2×1: «Burn» Deep Purple vs. Whitesnake

2×1: «Burn» Deep Purple vs. Whitesnake

El éxito que alcanzaría Deep Purple luego del lanzamiento de “Machine Head” fue tal, que los británicos debieron afrontar un agenda repleta de conciertos y giras que, simplemente, provocaron ánimos caldeados y distancias insalvables entre Gillan y Blackmore, sin contar que Glover había sido despedido anteriormente. Corría 1973 y un desconocido David Coverdale asumió la tarea impensable de reemplazar a Ian Gillan en una de las bandas más populares de la escena rock. Sustituir a un icónico parecía una tarea descabellada, pero con el nuevo ímpetu puesto en la famosa Mk III, más todo el control de la creatividad a disposición de Ritchie, Deep Purple empezaría otra etapa con una propuesta que incluía dos cantantes combinando voces. Por un lado, el impresionante Glenn Hughes y, por otro, David Coverdale.

La primera experiencia de todo esto fue el disco “Burn”, el que contiene mucho de lo mejor de la discografía purpleniana. Y lo que hoy convoca este texto es una de las “marcas de casa”, la canción “Burn”. Un tema que tiene tantos matices y estructuras, que ha sido el deleite para intentar ser versionada muchísimas veces, poniendo de manifiesto la influencia de sus riffs y la personalidad incuestionable del tema.

Empezar un disco con este track es anotarse un punto seguro. El riff principal, a cargo de Ritchie Blackmore en su Fender Stratocaster, debe ser uno de los riffs más reconocidos y aclamados en la historia del rock. El tema va agarrando forma a medida que se van incorporando los otros miembros de la banda en sus respectivas funciones, con ejecuciones de mucha altura. Coverdale ruge agresividad en cada línea y Hughes le colabora en el coro y en los puentes vocales. Magistral es el trabajo de Ian Paice durante la composición y la proyección de cambios de ritmos y métricas, porque todos tienen una velocidad asombrosa que sólo habla de una gran brillantez en la ejecución; yo me atrevería a decir que es uno de los mejores trabajos, en batería, dentro de toda la carrera de los Purple; por otro lado, si la escuchan con suficiente atención, el tema es prácticamente un solo de batería completo (¡6:04 minutos de solos de batería!); sólo un astro como Ian Paice podría lograrlo, sin aburrir, y siempre in crescendo.

También se destaca el solo de Blackmore, el que despliega toda su técnica y virtuosismo neoclásico, inspirado en tantos grandes compositores de música clásica. Nos entrega ritmos y sonoridades cargadas de velocidad y destreza. Y qué decir del teclado de Jon Lord, el que se potencia y proyecta en una simetría sonora brillante; nos deslumbra con un solo lleno de velocidad y con ese particular sonido que lo convirtió en un tecladista tan admirado. Los coros y puentes del tema resultan pegadizos, provocando en la audiencia una euforia total y siendo un tema imbatible en vivo. Yo creo que todos hemos gritado alguna vez: “Buuuuuuurrrrrrrrrnnnn!”. Sin duda que esta es una monstruosa pieza de hard rock, llena de dinamismo, agresividad y elegancia, todo perfectamente equilibrado.

Muchos años después, David Coverdale, ya transformado en un histórico del rock, quiso hacer su propio homenaje a los grandes clásicos de la banda que lo lanzó al estrellato. Quizás intuyó las críticas que se vendrían por este intento y declaró, en su momento, que no tenía intención de compararse con las grabaciones originales sentenciando, de alguna manera, que su versión de “Burn” y otros clásicos, no se podrían siquiera acercar a la magia de aquellas obras de los ‘70.

Y es difícil encarar la versión Coverdale de “Burn” con objetividad, es inevitable la comparación. No se puede igualar la genialidad de una época y de unos músicos que estaban en estado de gracia. Con todo, la canción sigue siendo una buena forma de abrir un disco, con un Reb magnífico y una nueva sección de solos compuesta por él mismo y por David. La voz de Coverdale suena más vieja y gastada y, lamentablemente, la fuerza bruta del tema original radica, entre otras cosas, en la fiereza-power-rock del vocalista.

El grupo que se reunió para este intento igualmente la toca con clase y le imprime la fuerza rockera necesaria cuando es preciso, pero se siente que el tema recién cobra vida cuando entra el solo de guitarra. Por otro lado, se nota demasiado que la batería no es capaz de igualar a la original, pero esto es porque “Burn” es una canción muy exigente en todas las líneas y, aunque los arreglos sean interesantes, la versión funciona lo justo y necesario. Destacan las guitarras, por su calidez y feeling, pero, en general, la versión suena en un punto perdido entre lo vintage y lo moderno, sin definirse por alguna y quedando sólo como “aceptable”. Este cover forma parte de los conciertos de Whitesnake desde 2004, e incluso la inmortalizaron mucho mejor que esta versión grabada en 2015, en lo que fue el directo “Still of the Night Live” de 2006.

En 1974, a pesar del huracán que había abatido la interna de la banda, la máquina Purple estaba engrasada y sonaba con nueva vida tras la Mk III. La batería de Paice con esos redobles magníficos, el teclado de Lord y esas propuestas neoclásicas, la presentación de Coverdale al mundo, las secciones de Hughes que estremecen y Blackmore tocado con una genialidad que pocos tienen, dejaron al tema “Burn” como un objetivo súper alto. Si bien Coverdale la cantó hace 4 décadas, su versión en Whitesnake suena como otro tema más del Whitesnake versión norteamericana. No suena mal pero podría haber sido mejor, pero no culpemos este intento, la culpa la tiene la original, por ser bastante insuperable.

Patricio Avendaño

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