«Killing Is My Business… And Business Is Good»: el renacer de Dave Mustaine en Megadeth

«Killing Is My Business… And Business Is Good»: el renacer de Dave Mustaine en Megadeth

Capitol Records, 1985

«Éramos drogadictos, éramos chicos malos. Éramos alcohólicos. Fumábamos porro, nos metíamos en peleas y nos cogíamos chicas. Y éramos completamente despiadados» cuenta Mustaine en su autobiografía sobre aquellos años en la previa a la salida de este disco, donde además cita a Chris Poland, el guitarrista con que la banda debutó discográficamente: «Supongo que nuestro objetivo fundamental era romper todas las reglas de Dios y del hombre, y creo que prácticamente lo hicimos».

En ese entorno dio vida un disco feroz, no tan pulido ni tan grandiosamente producido, pero un disco con vísceras, el que estuvo esperando varios años Dave Mustaine para mostrarle al mundo su «venganza», la fuerza motora que le dio el despido de sus ex-compañeros y amigos de Metallica como para decir “tengo mi propia banda y voy a patearles el culo».

Fue importante cómo llegó a formar la banda el colorín. Dave Ellefson, compañero de toda la vida en Megadeth, era un tipo que tocaba en el apartamento de abajo de donde vivía Mustaine y que hacía sonar las líneas de bajo de «Running With the Devil» de Van Halen estruendosamente no dejando dormir a nadie. Un macetero lanzado y unas cervezas posteriores empezaron una amistad legendaria con «junior», porque sí, el jefe en los primeros años nunca soportó que hubiera dos «Dave» en la banda, así que de esa forma lo llamó durante bastante tiempo.

Era difícil ser más junkie que Mustaine en ese período, pero ahí estaba Gar Samuelson, quien llegó bastante tocado en heroína a las audiciones y con un cigarrillo extinguiéndose que le quemaba los dedos. Fue solo cosa de escuchar su forma de tocar y esa escuela «jazz» para que conquistara los oídos de Mustaine. Chris Poland, otro patán talentoso conocido de Samuelson completaba la alineación. Con esta banda afrontaba el poderoso primer paso, el que hasta último minuto no tenía vocalista, pues Mustaine siempre se tuvo demasiada confianza como guitarrista (y era que no, si les dejó algunas piezas invaluables a Metallica sin recibir mayores créditos), pero nunca, o al menos hasta el momento de entrar al estudio, se la creyó como cantante. Fue el propio Ellefson quien lo instó: «¿por qué no intentas cantar tú?» Hubo un apurado pero riguroso trabajo previo vocal eso sí, que finalmente terminó por distinguirlo como una voz única, y de aquello da cuenta con orgullo en el libro.

El estudio Indigo Ranch en Malibu sería la sede, el presupuesto: ocho mil dólares, de los cuales cuatro mil se fueron a carne picada, drogas y alcohol y los otros cuatro para el disco. La plata se fue rápido y las drogas escasearon, la banda no tenía casa y Mustaine tuvo que verse obligado a vivir con el productor Karat Fay, quien aun no se sabe si es bueno o malo que en su CV esté este disco, para quien venía de grabar a KISS.

Pese a obtener otros 4.000 para grabar, la banda nunca pudo aprovechar al máximo en ese estudio su potencial y este disco, que de todas maneras es un clásico indiscutido del thrash, no sonó todo lo bien que debería, aunque las composiciones eran abrasivas y totalmente poderosas: «Rattlehead» y «Skull Benath the Skull» fueron las canciónes que cuentan la historia de la icónica mascota Vic Rattlehead, una calavera que lidia con magia negra y otras aventuras y que adorna la portada, aunque esa que vemos nunca fue la original que quiso el líder.

Portada de la reedición más apegada al diseño original de Dave Mustaine

Un improbable hit como «These Boots Are Made for Walkin» fue cara del disco, «una cancioncita con aire blusera interpretada por Nancy Sinatra» como la sindica Mustaine en su biografía dedicándole un par de páginas, sobre todo al hecho de que el autor, Lee Hazlewood, no le gustó la mutación en las letras «tan ofensiva» (estuvo llena de censuras y «pitos» en las partes más groseras en algunas ediciones) y en que a la frase «something you call love, but confess» («algo que llamas amor, pero confiesa») lo cambiaran por «something you call love, but i call sex» (algo que llamas amor, yo lo llamo sexo»).

«Mechanix» exportaba por supuesto su aporte a Metallica y ahí estaban las notas de «The Four Horsemen» en una versión más enfermiza y sacada de las tripas, o aquel temazo que titulaba al álbum que gozaba de toda la experticia de un baterista drogo pero maestro como el gran Gar Samuelson y las notas a mil por hora de Chris Poland y Mustaine.

Dave Mustaine con este disco explotaba en adrenalina junto a una banda de secuaces y «partners in crime», pero buenos músicos al fin y al cabo y lograron desatar una energía, rabia y velocidad innatas, como una especie de catarsis de lo que le había dejado la expulsión de Metallica, una marca de por vida. Pero solo era el primer y sucio germen, la historia recién se empezaba a contar y la grandeza estaba a solo un paso.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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