Opeth en Chile: Bajo el embrujo de Miguelito

Opeth en Chile: Bajo el embrujo de Miguelito

En un Teatro Caupolicán lleno los suecos sortearon dificultades técnicas para aún así brindar un show épico y variado 

Opeth es una banda prodigia, pero que se toma todo con calma. Incluso las exacerbadas reverencias de su fanaticada más ferviente (Akerfeldt lo ha dicho en un par de oportunidades, le cargan las adulaciones) y un «Enough!» cuando la gente vibraba más de la cuenta lo dejaba claro. Pero estaba feliz. A quien de cariño le decimos «Miguelito» (y bien lo sabe) hizo gala de su maestría no tanto vocal y ejecutora de esa guitarra melosa, dominada ya por el libro que le dan 13 álbumes de estudio con Opeth (y colaboraciones con Katatonia, Porcupine Tree, su paso por Bloodbath o Storm Corrosion), sino que también se mostró muy bromista y comunicativo con su fanaticada.

Y ahí estuvimos para celebrarlo no solo a él, sino que a esta tremenda banda que ha construido un legado hermoso dentro del metal progresivo. Su mezcla de prog, death, con elementos de folk, jazz y música clásica los distingue, hace mucho, como únicos en su categoría (y eso que les ha salido mucha competencia al camino).

‘Ghost of Perdition’ llega para que Opeth lance de entrada una aplastante catedral de sonido (no muy bueno, a priori y nunca tampoco llegando a la perfección merecida, pero yendo de malo a regular/casi bueno). Es un comienzo pesado, una explosión de diez minutos de ritmos progresivos retorcidos, entrecortados, guitarras poderosas y voces guturales (si, Miguelito aun se la puede con eso). Y es que todo el espectro va de la luz hacia la sombra. Esa es la marca de Opeth y esto no fue elegido al azar para empezar. 

El efecto es hipnótico cuando ‘Demon of the Fall’ alcanza su clímax. Akerfeldt se acerca al público y con nada de timidez. Durante la jornada bromeaba cuando se le antojaba, se sentía de local. Es cierto que Opeth no es la banda más dinámica visualmente (a diferencias de shows actuales de Porcupine Tree, del propio Steven Wilson, VOLA o Gojira incluso que hemos visto por acá últimamente), prefiriendo dejar que la música hable por sí misma. ¿Quién quiere pantallas y challas cuando tienes a cinco monstruos del metal prog en frente?

Un lamentable bache técnico de diez minutos nos separaba de esta experiencia, asunto bien lamentable, por cierto, pues cuando el problema estaba subsanado supuestamente aun le faltaba un cable que enchufar en los amplificadores de Akerfeldt. Impresentable.

Pero siguió todo con normalidad: La cadencia pastoral casi medieval de ‘Eternal Rains Will Come’ cambia  a ‘Under the Weeping Moon’ de su debut ‘Orchid’ y nos da la parte más vulnerable del death metal de sus primeros días. Qué lindo setlist.

‘Windowpane’ exuda sensibilidad, con la guitarra trovadora de Mikael, con el bajo siempre al servicio del estado de ánimo de cada tema de parte del uruguayo Martin Méndez (que nos saludó en «chileno») y más la batería de Walterri Väyrynen se sentían con una complicidad de «gatos de jazz» en pasivas capas apoyadas además por un grande en el teclado y su performática en él como Joakim Svalberg (Legolas, sí,  también ganó apodo anoche ) pero ‘Harvest’ era un verdadera delicia para seguir pegados a las estrellas con ese mágico dominio del poder acústico de los escandinavos. 

Las cosas alcanzaron un punto álgido cuando a la mitad del set la banda irrumpió en ‘Black Rose Immortal’, que es prácticamente un milagro que la toquen, aquella epopeya de veinte minutos de ‘Morningrise’, donde Fredik Akesson dice presente por la vieja escuela death y que se convirtió en el mayor desafío para tocar en vivo cuando vieron la lista de peticiones solicitadas que admitió Åkerfeldt en una encuesta previa de sus fans. ‘Burden’ fue la antesala de la furia medieval de ‘The Moor’ que muestra el poder de Opeth conceptual y de escritura de letras en esa joya que nos habla de amor en tiempos de inquisición del gran «Still Life». 

El encore se sirvió con los hechizos adecuados con la alquimia prog de vieja escuela con ‘Sorceress’ para rematar con ‘Deliverance’, en uno de los cierres más épicos y contundentes en conciertos en lo que va del año. Una experiencia aplastante solo vivir ese final.

Hoy repiten y veremos si la promesa del setlist diferente se impondrá más o menos que este show, que fue simplemente embriagador y cautivante, y sí, pese a todo, porque Opeth demostró su profesionalismo, que su sitial de honor de la perfección musical y 30 años de trayectoria no la empaña nada ni nadie.

Setlist: 

Ghost of Perdition
Demon of The Fall
Eternal Rains Will Come
Under The Weeping Moon
Windowpane
Harvest
Black Rose Immortal
Burden
The Moor
Devils Orchard
Alting Tar Slut
Sorceress
Deliverance

Fotos por Cristian Calderón

Nacion Rock

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