Disco Inmortal: Led Zeppelin – Houses of the Holy (1973)

Disco Inmortal: Led Zeppelin – Houses of the Holy (1973)

Atlantic Records, 1973

Luego de lanzar álbumes de abismal contundencia como los primeros cuatro, ¿Qué más se le podía pedir a Led Zeppelin? La respuesta la darían con el imponente despliegue evolutivo y resplandeciente ingenio en «Houses of the Holy». Primer disco con nombre propiamente tal, como queriendo decir «este es realmente nuestro primer trabajo cien por ciento original». Lejos ya habían quedado los años en que a partir de un blues de antaño conseguían piezas de hard rock como nunca nadie las imaginó, cosa que a la postre les ha traído momentos complicados (por hacerlo sin los permisos adecuados sobre todo)-pese a que es prácticamente innegable la genialidad al momento de re versionar en Led Zeppelin.

Pero no, acá había otra cosa. Justamente este disco se divorcia un poco de eso, y del blues en gran medida. La banda quiso demostrar al mundo entero que no necesitaban apelar a estructuras hechas o previamente moldeadas y que también eran otros los sonidos que impregnaban su aura por esos años. «Houses of the Holy» es quizá el primer disco en que la banda experimentó más allá de lo hecho aún. Con Jimmy Page en un estado superlativo de técnica en la guitarra (y de cómo llevarlo a otro nivel en la producción junto a Eddie Kramer, quien por cierto hizo un trabajo magnífico) y Plant siendo el alma total al interpretar estas canciones, también con su mirada universal muy compenetrada, producto de los viajes a oriente que cambiaron totalmente el espectro a la banda. Gran primer ejemplo de ello: la enorme ‘Dancing Days’, otro clásico de voracidad rockera tamaña que como su nombre lo dice te incita al baile y a la fiesta directamente. La guitarra de Page, como nunca, tomando una forma tan adherente en tu cabeza que hasta cuesta explicarlo.

Hay cosas muy disímiles (la verdad ese es una virtud histórica de la banda). Mientras “The Song Remains the Same” es una escalera de energía que trepa sin césar en búsqueda de la gloria, la melancolía de “The Rain Song” nos mostraba nuevamente esa faceta de inspiración soberbia, la que aún es reverenciada por muchos el día de hoy gracias a este tema o «All My Love» o la propia «Stairway to Heaven» de su disco anterior, entre muchas más. Sensibilidad y épica, algo que a LZ le encantaba traslucir y supo manejar muy bien.

El trabajo de John Paul Jones acá es notable. Los teclados y el mellotrón fueron parte importante. La gloriosa «No Quarter» le robaba crédito a los baluartes progresivos de la época Yes o Emerson Lake & Palmer incluso, en una de las construcciones musicales más prodigiosas de la banda. “Over the Hills and Far Away” hacía lo propio, con esas reminiscencias folk pero con ímpetu rocanrolero total. Con ‘The Crunge’ estaba esa mirada funk casi sátira de la banda, que se acentuaba en esta etapa (años en que eran furor por cierto Sly & The Family Stone o Funkadelic), la banda también quiso mostrar su groove y que podían pararse de igual a igual con estos tremendos exponentes. El reggae por fin llegaba al rock duro, o a una banda del estilo. La gran ‘D‘yer Maker’ es una delicia que no expira con el paso de los años. La acertada entrada de John Bonham en batería, esa dulzura caribeña (Jamaica está en el imaginario de la canción) y la voz de Plant con una soltura y esta cosa seductora de siempre, hacen de ella una canción extraña para el formato Zeppeliano, pero otra prueba que la banda quería apuntar hacia otros lados, claramente. Quizá ‘The Ocean’, al cierre, es más de un poco parecido a lo que le veníamos escuchando, riffs marcados y Plant cantando en una forma más bestial y hard rockera, pero sigue siendo un gran tema.

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No podemos dejar de hacer un repaso por este disco sin hablar de su portada, una obra de arte (cómo mejoró con respecto a sus feas-hay que decirlo- portadas anteriores) con estos niños y guiños al sacrificio humano trepando como animales. Todo inspirado en el libro Childhood Ends. Un disco así tenía que tener una portada grandilocuente (no por nada, la banda se asesoró con Hipgnosis, los encargados de los flamantes artes de Pink Floyd) y verdaderamente resultó.

Es tan sola otra joya más en la tremenda discografía de estos genios, que por esos años, por cierto, también lidiaban con tragedias, adicciones y constantes quiebres y cuestionamientos, pero que pareciese que musicalmente no les afectaba en lo más mínimo. La construcción de discos inmortales, al parecer, va marcada por esa tangente de forma histórica.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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