Disco Inmortal: Carcass – Heartwork (1993)

Disco Inmortal: Carcass – Heartwork (1993)

Earache Records, 1993

Si hay una banda que hizo el death metal más amable, fino y melódico, curiosamente, esa banda fue Carcass. Los mismos que años anteriores fueron los pioneros del sonido más extremo y rápido del metal con discos insignes como «Reek of Putrefaction» (1988) y «Symphonies of Sickness» (1989). En ese momento no importaba ser melódicos y recordables, solo azotar tierras británicas con el grindcore que uno de sus integrantes -Bill Steer- hiciera connotado en otra banda insigne del género; Napalm Death.

Sin embargo con «Necroticism Descanting the Insalubrious» (1991) y la llegada del guitarrista sueco Mike Amott los ingleses adherirían dos variantes sónicas a su característico sonido extremo. Primero un acercamiento tácito al death metal que por esos días brillaba con obras culmines y la variante de tener un guitarrista amante de las melodías y fanático absoluto de Michael Schenker (ex UFO). El mismo que después de abandonar Carcass explotaría su veta melódica y rockera con los seminales Spiritual Beggars.

El punto culmine de este nuevo desarrollo en el sonido de los ingleses llegaría con Heartwork (1993), un álbum que marcó un nuevo rumbo en el sonido del death metal con melodías a dos guitarras armonizadas que si bien es un sonido que siempre ha estado ligado al heavy metal, nunca se escuchó de forma tan precisa e implacable en un álbum de death metal. Guitarras con esa consistencia no se escuchaban desde clásicos obligados del género como «Melissa» (Mercyful Fate) o «The Number of The Beast» (Iron Maiden).

Son pocas las bandas de metal que han comprendido que la trascendencia se gana no por quien toque más rápido ni por el grito más desaforado, la música incluso en el metal debe estar al servicio de melodías y canciones cantables. Basta con escuchar ‘Buried Dreams’, ‘Death Certificate’, ‘Heartwork’ o la muy pesada ‘This Mortal Coil’, canciones de constantes cambios de ritmos, siempre melódicas y con armonías siempre adictivas.

Sin embargo son todas canciones bien aderezadas con una identidad que jamás se pierde, por eso están ahí Jeff Walker y Ken Owen en voz/bajo y batería respectivamente. Jamás soltaron la base rítmica que los alejara del death metal, Walker nunca dejó de chillar como un insano, Owen no dejó de tocar blast beat y lo podrido del death metal de una banda que uso un collage de partes humanas en el pasado para la plana de una portada de sus discos no deja de brillar en ningún instante.

Identidad y melodía, la simple formula que le dio a Carcass el rédito de elevar uno de sus discos al top ten de los grandes discos de metal de siempre.

Por Nelson Silva A.

Nacion Rock

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