estilos retro y actuales se conjugaron de una sabia manera para dejarnos grandes cosas y convertir todo en un clásico de los noventa. Un Grammy por álbum alternativo del año se llevó, y digámoslo, bastante merecido.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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