Disco Inmortal: Ramones – Road to Ruin (1978)

Disco Inmortal: Ramones – Road to Ruin (1978)

Sire Records, 1978

Ramones con efervescencia pop como nunca. Con una mirada nostálgica a las canciones de los sesenta, con un encantador sentido de la melodía, pero con una actitud intocable. «Road to Ruin» se convirtió en el primer disco de los Ramones realmente bien cuidado, con una preocupación en las composiciones para que fueran más prolijas que nunca y con el antecedente claro de un cambio radical en el plan de trabajo. ¿El resultado? Sin duda una de las más veneradas placas de su discografía.

Un poco antes de la grabación del disco Tommy Ramone dejaba la batería para afrontar esta nueva etapa como artífice: productor de los discos, en un lazo laboral que duraría muchos años más, pero, ¿quién era el elegido para ocupar la batería? Nada menos que el único Ramone sobreviviente actual: Marc Bell (Marky Ramone), sugerido por el propio Dee Dee en su olfato que no salía del mítico y legendario CBGB, pero que siempre proponía cosas importantes para la banda. Mark había sido previamente el baterista de Richard Hell & The Voidoids, y preguntándole si él estaba interesado en ensamblar con el sonido de los Ramones, la respuesta fue un sí fuerte y claro.

Un mes después de este encuentro y propuesta, Bell fue invitado por Danny Fields y Monte Melnick a la audición para la banda. No fue tarea fácil. Alrededor de veinte más audicionaron para ser el baterista de una banda que ya por esos años (1978) hacía leyenda. Finalmente, con Tommy supervisando la opción final. Bell tocó «I Do not Care» y «Sheena Is a Punk Rocker» y cada miembro acordó permitirle entrar en la banda.

El lugar elegido, Midtown Manhattan en los Media Sound Studios, en las instalaciones de una antigua Iglesia Episcopal. El ingeniero de discos Ed Stasium explicó el proceso de grabación: «Después de que Tommy dejó la banda, fuimos directamente a trabajar en el álbum Road to Ruin con Marky, ensayamos mucho tiempo con Marky, lo controlamos y lo adaptamos al sonido que queríamos y luego fuimos al estudio. Gastamos mucho dinero, y todo el verano, en Road to Ruin», recuerdan.

Las baladas, los coros, los solos de guitarra, las melodías a diestra y siniestra (cosa que les quedó muy bien a los Ramones siempre) marcaron la nueva senda de la grandiosa banda neoyorquina. Desde el divertido y abrazador himno ‘I Wanna Be Sedated’, una canción que nació del estrés para convertirse en todo lo contrario. Según la historia contada por la banda, después de un show en Londres, Joey le dijo a la mánager Linda Stein: «Put me in a wheelchair and get me on a plane before I go insane.» («Pónganme en una silla de ruedas y dejenme en un avión antes de que me vuelva loco»). Esta cita sería el estribillo de «I Wanna Be Sedated», cuyas letras invocan ese estrés que la banda estaba sufriendo durante la gira de «Rocket to Russia», pero que paradójicamente suena como clásico de animosidad y fiestas llenas de bohemia urbana (cómo no pensar en ese magnífico video donde de todo pasa mientras los Ramones parecen estar inmunes al desenfrenado entorno). Un himno de la vida.

Cada canción brilla con color propio, la entrada con ‘I Just Want to Have Something to Do’ entra como latigazo para convertirse en otra de sus piezas clásicas. Suena a clásico rock, aunque el desencanto de todo y la apática ironía lírica están en toda ella. Con ‘Needles & Pins’ la banda se probaba a sí misma cubriendo un tema de los viejos beat británicos The Searchers con ese romanticismo beatlesco demasiado evidente en Joey Ramone. Qué gran acierto y que bien la hicieron en su construcción armónica. Con ‘I Against It’ el punk rock de sus inicios decía presente, como para no desencajar del todo, una pista de mucho speed y labia contestataria, como ya era lo usual pero con estos moldes nuevos. Con ‘Bad Brain’ también tenemos este punk callejero tan impregnado de la banda, pero eso sí acá hay un sonido más limpio evidentemente: pruebas, sonidos de cencerros, experimentos atmosféricos que antes en la banda pobremente se habían dado. Tommy Ramone quiso dejar su firma en este disco y vaya que se nota.

La certera e hiriente ‘I Don’t Want You’ casi contrastaba con la enamoradiza y pegajosa ‘She’s The One’, que además dejaba ese trabajo tan pulido en la batería de Marky. Acá podíamos oír cada instrumento fuerte y claro, con una delicadeza en las máquinas de grabación pero con una fuerza enorme al mismo tiempo. El disco no te defraudaba porque ahí estaban los Ramones de siempre, sonando mejor y haciendo lo que más les gustaba, con pasión y actitud. ‘Go Mental’, enarbolada de melodías amables pero con un escape en estridencia rockera al final más que interesante para lo que venían haciendo.

Lo del sonido no es cosa personal. El propio Tommy Ramone lo dejó más que claro en su momento: «Road to Ruin reflejó no sólo el amor perdurable de Ramone por el pop de los años sesenta, sino un deseo persistente de expandirse más allá de los límites de 120 segundos en busca de un nuevo vocabulario de ganchos armónicos, aunque vinculado a los sonidos de guitarra establecidos en sus tres primeros álbumes».

Un disco clásico y que el día de hoy quizá suena a como uno de los más claros del punto de vista de cómo recoger toda esa basura punky callejera y transformarla en un muy bien construído álbum de rock.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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