Disco Inmortal: Porcupine Tree – In Absentia (2002)

Disco Inmortal: Porcupine Tree – In Absentia (2002)

Lava Records, 2002

«In Absentia» marcó sin duda un antes y un después en el curriculum musical de Porcupine Tree. Los procesos experimentales de sus primeros discos intentaron cosas innovadoras hasta decir basta, y muy difícilmente hacia finales de los ´90 Porcupine pudo haberse acercado al mainstream o a la masividad musical.

Y aunque el cambio de switch pudo haber venido antes con el «Lightbulb Sun» (2000), iba a ser claramente este «In Absentia» el que iba a abrir caminos en terrenos más masivos a la banda británica, aunque la experimentación y las claras cuotas de genialidad de parte de Steven Wilson al momento de componer no iban a disiparse, al contrario, la propuesta se convertiría en un rock progresivo muy melódico pero también con momentos musicales de ensueño potenciados por una búsqueda constante a un nivel impresionante.

También hay dos factores relevantes en esta nueva etapa para la banda: la incorporación de Gave Harrison en la plaza de baterista en recambio de Chris Maitland, el tipo que estuvo desde los inicios, es decir, hace ocho años atrás. También la banda terminó su relación con Snapper Music para empezar a fichar con Lava Records, culminando así una gran etapa en su carrera para empezar a pavimentar algo mucho mejor aún.

La apertura del disco es redonda, dos temas que ya nos empezaban a marcar cual sería más o menos la tendencia del disco, ‘Blackest Eyes’ y ‘Trains’ dos temas exquisitos en arreglos, afianzados por unas mágicas guitarras acústicas que parecían tener una simpleza única pero que a la vez se solventaban aún más con curiosos desvíos y ambas apelaban al factor emocional de una forma increíble.

‘Blackest Eyes’ se presenta más pesada, riffs tremendos para ir retratando una historia con esa lírica de Steven Wilson tan romántica y oscura al mismo tiempo, los golpes de las cajas de la batería de Gavin Harrison apareciendo casi como carta de presentación, como diciendo «¡aquí estoy yo!» realmente fulminante. La canción se cae de cuajo para ya empezar a darle el paso a una de las más preciadas composiciones de PT, no sólo de este álbum sino que de toda su carrera: ‘Trains’, una belleza, los rasgueos de su entrada sólo son parte de una canción con una inspiración muy profunda, también el factor percusión y las adiciones de la guitarra enchufada son parte primordial, la canción crece y crece cada vez más, entran unas palmas y un banjo en una especie de break del tema, los coros y la forma de cantar de Wilson realmente estremecen, una de las aventuras más emocionantes del disco.

La delgada línea entre el rock progresivo y la powerballad rockera más convencional aparece en ‘Prodigal’, otra canción muy cuidada, fina y con unos juegos armónicos muy hermosos. El misterio y la escuela del Porcupine Tree de obras más experimentales como las de sus primeros pasos a principios de los ’90s llegan con una fuente renovada de sapiencia musical en cosas como ‘Lips of Ashes’, ‘Gravity Eyelids’ y en ‘The Creator has a Mastertape’, en esta última la oscuridad y esa indolencia experimental de parte de Wilson y en este caso de Colin Edwin en el bajo son notables, las guitarras entran como un demonio casi como explotando de forma caótica en tu cabeza.

El disco va variando su vital propuesta y cosas como la instrumental ‘Wedding Nails’ también sorprenden, acá pareciese que estuvieramos ante algo hecho por un virtuoso guitarrista, un shredder, categoría que en realidad Wilson no está del todo ajeno. ‘The Sound of Muzak’ por ejemplo ya va representando esta idea de Steven Wilson que desarrolló más adelante incluso, la del completo desagrado con lo que este sistema nos quiere ofrecer o hacer tragar combinándolo un poco con mensajes ecológicos («Ahora el sonido de la música viene en pastillas de plata, diseñadas para adaptarse a ti creando emociones baratas, la música de la rebelión te hace querer rugir, pero es hecha por millonarios que casi te doblan la edad»).

Las atmósferas espaciales y todo eso que Porcupine Tree sabe tomar prestado de forma muy particular de la escuela que dejó Pink Floyd llegan en ‘.3’ , un tema que nos manda justamente a flotar un rato al espacio, acá el protagonismo de Richard Barbieri en los teclados es primal.  El final con ‘ Collapse the Light Into Earth’ abre con unos pianos llenos de melancolía, Wilson hasta el último minuto dejando claro que sus letras no serían para nada «comerciales» como quizá el cambio que le podría haber estado dando a su música en esta entrega, el factor apocalíptico, abstracto y oscuro es algo que se mantiene hasta el día de hoy por la banda.

Un gran disco, una demostración de que la banda podía dar bastante y que las ideas musicales que empezaban a fluir de la cabeza de Wilson quizá ya se iban orientando en otras direcciones, pero direcciones que la iban a llevar a confirmar que la banda estaba en pie firme para empezar a solventar sólo el principio de uno de los mejores momentos de su carrera.

 

Patricio Avendaño

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