Tenemos Explosivos- Cortacalles (2022): La memoria como resistencia contrahegemónica

Tenemos Explosivos- Cortacalles (2022): La memoria como resistencia contrahegemónica

Gitano Records, 2022

Reflexionar sobre la historia de Chile es siempre pensar en la bifurcación narrativa como construcción de contexto, puesto que por un lado tenemos la historia tradicional y hegemónica de un Chile en constante progreso, mientras que por otro lado tenemos latente la memoria de un pueblo que aún llora, clama y busca a sus muertos exigiendo verdad, justicia, reparación y no repetición.

Esta performática constante de construcción de verdad se circunscribe directamente con aquellos lineamientos colonialistas simbólicos y materiales que propenden el binarismo jerárquico de superioridad/inferioridad, civilización/barbarie, recordándonos siempre que la dialéctica de la subalteridad, está escrita a manos de la invisibilización del genocidio, esclavitud, dictaduras, muertes y “cuerpos mutilados”, como esboza enérgico Eduardo Pavez en “Fuego en Isla de Piteas”.

Lo nuevo de la banda nacional que se atreve a usar un verbo en el nombre, nos regala un viaje de 20 estaciones llevándonos a conectar con la memoria de la subalteridad históricamente invisibilizada en un ejercicio de reivindicación, permitiendo construir en praxis aquellos “pasados posibles” como temporalidad narrativa, pero también apostando por la memoria como un acto de invaluable resistencia e impugnación.

El viaje que comienza con “Barco de Teseo” rompe a toda ideación previa, puesto que iniciamos este trayecto con un tenue teclado que acompaña el tono más dulce de la voz de Eduardo, quien en marcos de un perfecto epígrafe nos recalca que “recordar es todo lo que hacemos quienes nos quedamos”, declarando así gran parte del carácter del contenido de este nuevo disco, lo que sumado a la irrupción de la potente cordofonía y percusión de la banda, nos adelantan en conjunto que el ejercicio vívido de este nuevo LP está en marcos de la memoria y valentía.

Seguimos con “Cueca Sola”, segundo sencillo lanzado en promoción de este nuevo trabajo discográfico, y en el que la recuperación fonética representa la raíz popular del Chile quebrado por el dolo de un Estado homicida, y que además el título posiciona intrépida y performáticamente el ajusticiamiento simbólico como aproximación a nuestra historia. Seguimos con “Cultura de la Servidumbre”, track que toma el título del texto de Juan Rivano (1969) y en el que se diagrama el concepto del subdesarrollo. Bajo este manto es que con la potencia del encause de los hermanos Sánchez se abre espacio a la enunciación poética y emplazadora de “Lo que hay que hay que derribar es el mito del individuo que intenta salvarse solo”, para continuar con “nos quieren ver muertos y no lo van a lograr”, tensionando políticamente la colectividad comunitarista como la verdadera riqueza social.

Avanzamos con “Cortacalle”, una oda sonora que esboza desconocimiento, reconocimiento y descubrimiento, sobre el cual se escribe el empuje de la valentía de la acción política directa del “cortacalle y abre caminos”. Seguimos con “Lautaro, La Brigada”, el primer sencillo de este disco lanzado en el pandémico 2020, y que se destaca por la potencia armónica y sonora en la que se enuncia una radiografía profunda al Chile de la desigualdad dentro de un homenaje a un pueblo en resistencia. El título de este track rememora a la Brigada Lautaro, la que fue una unidad de exterminio comandada por la DINA y que en lo particular tenía por objetivo prestar seguridad al Jefe de la Dirección de inteligencia: el asesino Manuel “Mamo” Contreras.

