Disco Inmortal: Avenged Sevenfold – City of Evil (2005)

Disco Inmortal: Avenged Sevenfold – City of Evil (2005)

Warner Bros., 2005

Pocos discos pasan los avatares del tiempo logrando mantener fresca su posición y sonido original. Por ahí tenemos los «Master of Puppets», los «Vulgar Display of Power» o los «The Number of the Beast», sin lugar a dudas. Avenged Sevenfold para algunos aun no se ha ganado el lugar en el podio de honor de los creadores de discos tan trascendentales, pero son los elementos de esos mismos discos los que escuchamos en este disco volador de cabezas de principio a fin como es «City of Evil», dándole un giro a su sonido que los consagraría desde ahora y para siempre.

«Cambiamos porque queríamos tocar el tipo de música que nos gustaba, pero fuimos lo suficientemente inteligentes como para querer que más gente la escuchara» sentenció M. Shadows, reflejando claramente que la banda quería apuntar a otro público, dejando el metalcore puro y duro, pero jugando en las grandes ligas de la maestría y virtuosismo de gigantes exponentes, sin dejar de sumar cuotas de glamour.

Y lo que lograron fue inmenso. La composición y el peso escrito sobre la velocidad y la brutalidad, la versatilidad del propio M. Shadows, y sobre todo esa gran nueva dupla mortífera en las cuerdas de los guitarristas Synyster Gates y Zacky Vengeance, más el bajista Johnny Christ y el impresionante baterista The Rev se mostraban al mundo como una de las bandas más desafiantes en el sentido de quizás no venir a inventar nada nuevo, pero sí sonar con una fusión muy soberbia y bien jugada, con la bosta y actitud de los Guns, el peso de Pantera y el heavy de Metallica y Iron Maiden. Decir eso en 2005 suena algo antojadizo, pero al escuchar el disco y con el tiempo dejado detrás nos cuaja todo claramente y de a poco los medios y la crítica empezaron a aclamar la hazaña.

Hay épica, una experticia y velocidad que desafiaba sus propios límites, pero hay sensibilidad y mucha emoción también en él. Sin duda algo exportado de su espíritu «emo» de siempre (algo que no han soltado hasta ahora), pero que jugaba con la posibilidad de llegar a nuevos mercados. Perdieron fans de nicho, sí, pero ganaron enormemente fans del metal pesado y taquillero al estilo de Metallica, Megadeth y las bandas que mencionamos anteriormente.  En 2005 hubo una buena cantidad de fanáticos del metal convencional que querían una música más compleja y algo más extravagante que las canciones que se estaban reproduciendo en las radios rock en ese momento: Dream Theater ya lo había logrado, porque no A7x, aunque acá hasta la locura fue premisa como el ritmo sin freno de “Burn It Down”, por dar un solo ejemplo.

El disco trajo maravillas melódicas que solo podían contrastar con esos riffs a mil por hora que hicieron correr por nuestras venas: Canciones como «Bat Country» y «Seize the Day» (qué maravilla fúnebre que anticipaba un poco el futuro trágico de la banda) o la sensible «M.I.A.» fueron lo suficientemente pegajosas para los fanáticos del hair metal y de cosas de Motley o Skid Row, pero todavía aún lo suficientemente pesadas para atraer a los fanáticos de Maiden. «Cuando comenzamos a trabajar en el disco, dijimos: ‘¿Sabes qué? Ninguna de nuestras bandas favoritas es súper extrema. Simplemente escriben canciones melódicas realmente buenas que aún no son tan pesadas», dijo Shadows.

La fórmula fue todo un éxito: la adrenalina, convicción y el peso demoledor se deja caer con todo en «Blinded in Chains», una de las mejores composiciones de la banda en su historia. La inolvidable y certera «Trashed and Scattered», te hacía palpitar más fuerte el corazón que nunca o la propia «Beast & the Harlot», que es la entrada de poder y apocalipsis absoluta a un disco sin puntos bajos. «City of Evil» es algo conceptual, habla de la decadencia, del caos, pero también juega mucho con el amor en tiempos difíciles.  La sorpresa del giro radical hacia al hard y el NWOBHM para una banda venida desde el núcleo del emo, screamo y post-hardcore derivó en una fusión impecable.

Los de Orange County, que llevan al Deathbat como insignia la supieron hacer. Después de esto disminuyeron en acelerómetro pero no así en decibeles. El speed y la power ballad -que a la postre los hizo genios construyéndolas- tuvieron un pie firme en este disco y lo desarrollaron increíblemente en el homónimo (2007), que más que vale la pena repasar también.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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