Primus en Chile: Nostalgia psicotrópica

Primus en Chile: Nostalgia psicotrópica

Completando su cuarta y contundente noche en Chile finalmente Primus cerraba esta impresionante serie de conciertos donde cumplieron a cabalidad -y muy profesionalmente, hay que decirlo- con cada uno de sus shows, cumpliendo en varios aspectos: artísticos (en todo el sentido de la palabra) en cuanto a puntualidad y entrega ejecutiva de cada uno de sus integrantes (qué técnica y sonido se vieron/escucharon) y hasta mediáticamente, donde vimos a Les Claypool muy relajado con la prensa y medios, demostrando lo grandes que son y, en esta pasada, por sobre todo respecto a las anteriores, lo bien cuidados e íntegros que están sus shows actualmente. Al borde de la perfección (muy lejos quedaba esa paupérrima presentación teloneando a Faith No More en el Bicentenario el 2010).

Pero la noche de la despedida tenía un condimento muy especial: por primera vez en su historia en Chile ofrecían un deleite tal para los fanáticos que los seguimos de muy vieja escuela, más bien desde inicios de los noventa con su seminal álbum «Frizzle Fry», que con el pasar de los años se ha convertido en un disco de culto y muy querido por todos, el cual fue tocado de principio a fin y de forma ordenada track por track.

Sin embargo, el show no sólo contó con eso que ya explicaremos en detalle, sino que en su primera parte nos ofreció un puñado de canciones de toda su discografía, un tanto cargada a «Sailing The Seas of Cheese» (1991), por ejemplo con ‘Those Damned Blue-Collar Tweekers’ en la entrada a las 21.00 puntuales, que era recibida de muy buena manera por el público; ‘American Life’ ya yuxtaponiéndose entre tema y ese gran apoyo audiovisual que hubo con temáticas acordes a cada canción (acá la estatua de la libertad, la bandera de USA y el presidente Lincoln en alocadas secuencias) acompañando una extendida versión del tema; y con ‘Jerry Was a Race Car Driver’ que fue la que cerró el bloque de forma magistral, con todo ese power e intensidad que tiene uno de sus tracks más preciados.

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Entre medio de eso sonaron ‘Lee Van Cleef’ (Green Naugahyde, 2004) y con divertidas imágenes en animé del legendario actor de Spaghetti Westerns en modo zombie extraídas del video oficial, la hitera y pegadora ‘Winona’s Big Brown Beaver’ desatando la histeria colectiva en el centro del teatro (con imágenes de ese notable videoclip con los vaqueros de látex detrás), ‘Moron TV’ y ‘My Name Is Mud’ causando el delirio de muchos con el efecto que provoca aquel temazo de «Pork Soda» (1993). Claypool, como siempre, se mostró con su estilo entre lúdico y caballeroso, saludando al público lo justo y necesario, pues su entrega radica en la forma como nos demuestra en darle a ese bajo más que demasiadas relaciones públicas, y vaya que le dio bien a esas cuatro cuerdas, con un dominio del slapping como casi de piloto automático, dejando claro porqué es considerado todo un capo del instrumento a nivel mundial.

Cerca de las 22:00 Llegaba el momento de la «intermisión» mostrada en pantalla para darle paso a un break de cerca de 25 minutos que nos mostraba algunos capítulos antiguos en blanco y negro de Popeye (bastante entretenidos, por cierto) para amainar el segundo bloque que se venía con todo.

La verdad es que el show de Primus tiene un concepto global, y siempre se han preocupado de aquello, si antes eran estos extraños seres luminosos cuales alienígenas que aparecían entre el público o esos astronautas gigantes de la gira de Green Naugahyde, ahora el apoyo visual era enfermizo y sicodélico, sobretodo en esta parte con «Frizzle Fry», un disco que toca la temática de las drogas, desde su causa y consecuencia y posteriores efectos secundarios. Con esquizofrénicas secuencias, entre mezcladas con cada una de las joyas que tuvimos la suerte de presenciar.

