«The Empire Strikes First»: Bad Religion y la resistencia contra el imperio

«The Empire Strikes First»: Bad Religion y la resistencia contra el imperio

Epitaph Records, 2004

Para el año 2004 la máquina inagotable de clásicos de corte punk rock radicalista contra el gobierno norteamericano de Bad Religion no cesaba, es más, este año produjeron un disco que quizás como nunca se va en contra de la administración imperial de su país, con un vasto contenido lírico al respecto y más potente que nunca. Con un título así, la banda deja de manifiesto que siempre ha sido EE.UU. quienes han arremetido primero no tan solo contra sus propios ciudadanos (con manejos antojadizos de medios de comunicación, leyes conservadoras avaladas por el «orgullo americano» y una paupérrima labor social en el campo de la atención médica, entre otras cosas), sino también con muchas partes del mundo, provocando caos moviendo hilos políticos y de guerra que han causado dolor y muerte a gente de países como Afganistán, Irak, Serbia y por cierto, a Latinoamérica, su mal mentado «patio trasero» y a Chile, por ende, también en su manejo y manipulación del golpe de estado y la dictadura en los setenta. («Nunca le robaste a los ricos para dárselos a los pobres / Todo lo que él les dio fue una guerra / Y un enemigo extranjero para deplorar»), canta Graffin en “Let Them Eat War».

Mientras Green Day construía una ambiciosa «ópera rock» con «American Idiot», caminando hacia lugares interesantes en tono conceptual y The OffSpring gozaba de los créditos del cuestionado y hitero «Splinter», The Empire Strikes First seguía la regla rígida de los californianos de brindar un disco sin respiros con un combo de 14 canciones que son reclamo puro, metáforas sobre el abuso del gobierno y la indiferencia de éste por la sociedad y lo hicieron con más rock y fuerza que nunca, desplegando algunos tracks que ya son todos unos himnos en sus conciertos: la visión en llamas de «Los Angeles Is Burning» y cómo se manipula la información en los noticieros es tan solo un ejemplo de ello, la fiereza de «Social Suicide», un llamado al despertar conciente sin preámbulos para tratar de cambiar el mundo y enfrentar tus propios miedos,  la dureza de «God’s Love», enfrentando la siempre ciega fe religiosa: («Dime donde esta el amor/En una creación descuidada/Cuando no hay «arriba»/No hay justicia/Solo una causa y no cura/Y una generosidad de sufrimiento/Parece que todos aguantamos/Y de lo que tengo miedo/Es de lo que llaman «el amor de Dios») o la absolutamente bien construída en murallas de guitarras con otros verdaderos estandartes de la etapa como Brian Baker y Greg Hetson de «To Another Abyss».

«Sinister Rouge» es un estudio en contrastes; su melodía está anticipada en la «Overtura» («Overture»), antes de ese imbatible primer track que nos bombea la cabeza con una pared de armonías y coros emocionantes, mientras que la guitarra de Gurewitz entra con más propiedad que nunca antes que Mister Graffin haga su aparición con su extraordinario talento para acomodar su rango vocal a lo que venga entremedio de un caos punk rock absolutamente energizante y adictivo. «Let Them Eat War» es un himno clásico de Bad Religion, pero de alguna manera todos lo son. Graffin escupe letras variadas sobre el tema de la política con un punk de la vieja escuela que arma los brazos en voz del trabajador estadounidense para explicar cómo luchar en una guerra sirve a los intereses de los capitalistas que los mantienen ignorantes. Con el tema que da título al álbum BR nos marca un tema lleno de efervescencia rocanrolera con un coro totalmente contagioso y grandilocuente proclamando a todos los vientos que «no queremos vivir en una Nación/Imperio», antes que «Beyond Electric Dreams» nos vuelva a sacudir por completo con la desatada furia en batería de Brooks Wackerman, otro verdadero héroe de este disco.

Don’t want to live
(can’t live)
Don’t want to give
(can’t give)
Don’t want to be
(won’t be)
E-M-P-I-R-E
Don’t want to live
Don’t want to be
E-M-P-I-R-E

Sin tener que probar ya nada a nadie, Bad Religion siguió en su marcha irrefrenable de un promedio casi de un disco cada dos años, marca para nada menor, considerando la cantidad de discos en que prácticamente todas sus canciones nos han tenido que decir algo y nos han sacudido, desde su pluma metafórica y siempre contestataria, pero con profundas bases en el estudio sociológico que ha hecho su gran vocalista y letrista. Si le sumas a eso una impronta punk con ese ritmo cabalgante de siempre, el resultado es evidente: un disco que no expira y que te motiva a salir a conquistar el mundo día a día con actitud combativa, siempre con él pegado a nuestros oídos.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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