Disco Inmortal: Los Prisioneros – La voz de los ‘80 (1984)
Sello Fusión, 1984
“Cuando la gente me dice que me recuerda por canciones como “Tren al sur”, realmente me alegra. Pero cuando me dicen que me recuerdan por “El baile de los que sobran” o “La voz de los ‘80” no puedo alegrarme, porque quiere decir que en Chile nada ha cambiado”. Reflexivas palabras de Jorge González, líder de la banda más importante del rock chileno de los últimos 40 años y que concedió hace muy poco, en una de las tantas entrevistas que ha dado a partir del problema de salud que lo aqueja desde fines de 2015.
Jorge González es pieza angular del rock chileno por muchas razones. Una de ellas, es porque plasmó las letras y acordes de “La voz de los ‘80”, el primer álbum de Los Prisioneros y que fue editado el 13 de diciembre de 1984 y que, con los años, se ha transformado en un baluarte mucho más allá que un buen disco debut. Sin ir más lejos, el equipo de Nación Rock acaba de escogerlo como el 2º mejor álbum del rock chileno (puedes revisar el ranking completo aquí) y ese análisis que siempre lo posiciona en los Top 3 seguirá ocurriendo, porque a partir de 1984 y con este disco en particular, comenzó a escribirse un capítulo nuevo dentro de la música popular chilena.
Era la época en que el rock en español estaba en auge y, si bien, la mayoría de los grupos provenían de Argentina, Los Prisioneros se ganaron un espacio y rápidamente los jóvenes le dieron relevancia a sus canciones, mientras los padres escuchaban con temor las letras contestatarias de tres jóvenes de colegio fiscal sin acceso a los medios, sin agencia ni relaciones públicas, sin cultura de marketing, sin dinero; los tres sanmiguelinos eran capaces de construir relatos que iban más allá de la difusión radial o televisiva, se pasaban de boca en boca, el casete se prestaba y sonaba a todo volumen con ese discurso que hablaba de corrupción, de las dictaduras y de la hiperinflación que tenían hundidos a los pueblos sudamericanos.
¿Pero qué es “La voz de los ‘80”? son 10 canciones que, musicalmente, logran un equilibrio perfecto entre distintas corrientes. Hay rock, mucho punk, algo de jazz, un poco de ska, también de reggae, con ritmo veloz pero también con espacio para la pausa; hay mucho protagonismo del bajo de González, y reconozcamos, que son tremendas líneas de bajo. Narea no se quedó atrás, ya que hay un par de solos brillantes de su guitarra, cien por ciento rocanrolera. Y otro sello fue esa batería machacona de Tapia, quien incluso se aventuró en el canto en “¿Quién mató a Marilyn?”, dándole un aire distinto al tema, es decir, cada cual tenía habilidades innatas que en este disco fueron presentadas, a Chile, como mejor se pudiera; pero ese “como mejor se pudiera” se quedó atesorado en la memoria colectiva y, hasta el día de hoy, hace que los sintamos tan naturales, nada artificiales, como músicos que se lanzaron a la vida en un tiempo difícil, tratando de afirmarse en un discurso que lo provocaba todo y a todos.
Continuando con la estructura musical, el disco tiene un perfil variado y consistente con las influencias de los jóvenes músicos; la producción se oye cruda, a pesar de que por esos años se vivía el apogeo de la instrumentalización. Esto terminó siendo un punto a favor porque, de alguna manera, refleja el cómo se vivía el día a día en Chile, prácticamente con los básico. De esta manera, Los Prisioneros, por mucho que quisieran sonar más punk, con más sintetizadores y más producido, terminaron graficando cómo vivía Chile. Con el bajo, la guitarra y la batería; nada más.
Pero a la hora de entrar al discurso, a la lírica del disco, se desata la discusión de si estas letras fueron obra de una juventud irreflexiva o, simplemente, de un poeta. Por ejemplo, “La voz de los ‘80” tiene un sentido optimista cuando dice “Tienes la fuerza, eres actor principal, abre los ojos, seremos cambio”, pero en el discurso intrínseco también hay un mandato al joven a ser vehículo de ese cambio. En “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos” hay una ironía extrema de González cuando dice “clap your hands, we hope you really enjoy the show”. “Sexo” es una crítica abierta al consumidor, mientras que en “No necesitamos banderas” no es necesario escuchar un riff heavy para sonar contestatario, provocador, y enarbolar un llamado a liberarse de los discursos que alentaban el defender una frontera propia. En “Mentalidad televisiva” hay un claro mensaje a nuestra dependencia de la TV, y “Nunca quedas mal con nadie” involucra incluso a los artistas cuando critica su moral y su acomodo (“mala copia de un gringo hippie”). Más que letras, cada canción llevaba consigo un mensaje potente, cargado de furia adolescente y liderado por un Jorge González en un momento de abismante lucidez.
La portada del disco también tiene poder creativo, es muy minimalista, pero potente: Los 3 muchachos, su instrumento, un sector parecido a La Vega, ropa barata y una mirada desafiante. Esperándolo todo. La foto en blanco y negro le dio otro toque, siendo obra del cineasta Cristián Galaz.
¿Por qué es inmortal “La voz de los ‘80”? Porque obligó a rearmar la música chilena, obligó a los medios a ponerle atención a tres muchachos de colegio público que venían con su oratoria prodigiosa, y tres instrumentos, a escribir un punto aparte y un subtítulo dentro del libro de historia de la música chilena; “La voz de los ‘80” es un trabajo inquieto, de absoluta potencia creativa, sin excusas y sin ganas de ser correcto.
“Sangre latina necesita el mundo/ roja, furiosa y adolescente”
“Para amar para amar / tu identidad debes falsear”
“El mejor gancho comercial/ apela a tu imbecilidad“
“Se llame religión se llame nacionalidad/ no queremos representatividad”
“De las entrañas de nuestras ciudades/surge la piel que vestirá al mundo”
Los clásicos merecen ser tratados como tales y la “La voz de los ‘80” hoy parece no ser solamente un disco, parece ser un espejo para Chile. Porque no suena del pasado y eso es lo que le apena a González porque, aunque él no quiera, nada ha cambiado. “La voz de los ‘80” le sigue hablando al Chile del siglo XXI.