La música en otro horizonte de Magma

Nuestro país hace rato que es estación obligada para bandas de primera línea del mainstream, pero también para otras que, respaldadas por el tono soberbio de sus composiciones, aparecen más lejanas a la multitud y destinadas a ser el disfrute para ciertos oídos. En otras palabras, hay bandas que nadie quiere escuchar, pero porque no las saben escuchar, y esas también están llegando al país con espectáculos de calidad irrefutable, sin que eso signifique salas llenas. Es el caso de los franceses de Magma, cuya historia se remonta a toda esa casta progresiva que vivió Europa y el país galo, específicamente, cuando decidieron unir el beat y el pop de los ‘60, logrando un estilo que se ha solidificado con las décadas y, a estas alturas, ya es casi inigualable; tanto así, que hacia los ‘70 el conocido folk francés le disputaba supremacía al rock en el viejo continente.

Pero el caso de Magma es muy especial, porque la banda logró zafarse de ser encasillado dentro de una categoría al ser los fundadores de algo que no existía. Más allá de tener influencias y gustos musicales definidos, la creatividad en máximo estado los llevó a impulsar el “Zeuhl”, subgénero que se basa en el distanciamiento de las presiones de las discográficas y en la necesidad de una plena libertad para lograr plasmar la creatividad, tanto así que se requirió hasta de la invención de un nuevo lenguaje (kobaïano) como fuente de expresión. A Christian Vander, fundador de la banda y fanático de John Coltrane, le parecía que el idioma francés era insuficiente para enunciar la complejidad de sus composiciones; para muchos, esto podría ser un sinsentido, pues significa alejarse de la masa, corriendo un alto riesgo; sin embargo, al ser la característica de esta “lengua” su absoluta sonoridad y nula gramática, una vez que te acostumbras a la propuesta y enganchas con la amplitud de registros de la banda, las palabras del lenguaje cotidiano se hacían innecesarias.

Nombres ilustres como Eden Rose, Martín Circus, Malicorne, Ame Son, Red Noise y otros, fueron parte de la estupenda corriente en la que le tocó desenvolverse a Magma. Pero fueron ellos los que alimentaron un panorama más ligado a la experimentación. Si bien parten en los escenarios ligados al jazz puro, de a poco fueron incorporando vertientes rock, música más docta y elementos de otros géneros, como fusión y neoclasisismo, para transformarse en una musicalidad que brillaba en un horizonte cercano, pero sólo para unos pocos.

Como ya dijimos, Coltrane fue significativo para definir la esencia de la banda, principalmente, por su enorme talento a la hora de improvisar, lo que le permitía ser versátil y creativo. La historia cuenta que tras la muerte de Coltrane, Vander se hizo de la idea de llenar el vacío que le había dejado la muerte de su ídolo y para lograrlo fue en búsqueda de nuevas formas, lo que implicaba distanciarse de la música de su época. De ahí la creación del lenguaje propio y todo aquello pero, más allá de los detalles, lo que importa es que Magma se transformó en una inmensa banda de rock progresivo, con 13 discos conceptuales que componen una “ópera” en la que se cuenta la historia de Kobaïa, un planeta ficticio que sirve de refugio a un grupo que huye de la Tierra.

Esa es la propuesta de Magma, ciertamente compleja y muy conceptual, pero que ha dotado al progresivo de un estandarte supremo, que hasta hoy crea música intrigante, con cientos de detalles por descubrir y con muchas armonías y capas que no tienen igual.

Francia ha sido fuente inagotable de excelente música progresiva y Magma es un ejemplo de privilegio en cuanto a calidad de músicos y originalidad de sus canciones, la que posibilita tener miles de versiones de esa mitología en lengua Zeuhl, corriente que ya se ha extendido por Europa y ha llegado hasta Japón, con una gran cantidad de bandas practicantes de este subgénero alucinante.

Por Macarena Polanco G.

Revisa acá los detalles del show en Chile.