Continuamos con “San Borja”, entre la pesadilla de la muerte de una hija, el horror de la tortura que nos es siempre conocida y cuestionamientos a los afectos, es que en la potencia única de la articulación de los hermanos Sánchez y Álvaro Urrea, dan cuenta de que el duelo es mapa, territorio y hambre, por lo que en esta comunión nos encontramos con “Marchitarse”, una apuesta vívida a la performance poética como declaratoria de fragilidad por medio del recurso figurativo y material del vidrio. Un relato sólido que esta vez decide ser declarado en completo silencio, un recuerdo que captura la misoginia del paternalismo pretérito -y quizás aún vigente- que reconoce que “dos mujeres solas no son personas”, que la violencia, el abuso y la depresión también viven a conocimiento pero en el silencio de los vecinos.

Con una rítmica que nos lleva a reconocernos en un evidente estado de alerta, es que llegamos a “Perro Volodia” el octavo track de este LP, pero también el nombre del perro de Ingrid Olderöck, can despojado de empatía e instrumentalizado para cometer crímenes de lesa humanidad en la “Venda Sexy”. ¿Qué clase de crueldad es ésta?, es lo que nos preguntamos sobre este caso, y cada vez que conocemos lo que siempre nos han querido ocultar. ¿Qué clase de crueldad es ésta? Es lo que también nos preguntamos en “Comando Jungla”, probablemente la performance más dolorosa y vívida de todo este disco. Esta jugada política nos muestra que la historia nunca es lineal, y que para este Chile los espejismos del abuso de poder estarán siempre latentes en ese binomio poder/alteridad, ya que en Chile se castiga la pobreza, se castiga el hambre, la diferencia y se castiga a Camilo Catrillanca y a todo el pueblo Mapuche que clama por un mínimo de dignidad a una sociedad profundamente pigmentocrática que invisibiliza la cosmovisión y cognición indígena bajo una epistémica de estigmatizante criminalización.

Situadas, situades y situados en la mitad de Cortacalles es que “Velorio pal Angelito” se transforma en un guiño directo al impacto sociocultural de Violeta Parra, quien también en pérdida encuentra consuelo y catarsis en la práctica popular de éste arquetipo religioso. Continuamos con “Zanjón de la Aguada”, track donde las guitarras son protagonistas y no temen demostrar que el capital influencial también contempla a Tom Morello o Stephen Carpenter. “Mapa, territorio y hambre” son las palabras que se esbozan en los primeros segundos de esta canción, las que en adhesión a “Arma armaduras y cubre la espalda” vislumbran ser las premisas articuladoras que unifican el relato de este disco.

“Vamo a ver” continúa en esta apuesta corajuda por salir de la zona de confort, pero también solidifica la idea de que estamos conectando con una historia personal que no es de nadie en particular, sino que son experiencias que habitan en lo más profundo y que dan cuenta de todas nuestras heridas nos piden a gritos la búsqueda de su sanación. Seguimos con “Ciudad Abierta”, track que con la fuerza y rudeza dibujan la valentía en código sonoro, la que acompañada de la visceralidad narrativa de este track, se reafirma la premisa de que nuestras heridas siguen y seguirán abiertas mientras la verdad se siga ocultando bajo el mar, la tierra y escombros que aún siguen perdidos en el cause de la eterna impunidad.

“Masacre de Laja” track que brilla por la genialidad ejecutiva y creación de ambientes que nos empujan sentirnos en medio de una persecución, donde nos vemos en medio de la nada preguntándonos ¿cómo se enfrenta la gran muerte? La madre como recurso retórico levanta cálidos recuerdos y dulces memorias, para advertirnos: “aguanta lo que se viene». Seguimos con “La Bala Humana”, track que melódicamente rememora los puntos más álgidos del disco “La Virgen de los Mataderos”, pero situándonos de frente a la necesidad de trabajar el trauma, aquel que históricamente se nos clava en lo más profundo de nuestra piel despojándonos de toda retórica, porque la realidad es tan cuel que nos duele a sangre y sólo nos queda la antinomia de la valentía ante el miedo, porque el cortacalles nos abre caminos.

