YUNGBLUD en España: Versos que arden bajo las llamas

YUNGBLUD en España: Versos que arden bajo las llamas

 

Por Ben Marcus

Fotos: Elisa Mallo 

Dominic Harrison, o lo que es lo mismo, Yungblud dejó claro que el fuego de Ozzy no se apaga, solo cambia de manos. El Adiós de una leyenda, también quizá ha sido el nacimiento de otra. La gira IDOLS World tour se detuvo anoche en el Palacio Vistalegre de Madrid, donde el artista británico volvió a hacer lo que mejor sabe: romper moldes y cantar para quienes sienten que no tienen un lugar.

Mientras “War Pigs” retumbaba en el recinto, el eco de Black Sabbath parecía anticipar algo más que un simple inicio. Con unos 15 minutos de retraso —quizás una decisión, quizás una casualidad—, la banda apareció bajo una marea de gritos que fueron creciendo hasta alcanzar su punto más alto con la entrada de Yungblud. Chaleco de leopardo sin mangas, gafas de sol, una silueta que parecía salida de otra época. Sus movimientos, entre lo teatral y lo instintivo, recordaban vagamente al desenfreno de ciertos íconos noventeros. ¿Un homenaje? ¿Una reencarnación? Difícil saberlo.

Pero algo estaba claro: no era una entrada cualquiera.

Tal vez eso era lo que buscaba ofrecer: algo que recordaba al rock de antes, o al menos a su eco. Guitarras que aparecían como si siempre hubieran estado ahí, y un “Hello Heaven, Hello” que parecía decir más de lo que decía. El sonido —filtrado, distorsionado, moldeado por el Vistalegre— no ayudaba ni estorbaba del todo. Y, sin embargo, había algo en ese estribillo, algo que rozaba lo familiar… una energía que, por momentos, hacía pensar en otras bandas, en otros tiempos. Pero sin decirlo abiertamente. Yungblud no explica, no justifica. Solo lo deja caer, como si no fuera tan importante saber de dónde viene todo esto.

“Te amo Madrid!!!” El calor llegó, la camiseta desapareció, y “The Funeral” estalló. De ahí en adelante, solo quedó cuerpo, sudor y una energía que parecía oscilar entre lo sensual y lo indómito. El resto fue libertad: gritos, gestos, y guitarras que crecían en fuerza y agresividad como un –in crescendo- imparable.

Suena a rock de tatuajes y humo, pero también juega con la épica pop de Idols Pt. 1 y el descaro noventero de Lovesick Lullaby. En My Only Angel, tema con Aerosmith, se siente un fuego diferente, un guiño que apenas se deja atrapar. Yungblud se convierte en músico de entretenimiento: saltos, carreras, un constante ir y venir con el público. Entre “te amo” repetidos, un fan sube al escenario con guitarra en mano para su momento con Fleabag, dejando un instante casi épico para la posteridad. La canción es excusa, la conexión real; acaba sobre los hombros de Yungblud, perdido entre la multitud.

Yungblud fue fiel a la promesa que le hizo al legendario líder de Black Sabbath: honrar su legado y mantener vivo su espíritu. Para cumplirla, interpretó Changes y prometió tocar esa canción todas las noches, por el resto de su vida. El rock de Ozzy sigue latiendo. Solo ha encontrado un nuevo cuerpo para habitar. Yungblud no tocó Changes, la dejó hablar a través de él.

Con movimientos que sugieren más de lo que dicen, esta explosión británica evoca el rock clásico, tanto en sonido como en imagen, como quedó claro en su provocativa Fire. Llegó el momento de los bises, dando paso a un regreso cargado de emoción con Ghosts, mientras el confeti flotaba en el aire. Y para cerrar, finalmente, Zombie apareció, cumpliendo con las expectativas, pero dejando siempre algo inesperado.

El concierto de Yungblud en Madrid giró en una espiral difícil de atrapar, casi dos horas donde risas, saltos y lágrimas parecían fundirse en un instante que no se sabe bien si fue uno solo o muchos. Más allá de la música, quedó algo invisible, un hilo sutil que atravesó el escenario y se posó en el aire, sin palabras, pero con presencia.

Y fiel a esa cercanía, alrededor de media hora después, apareció entre la multitud a las puertas del Palacio Vistalegre para saludar a sus fans, compartiendo miradas, fotos y silencios cómplices. Un gesto poco común, que habla más de lo que muestra, revelando un vínculo genuino con su público más comprometido.

 

 

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