“Hypnotize”: el contraataque de System of a Down

“Hypnotize”: el contraataque de System of a Down

Columbia, 2005

Como pasa muchas veces en la vida, las cosas cansan. Y System of a Down había llegado a un punto de no retorno en cuanto a seguir avanzado en su carrera, con creatividad  y mérito, para estar en los primeros lugares. La banda había dicho que “Mezmerize” era la primera parte de un trabajo conceptual formado por dos discos; dicho eso, la continuidad musical, era predecible, más aún si se considera que las canciones de ambos trabajos, se grabaron en las mismas sesiones bajo la atenta mirada y guía de Rick Rubin, rey Midas al cual acudieron muchas bandas metal y hard para suavizar su sonido y hacerlo más masivo. Serj Tankian y Daron Malakian se entregaron en sus labores, en el micrófono y doblaje de voces, cantando sobre los mismos temas que habían sido discurso durante su carrera.

“Attack” es el inicio que, claramente, remite al trabajo anterior por su ritmo acelerado y puente tranquilo con dobles voces, para luego entrar con una sección fuerte y pegadiza… We shall attack! nos gritan como consigna de la casa. “Dreaming” sigue la línea pero con una parte central más relajada, parecido a “ATWA”; las voces de ambos cantantes se entrelazan para generar esa confusión sonora típica de la banda, pero con un aura de mala gana. “Kill Rock & Roll” tiene un mensaje obvio y repetitivo. La banda siempre tuvo una retórica sin disfraces y sus letras eran de conceptos claros, y en este disco no perdieron el tiempo tratando de convencer con reflexiones filosóficas; el tema trata de ser efectivo, de seguir la pauta, pero sabe a algo que ya hemos escuchado antes; ¿acaso “Hypnotize” era una señal de que se les estaba acabando la fórmula del golazo?

El tema homónimo se lanzó como single por su melodía pegajosa y que evoca algo de “Aerials” en el inicio, pero que más adelante descarga su sección metálica muy inspirada, en un “in crescendo” bien logrado. “Stealin Society”, por su lado, refleja todo lo que les hizo grandes. No se complican en la ejecución y se lanzan con una base rítmica potente, sin respiro, contundente, y si bien le falta ese toque de maldad, el track no decae y te recuerda por qué se ama a esta banda, más allá de “Toxicity”. Tankian conjuga la agresividad en “Tentative” y gracias a esa verborrea punk, le hace hasta un homenaje a Johnny Rotten.

Luego, el disco entra en un bosque intrincado, del cual le cuesta salir. No hay nada muy inspirado ni especial, salvo “Holy Mountain” y “Lonely Day”, que recuerdan esos días aciagos del genocidio armenio y que se cantan con una cuota de sufrimiento adicional.

El cambio constante de temperamentos, entre la bravura guerrera de Tankian y el tenor más limpio de Malakian, produce un interesante contrapunto de armonías, muy del tipo Jefferson Airplane. Sin embargo, en varios momentos, ambos modos colisionan en el álbum y no sé sabe quién avanza y quién retrocede, detalle que aporta a que ninguna canción salga absolutamente ganadora.

Y eso nos da pie para pensar si ese era un buen momento para que SOAD se separara, y ante la escucha de “Hypnotize” creemos que sí. Cuando ya falta inspiración, hay que tomarse el tiempo para buscarla, a pesar de lo que diga la discográfica. Los fans queremos que, si deciden renacer, lo hagan floreciendo en creatividad, para no tener que volver siempre a los mismos discos y canciones que terminaron siendo sombra de este trabajo final de una etapa. Ojo, está lejos de ser un mal disco, es más bien un punto seguido (o aparte) en la carrera de los californianos, porque escucharlo nos hace recordar que existe una herencia musical sensacional y, por lo mismo, este disco funcionaría como puente por si, en algún momento próximo, nos invitan a cruzar para ver si hay algo más del otro lado.

Macarena Polanco

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