“Así Mataron a Mónica Benaroyo” es el título de este track que en la simpleza de la veracidad encuentra un espacio de enunciación reivindicativa de esta madre uruguaya y militante comunista que despojada de acción, sueños, planes y esperanza de vida, fue encontrada en la Pampa Chaca Oeste, al norte de Arica. Con una coordinación en perfecta sintonía melódica, es que somos parte de un relato que nos muestra que estos son nuestros dolores y que desde acá son construídas nuestras historias, tránsitos y temporalidades, por lo que la memoria es y será siempre nuestra bandera de lucha.

Desde “Nube Negra”, track en que se desnuda la voz de Eduardo en acompañamiento de un teclado que enuncia y emplaza el dolor de nuestras propias heridas marcadas de historia, sangre y muerte, avanzamos a “Aguacero”, track que con evidentes influencias de Tangled Hair y This Town Need Guns, se configura la retórica de la familia como símbolo de consuelo, proximidad y regocijo, pero también es memoria y es homenaje a Luisa Toledo, quién murió buscando justicia por sus hijos quienes cruelmente fueron asesinados a manos de este maldito y cobarde Estado homicida.

Llegamos a “El Fenómeno de la indiferencia del Mundo” un track que desde la generativa de ambientes de apaciguante calma, hacemos un repaso de este complejo, desgarrador, pero esperanzador disco, donde las dulces guitarras nos consuelan, abrazan y contienen en un manto de resiliencia retomando nuestra cultura popular en cada pulso que sentimos la cueca criolla. Finalizamos este viaje con “Tártaro”, donde la metáfora del duelo, pérdida y muerte se transforman en relatos vívidos de desconsuelo que trascienden el campo de lo simbólico. La melódica que en acción reivindicativa rescata en pureza nuestra raíz latinoamericana, también recoge la nobleza creativa del carácter de un pueblo abigarrado, como diría Silvia Rivera Cusicanqui. Llegamos al fin de este disco con el corazón en la mano y a los pies de una banda que no decae, que nos acompaña a transitar aquellos oscuros espacios que siempre son necesarios transitar en un acto de amor propio, y también en un acto de valiente acción política.

Cortacalles es sin duda uno de los trabajos más complejos escritos por la banda a la fecha. La riqueza melódica, la potencia lírica, la sinceridad narrativa y de transgresora creatividad nos invitan a reconocer siempre que “recordar se parece mucho a la justicia”. En este disco de 20 tracks habitamos la oscuridad de dolor en situación de reivindicación, una postura existencialista de pensar que ésta narrativa posiciona a la humanidad en sujeción dentro de un relato que redirecciona y cuestiona nuestras heridas abiertas en un contexto de enunciación en el que la voz de una generación post-dictatorial toma relevancia, desprendiéndose de la apabullante exclusión del “tú no lo viviste, no puedes opinar”.

El lanzamiento que ve la luz adportas de un nuevo We Tripantu nos recuerda que somos descendencia de una historia manchada con sangre, somos víctimas de un Estado homicida que quiere tapar las atrocidades bajo la belleza de los simbolismos poéticos de la resignificación, pero de aquella resignificación ocultista que no tiene nada de reivindicativo. La captura del dolor y desconsuelo tomadas por Tenemos Explosivos en la retórica del trauma, nos sirven para construir nuevos “Pasados Posibles”, democratizando los archivos históricos, como la utilización de samplers de grabaciones de agentes históricos como Luisa Toledo. Es por esto que el tensionamiento a la hegemónica invisibilizatoria que niega nuestra historia bajo archivos genéricos-excluyentes, indigenizados y racializados, son reivindicados en memoria, en relato, en dolor a lo largo de este perfecto recurso bibliográfico y sonoro que es Cortacalles.

Puedes disfrutar Cortacalles, lo nuevo de Tenemos Explosivos acá

Karin Ramirez Raunigg

De música, libros y otras cosas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *