Videografía Rock: «High Hopes» – Pink Floyd

Videografía Rock: «High Hopes» – Pink Floyd

The Division Bell fue un broche dorado para la carrera discográfica de Pink Floyd. Un disco a la altura de toda circunstancia con respecto a la historia que había dejado la banda, esta vez, con David Gilmour bajando el telón de una manera magnífica, creando todo un concepto y donde la lírica existencialista y soñadora nos cautivó en demasía.

Sin duda que una gran parte de ese disco fue ‘High Hopes’, un tema lleno de eso, profundas reflexiones y bella poesía, pero todo eso lo quisieron llevar más aún a cabo con un video donde se mezcla todo ello, en un sinfín de conexiones y de imágenes algo surrealistas que tratan de conectarnos con un todo a través de los simbolismos: la nostalgia y la mirada humana de lo que hemos hecho en nuestra vida, en retrospectiva y de forma bien reflexiva, con «The Division Bell» como premisa, la campana de la división, el yin y el yang, la realidad que experimentamos. La que nos mostraron. Esta canción es sobre la diferencia entre nuestra experiencia humana y nuestra verdadera naturaleza, a la cual -supone el concepto-volveremos como un ser muy pronto.

Hay partes del video que ponen guiños con los estandartes de colores que representan a Gilmour, Wright y Mason y la bandera negra representando a Waters, quien de alguna manera es el centro del video, el hombre que ve como la vida lo separó de algo que amó. Qué fuerte dardo a la polémica salida del cantante, pero lleno de metáforas al mismo tiempo.

Las letras «el río sin fin, para siempre y para siempre» (las guitarras navegado en un río rumbo abajo) al final parecen aludir al hecho de que la vida es como un río, siempre fluye. No hay nada que podamos hacer sobre el hecho de que la vida cambia constantemente. A menudo tenemos tales «grandes esperanzas» («High Hopes») de cómo queremos que sean las cosas, pero no podemos evitar que el río de la vida siga fluyendo y avanzar hacia la siguiente etapa, que quizá no es lo que pensamos o lo que el destino nos tenía preparado…

Ese tal «Endless River» se repite una y otra vez hasta el disco póstumo de Pink Floyd aclarando el significado: El proceso de la vida no es más que un río. Tiene un principio y un final, pero más importante, un flujo. Solo fluye en un sentido. El comienzo del río puede ser glorioso y sereno, pero a pesar de todos nuestros esfuerzos, el río sigue fluyendo, llevándonos a donde él quiere e incluso más lejos desde el principio, mostrándonos que este proceso, este curso que toma la vida, fue y siempre será interminable, cíclico e infrenable.

El encuentro de las dos viejas sonámbulas que terminan abrazándose, el hombre de negro meditando y colgándose de recuerdos (Waters, por supuesto), el peluche cayendo del edificio y los globos soltados hacia arriba (la posible pérdida de la inocencia) los hombres del pin pon y los de los zancos que alcanzan una notoriedad increíble y los globos blancos gigantes soltados al final, sin contar esa estatua con lo que es muy posiblemente la cara de Syd Barret llevada al cauce del río, indicando que todo vuelve a un principio. Todos esos simbolismos que nos dan cuenta de un video que dice mucho más que una simple vista y del que hay detalles por seguir descubriendo cada vez más. De forma genial, David Gilmour ha revivido estas imágenes en las pantallas gigantes en su gira en vivo, donde a toda vista uno de los grandes momentos es cuando la interpreta.

Y todo, mientras pasan esos hermosos pianos y guitarras en lo que es quizá una de las canciones más inspiradoras del trabajo de esta enorme y esencial banda en su historia.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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