Ahí estaba «To Defy the Laws of Tradition» abriendo este maravilloso bloque/disco en vivo y con la destreza del gran Larry Lalonde luciéndose en la guitarra, pues cual heredero de Frank Zappa y pese a todo el protagonismo de Claypool evidente, quizá en las canciones de este disco más que en ningún otro demuestra bastante personalidad. «Groundhog’s Day» era otra que demostraba aquello, Tim «Herb» Alexander por su parte sólido como siempre, daba mucho gusto verlo ahí muy en forma en la batería después de sus problemas cardíacos que lo afectaron. Un emblema de la banda. ‘Too Many Puppies’ llegaba y la emoción y nostalgia subían cada vez más: saltos, gritos, mosh a la orden del día. ‘Mr. Knowitall’ también hacía lo suyo, las animaciones se tornaban bastante densas y más sicodélicas que nunca. ‘John The Fisherman’ sonó tremenda y relucía esta pasión por el arte y los animales en la banda, una canción con precuelas y secuelas en el cancionero Primus. Era algo delirante la cosa, porque en este disco no hay ningún tema sobrante y se estaban ejecutando todos a la perfección (vale notar cómo mejoró el sonido en esta segunda parte). ‘The Toys Go Winding Down’ y esa marcha de bajo abrumadora con un ejército de robots/juguetes en pantalla nos dejaban uno de los mejores momentos de la noche, una favorita por muchos del disco en general y que se sintió en el Cariola. ‘Pudding Time’ llegaba con un jameo -como en varias- descollante. La nube de humo de marihuana estancada en el techo del recinto la verdad es que se condecía totalmente con estos destellos brillantes de rock lisérgico y pegadas instrumentales.

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Les Claypool llega pegándole al contrabajo con un palo para dar rienda suelta a ‘Sathington Willoughby’ y luego ‘Spegetti Western’, que fue un volón de aquellos con un atormentado personaje mezclándose con sicotrópicos caleidoscopios en esa pantalla, que fue también protagonista de la noche. Lo que se vivía era casi surreal, Primus nos hacía alucinar con su música y puesta en escena, sin exagerar. La rockera ‘Harold on the Rocks’ cerraba este exquisito disco, nuevamente dejando todo en llamas y provocando la despedida del grupo, que si bien creíamos que era el cierre definitivo, aun se guardaban algo más.

Claypool agradeció por estas cuatro noches, aunque la verdad las gracias se las debemos a él y su extraordinario talento. Con bandera chilena en pantalla gigante vuelven para abrochar con una magnífica canción del «Tales From The PunchBowl» (1995), la expansivamente voladora «Southbound Pachyderm», ahora con unos elefantes -muy sicodélicos, nuevamente- saltando al infinito en camas elásticas de fondo, pero la verdad es que lo que realmente deslumbró fue la ejecución de estos tres tipos en el tema, era como ver a Pink Floyd con Zappa, pero recargado a mil en potencia e ingenio en un broche dorado y sumamente volado. Eso es Primus y su marca, algo inigualable y que dejó sin duda -y aunque sea algo temprano para dictaminar- uno de los mejores shows del año.

Fotos: Jerrol Salas

Set 1
Those Damned Blue-Collar Tweekers
American Life
Moron TV
Wynona’s Big Brown Beaver
Lee Van Cleef
My Name Is Mud
Jerry Was a Race Car Driver

Set 2 Frizzle Fry

To Defy the Laws of Tradition
Groundhog’s Day
Too Many Puppies
Mr. Knowitall
Frizzle Fry
John the Fisherman
You Can’t Kill Michael Malloy
The Toys Go Winding Down
Pudding Time
Sathington Willoughby
Spegetti Western
Harold of the Rocks

Encore:
Southbound Pachyderm

Patricio Avendaño

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