Ni las más conocidas, ni legendarias, ni las más pesadas: 7 canciones que simplemente nos gustan de Judas Priest

Hablar de Judas Priest es entrar a una catedral de acero. Más de 50 años, 19 discos de estudio, un legado que moldeó el heavy metal y atraviesa generaciones enteras de metalheads. Una trayectoria asociada a la potencia de sus riffs, los gritos de Halford o la velocidad de su batería. Pero limitarse a los himnos más populares es perderse un Judas Priest que también es introspectivo, experimental, emocional o narrativo.
Esta nota es una invitación a detenerse en siete canciones que, sin ser necesariamente las más escuchadas –a excepción de The Sentinel–, contienen capas de significado, riqueza musical o simplemente una fuerza que resiste el paso del tiempo. Cada una de ellas de alguna manera logran enraizar el cuerpo con su sonido, el sonido de Judas Priest.
DREAMER DECEIVER
Sad Wings of Destiny (1976) fue el segundo disco de Judas Priest, pero el primero en afirmar su identidad artística y dentro del álbum, «Dreamer Deceiver» destaca por romper con lo esperado. Es básicamente una experiencia extracorpórea, casi un viaje astral que culmina con uno de los in crescendo vocales más épicos del heavy metal. De producción minimalista, aquí todo suena orgánico y etéreo. El bajo de Ian Hill aporta calidez, mientras las guitarras se deslizan con una melancolía casi cósmica. La canción refleja también el estado emocional de Halford en ese momento, y su sensibilidad se ve plasmada en esta composición prácticamente suya, junto con “Deceiver”, que la sigue como un espejo distorsionado.
«Dreamer Deceiver» es una escapada. Y es posiblemente uno de los primeros indicios de lo que sería el doom.
SINNER
Sin After Sin fue el tercer álbum de Judas Priest y el primero bajo el sello CBS Records. Coproducido junto a Roger Glover, bajista de Deep Purple, este disco fue la entrada hacia la fama y «Sinner» lo abrió como un manifiesto sonoro en un momento en que el punk arrasaba en Reino Unido.
Desde el primer riff, «Sinner» se impone con una actitud amenazante. Tipton y Downing construyen una atmósfera tensa y peligrosa, en un ejemplo temprano del trabajo dual de guitarras que más tarde definiría su sonido. La batería del músico de sesión Simon Phillips destaca especialmente por su técnica veloz, con redobles complejos y una energía más cercana al rock progresivo que a los álbumes posteriores.
¿Es esta canción una crítica a las instituciones que reprimen los deseos humanos? ¿Una metáfora del heavy metal mismo, visto como “pecaminoso” por sectores conservadores de la época? Tal vez. Pero lo que sí deja claro “Sinner” es que Judas Priest no sólo forjó el acero del heavy metal, sino que lo cinceló con fuego interior.
DISSIDENT AGGRESSOR
“Dissident Aggressor” cierra Sin After Sin (1977) reafirmando la velocidad y agresividad que ya proponía “Sinner” al inicio del disco. Todo suena violento, pero no caótico; es una violencia estructurada y que amplifica su impacto como una avalancha imparable. La letra es un grito de resistencia frente a estructuras opresivas sociales, ideológicas e internas que canaliza rabia, alienación y una necesidad de liberación.
La batería con doble bombo de Simon Phillips fue una influencia clave para el desarrollo del thrash y el speed metal. En 1977, escuchar esto debió sentirse como una patada en el pecho. Una década más tarde Slayer rendiría homenaje con una poderosa versión incluida en su disco South of Heaven (1988). Nunca fue tocada en vivo hasta la gira mundial de 2008. Allí, finalmente grabada en directo, recibió un Grammy a mejor interpretación de metal. Un reconocimiento que llegó después de más de 30 años para una canción que estaba adelantada a su época.
“Dissident Aggressor” es la antesala directa del metal más extremo.
EVENING STAR
Killing Machine (1979) es un disco clave para entender la transformación de Judas Priest hacia un sonido más definido, pero también honesto en explorar sonidos melódicos e incluso AOR. “Evening Star” es una rareza, un riesgo, una declaración de versatilidad y un sencillo que mostró que Judas Priest no temía explorar.
La canción habla de la estrella vespertina que se asocia con Venus y es vista como una guía, como una promesa de claridad entre la incertidumbre del autodescubrimiento. Lo impresionante aquí es la estructura, inicia calmada pero va creciendo de forma controlada hasta el estribillo, donde Halford deja salir el poder de su voz, pero sin llegar a la exageración. Hay una mirada hacia el futuro con anhelo, pero también con determinación. Es una canción que vibra con el espíritu de seguir adelante, incluso cuando el destino es incierto.
HEADING OUT TO THE HIGHWAY
A comienzos de los 80s, el heavy metal ya estaba en auge, pero las bandas aún buscaban formas de conquistar nuevas audiencias con un sonido más accesible sin tener que renunciar a su esencia, y Point of Entry (1981) es un disco que encapsula ese momento en Judas. El metal seguía siendo su fuente a la hora experimentar esos sonidos más accesible. «Heading Out to the Highway” es el ejemplo perfecto de esto. Más melódica y menos oscura comparada con la mayoría de las canciones de su repertorio. Una mezcla limpia que alberga un riff de guitarra y un coro pegadizo creado para quedarse. Es Priest jugando con el hard rock norteamericano sin perder su esencia británica.
Es simple, directa y contagiosa. Un himno a la libertad.
THE SENTINEL
En 1984, Judas Priest ya se había establecido como una de las bandas más influyentes del metal y «The Sentinel» es una mini épica de cinco minutos que mezcla velocidad, técnica y una atmósfera casi apocalíptica. Tiene una intro de guitarra de Tipton y Downing brutal, que se desenvuelve a lo largo de la canción con guitarras rápidas y agresivas, y la forma en cómo alternan sus solos al medio de la pieza parece crear una sensación de lucha y conflicto. La fuerza de la voz de Halford pareciera elevarse como si cantara desde una torre en llamas.
Un poco de cine, imaginación y mucho heavy para crear una obra de culto en el género.
NIGHT COMES DOWN
Parte del Defenders of the Faith (1984), un disco potente, lleno de actitud y canciones rápidas, «Night Comes Down» viene siendo una balada, pero realmente es más que una balada, es una confesión vestida de cuero, una noche que llega como sentencia. Es el pulso que conecta con la soledad del desamor y posee una melancolía capaz de conectar con cualquiera que haya sentido el peso emocional de una noche solitaria.
El bajo de Ian Hill sostiene la canción completa, evitando que la pieza se desarme emocionalmente. Le da peso y la mantiene firme mientras las guitarras flotan conteniendo el llanto al escuchar a Halford que refleja un canto herido y desconsolado.
Cruda, desgarradora y verdadera.