Disco Inmortal: Radiohead – OK Computer (1997)

Disco Inmortal: Radiohead – OK Computer (1997)

Parlophone / Capitol Records, 1997

No pasó mucho tiempo desde su lanzamiento para que este disco clave de la carrera de Radiohead fuera comparado con el alabado “The Dark Side of the Moon” de Pink Floyd, debido a muchos de sus elementos seguramente, eso de ser un disco revolucionario para la misma carrera de la banda  y por ese factor artístico, ni tan conceptual como el de PF, pero sí algo complejo y bizarro con que se jactó. Ambas placas tienen mucho en común, más de lo que se cree a buenas y a primeras.

La comparación puede tener cierta lógica, en el sentido de que, al igual que esa magna obra de Pink Floyd que llegó en un momento preciso para la banda de Waters y Gilmour, superando con creces el fantasma de la carencia Barrett, este de Radiohead logró claramente unir un puñado de inventiva, atmósferas únicas y nivel de composición que hacen de él hoy, a más de 20 años de su salida, una delicia para seguir escuchando una y otra vez. Y tomando varios kilómetros de distancia de sus predecesores The Bends y Pablo Honey.

Eran 1997 y este Dark Side of The Moon de los “nuevos tiempos” tenía a su favor la tecnología y el visionario productor Nigel Godrich, asistente de lujo del sonido único de esta placa. Stanley Donwood y Thom Yorke con el arte de la portada aportaban lo suyo, con este extraño collage de imágenes algo surreales, simbologías prestadas del idioma universal esperanto y el inglés, finalmente traducidas por Yorke como lemas de la anti-explotación, capitalismo y comercialización. El hecho del terror a la era de la tecnología y a la invasión de internet queda también plasmado en el nombre del disco, como anteponiéndose a que esta plataforma iba a ser la preponderante cada vez más en todo ámbito, en algo que puede llegar a transformarse en una locura (si es que ya no lo es).

Pero vamos por el disco, las canciones. Cuando uno lo repasa de principio a fin parece ser un disco que se mueve por una línea, la depresiva, la oscura, displicente y hasta arrogante, pero no, hay canciones que se enfrentan a otras como polos totalmente opuestos. La entrada de ‘Airbag’ pretendía ser una segunda parte de ‘Planet Telex’ del The Bends con la intención de desmarcase del resto del disco. “Es mucho más movida” comentó Colin Greenwood, si es que se le puede llamar movido a eso, un experimento de baterías digitales hablando de la salvación, de ‘nacer de nuevo’ tras un accidente de automóvil; arranque esperanzador, aunque el doble sentido siempre está en lo de Radiohead.

‘Exit Music (for a Film)’ empieza a desgarrar este disco y a marcar la diferencia, una canción emocional total, se pensó para la banda sonora de Romeo y Julieta, para el devastador final, los mellotrones y la batería que llegan con un cúmulo de desesperanza con la voz de Yorke la convierten en una de las más melodramáticas del disco, al borde de la exageración tal vez, pero única en su especie.

Mientras ‘Let Down’ maravilla con su magia y cautivante coro y hablando existencialismo derrotista, ‘Karma Police’ derriba cualquier cosa hecha con las guitarras acústicas y pianos hasta ese momento por la banda (imposible no recordar ese video del hombre desesperado corriendo eternamente hasta que hace estallar un auto-su perseguidor- que derramaba gasolina). Acá la devoción Beatle y al Neil Young setentero de la banda se deja caer con todas sus letras, una canción que seguro ellos no pronosticaban resultados y que hasta un Elton John se la hubiese querido. Si esto no era la madurez del grupo, entonces qué.

Si hubiera que culpar al disco de algo es que en su gran parte era aletargado y de bajas revoluciones, pero ahí estaba ‘Electioneering’ por ejemplo sacudiendo a ritmos de cencerros, panderos y guitarras mucho más ‘animosas’ y Jonny Greenwood hacia el final arremetiendo como un demonio. ‘Climbing Up the Walls’, pese a su onda volátil sacude totalmente con sus guitarras también, otra demostración de que este era un disco ralentizado, pero que llevaba el rock a otra dimensión cuando se le daba la gana.

El caso de ‘Paranoid Android’ es salido de todo libreto e inesperado totalmente, una canción de secciones, brillante por las melodías, por los solos de guitarras, su estructura bizarra, la letra, el video, es un cúmulo de cosas que la han inmortalizado como la «rapsodia bohemia» de los ’90’s. La gran obra de Radiohead y el caballo de batalla de gruesa artillería del disco. Hay parte de la vida real , y es un tema muy “Thom Yorke’” , pese a que cada una de las partes de la canción fue escrita por un Radiohead distinto, una de las que llama la atención es ese capítulo de una historia vivida por Yorke en un bar de Los Angeles, con muchos personajes extraños drogados con cocaína y con una mujer que se violentó cuando la salpicaron con bebida, lanzando una mirada que dejó marcas en la cabeza de Yorke (el momento, con unos aderezos más y menos, aparece en ese insuperable video animado propiamente tal).

Para el final joyas de grueso calibre aguardan: ‘No Surprises’ quizá algo sobrevalorada para el resto del álbum pero hermosa canción potenciada en los glockenspiels y hablando nuevamente del existencialismo y el total aburrimiento humano, ‘Lucky’ nos muestra cosas más grandes, buena responsable de la comparación de la banda con Pink Floyd , acá la influencia es clara, los coros son devastadores, los sonidos de aviones (su portada francesa era un avión que se venía abajo) la atmósfera, una belleza, como para largarse a llorar. Finalmente ‘The Tourist’ cierra sutil y elegantemente uno de los momentos más brillantes de la carrera del grupo.

De aquí en más el afán experimental de la banda de Oxford no apaciguó, en 1997 este disco logró encumbrarlos sobre el boom brit de bandas como Oasis y Blur que venían decayendo luego de su abrumador éxito, y Radiohead, en cambio, se superaba, y lo hacía con prestancia, con ingenio, con un trabajo enorme y un talento del que todos conocemos hoy. Quizá, como es la opinión de muchos, concordando en varios aspectos, sea el gran último disco de rock británico hasta la fecha.

Por Patricio Avendaño  R. 

Patricio Avendaño

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