New Order en Chile: El Edén del electrorock

New Order en Chile: El Edén del electrorock

Anoche el rock electrónico de New Order se volvió a tomar el Teatro Caupolicán, así vivimos el regreso de los ingleses a Chile.

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Bernard Sumner en el Teatro Caupolicán. Foto por Bastian Cifuentes

Desde su obligada reestructuración, New Order cambió varias cosas en el panorama del pop-rock. Algunas de ellas, fueron la creación de un ensamble perfecto entre guitarras y la electrónica, junto con dar el golpe de timón que significó lanzar el single “Blue Monday”, el cual dictó la pauta de un nuevo código para la pista de baile. Desde entonces, estilos y modas han pasado, pero cuando suena New Order sabes que el movimiento al ritmo de sintetizadores y tonos bajos es de total calidad y simboliza un momento único para una generación. Por esto es que se agotaron rápidamente las entradas cuando se anunció el cuarto show de la banda inglesa en nuestro país, programado inicialmente para noviembre pero que tuvo que ser cancelado el mismo día debido a descoordinaciones con el equipamiento técnico, reagendándose para el 9 de enero. La presentación del último material discográfico del grupo, que tuvo críticas muy positivas, más la revisión a los clásicos de siempre, eran la imponente carta de presentación para llegar al Caupolicán.

 

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Gillian Gilbert. Foto por Bastian Cifuentes

En un show de dos horas, los de Manchester volvieron a demostrar que son los reyes de este estilo surgido en los ’80 y que moviliza a un público entusiasta y fiel, el que llegó desde muy temprano al recinto con abundancia de poleras de Joy Division y Depeche Mode. La pantalla gigante se encendió pasadas las 21hrs, mostrando imágenes de clavadistas realizando saltos ornamentales en cámara lenta, dando el primer punto ganador del show: la calidad del material visual que acompañó a los músicos. Bien producido, sintonizando con el tema, privilegiando los colores azulados pero también los amarillos y fucsias. Bernard Sumner, Stephen Morris, Gillian Gilbert, Phil Cunningham y Tom Chapman abrieron la velada con “Singularity” y “Ceremony”, esa admirable bisagra entre dos páginas brillantes de la electrónica con fusión rock. “Age of Consent” refrenda lo anterior gracias al protagonismo del bajo; con canciones como ésta se entiende el porqué de la decisión de la banda de usar como ancla este instrumento. “Restless” y “Crystal” completaron una primera parte muy favorable, aunque no exenta de ciertos tropezones de sonido. Siguió “Subculture”, temazo del disco “Low Life” (1985), para seguir con un clásico de altura y que fue uno de los mejores momentos de la noche: “Bizarre Love Triangle”, himno del álbum “Brotherhood” (1986) y que llegó al rescate cuando su popularidad empezaba a menguar; fue una versión menos impulsiva pero elegante, que igualmente provocó desenfreno en la cancha del Caupolicán y en la colmada platea. Y qué decir de “Vanishing Point”, en el cual Sumner mostró su lado menos flemático y fue mucho más comunicativo, atreviéndose con el baile en varios momentos. Eso jugó a favor de la conexión con la gente, la cual perdonaba las fallas de sonido porque prefería seguir sintiendo la energía que transmitía un buen setlist, construido en base a casi 40 años de carrera. La sorpresa de la jornada fue “World”, que no había estado contemplada antes y que es una de las buenas propuestas para recordar creaciones de los ’90. “Plastic”, una de las joyas de su último trabajo, dio paso a la historia con canciones que permitieron soltar todas las emociones que provoca una carrera musical que se clavó en el corazón de la juventud que construyó sus mejores recuerdos gracias al baile. Así pasaron las geniales “The Perfect Kiss” y “True Faith”, la incombustible “Blue Monday” y que es uno de los ritmos más reconocibles de los ’80, junto a “Temptation”, canción que es emblema de la oscuridad más absoluta que tuvieron que vivir, pero que prefirieron enfrentar creando un single lleno de luz: y justamente fueron las luces blancas y su hermosa sincronización, las que crearon esa atmósfera. Maravilloso momento.

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Tom Chapman. Foto por Bastian Cifuentes

Tras el encore, el quinteto volvió para revivir lo que los convirtió en leyenda: Joy Division (e Ian Curtis). Con imágenes de su ex líder en las pantallas, despacharon tres diamantes invaluables del post-punk: “Atmosphere”, “Decades” y “Love Will Tear Us Apart”. Un final de oro para un show que privilegió el último disco pero que adornaron con canciones de su historia, la misma que ayudó a crear tantas otras para la juventud de los ‘80. Mención aparte para Bernard Sumner, quien pidió disculpas al público por la cancelación del show de noviembre y que se mostró cercano, participativo y siendo insistente en que éramos una fantástica audiencia. Conectó y entregó pura energía emanada de su electrorock y originalidad.

Últimamente, New Order había hecho más noticia por la relación caótica con Peter Hook que por sus nuevas creaciones. Todo ese desgaste de años no se sintió en el Caupolicán, el que fue convocado a celebrar los viejos tiempos y a disfrutar de una colección de clásicos ineludibles. Cada vez que New Order viene a Chile nos presenta un poco de perspectiva de un pedazo de historia de la música popular y esta vez no fue la excepción.

 

Por Macarena Polanco   

Fotos por Bastian Cifuentes

Macarena Polanco

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