Raros tiempos presentes: Un avistamiento de cómo se consume música indie en Chile

Raros tiempos presentes: Un avistamiento de cómo se consume música indie en Chile

Artículo en base a estudio realizado por el historiador de Universidad Católica de César Albornoz y el alumno de historia de la Universidad Carolina Tomás Vera

La situación de Chile en general, y Santiago en particular, como periferia del
acontecer musical mundial, ciertamente que en el último tiempo ha entrado en
entredicho, no tanto porque sus propias condiciones de posicionamiento a nivel
internacional hayan cambiado mucho, sino que es el mundo en su mundialización
sistémica de los últimos treinta años lo que ha generado ese cambio. Chile ya no es,
como visualmente lo representaba la cartografía convencional, un país en un extremo
del planeta. La globalización permite ahora la comunicación inmediata de mensajes,
dentro de los cuales la música y el rock son parte constituyente.

Es llamativo, en estos últimos sentidos -musical en general, rock en particular-,
dos situaciones. En el ámbito musical en general, específicamente sobre música
popular masiva, Chile se ha transformado en uno de los principales espacios de
audición de música urbana, específicamente reggaetón. En particular sobre Santiago,
“la capital chilena ha liderado las reproducciones de canciones de reggaetón en
Spotify en 2018, 2019, 2020 y en lo que va de 2021, según dijo la compañía a BBC
Mundo.”1 Durante plena pandemia, entre marzo de 2020 y febrero de 2021, se
registraron desde la plataforma cerca de 450 millones de reproducciones mensuales,
más del doble que las dos ciudades que la siguen en estadísticas: Ciudad de México y
Lima.

Top 50 Chile

La situación sería un indicador claro sobre una juventud ávida de ritmos
urbanos, si es que no se relacionara con el segundo ámbito, el que dice relación con el
rock. En los años post-pandemia, Santiago tiene también los mayores índices de
Latinoamérica, en oyentes mensuales de música de grupos de rock que bien puede ser
considerados “de nicho” o “rock independiente”, superando a ciudades como Sao
Paulo y Ciudad de México, que doblan en número de habitantes a nuestra capital. A
modo de ejemplo, en estilo math rock Santiago de Chile lidera las descargas de grupos
como: Black midi, Don caballero, Hella, Faraquet, Floral, Piglet, Tricot, Ttng,
Bretcover!! y Toe. Por si fuera poco, Santiago también es podio en oyentes de grupos
progresivos o independientes ya consagrados, referentes del actual indie, entre ellos:
Primus, Mr. Bungle, Jethro Tull (después de Sao Paulo), King Crimson, Camel, Cream,
Soft Machine, Radiohead y Pixies.

El indicador es según Spotify, plataforma referencial en los tiempos presentes,
en el almacenamiento y descarga de música. El sitio permite navegar por los páramos
de una infinidad de bandas que se encuentran distantes de lo que conocemos como el
mainstream. El perfil de cada artista o banda en Spotify proporciona un listado de las
cinco ciudades en las que habitan más oyentes mensuales de aquel perfil. El número
exacto de oyentes mensuales es determinado por la cantidad de usuarios de la
plataforma que han reproducido –al menos– una canción en los últimos 28 días. Dicha
estadística es actualizada cada día y, a pesar de haber mínimas variaciones, la
presencia de Santiago es constante en el top 5 de ciudades que más oyentes
mensuales tienen, en el rubro antes señalado.

La información que ofrece Spotify sobre los oyentes mensuales de cada perfil
sugiere una dicotomía en el análisis de los datos, entre grupos de rock que se pueden
considerar mainstream, por un lado, y los que se pueden considerar indie, por otro.
Primeramente, Santiago se encuentra en los rankings de un conjunto casi
interminable de destacadas bandas de rock, abarcando desde las grandes
agrupaciones sesenteras y setenteras como The Beatles, Cream o Pink Floyd, pasando
por las ochenteras un poco más alternativas como The Smiths y The Cure, llegando
hasta los sonidos noventeros de Radiohead, Blur o Korn. Sin embargo, la presencia de
Santiago en los rankings no está demarcada por los límites del siglo XX, ya que
también se destaca en escuchar grupos como Interpol, Artic Monkeys o The Strokes.
En todos los grupos que se pueden catalogar como mainstream en los que aparece
Santiago como un preponderante oyente, también se encuentran presentes
infaltablemente Sao Paulo o Ciudad de México. Pareciera que la pulsión por escuchar
rock -y sus subgéneros- de manera desenfrenada no está sujeta a una única sonoridad
o época de producción específica, sino que hay un factor implícito -y hasta ahora
desconocido- que une a este trío de capitales latinoamericanas en la práctica de
escuchar renombradas bandas angloparlantes.

Por otro lado, el del indie, según revelan los datos de Spotify los habitantes de
la capital chilena también se inclinan a escuchar los nichos subterráneos de la música
independiente noventera. No obstante, en este selecto grupo de alternativas y poco
conocidas bandas, las ciudades de Sao Paulo y Ciudad de México ya no acompañan a
Santiago en los rankings de mayor cantidad de oyentes. Dentro de esta selección de
grupos se encuentran Sonic Youth, Fugazi, Slowdive, los cuales se
caracterizan por estar desmarcadas de la principal sonoridad de su época. Pero la
mina en la que han cavado los habitantes de Santiago es considerablemente más
profunda; es posible encontrar que hay una importante cantidad de santiaguinos que
escuchan Don Caballero, Faraquet, Silver Mt. Zion o Tortoise, e incluso perdidos
grupos como Isotope 217 y Naked City. En los rankings de oyentes de estas bandas,
Santiago se codea con ciudades estadounidenses o inglesas que se han caracterizado
históricamente por la vanguardia y transgresión de sus escenas musicales, como
Londres, Chicago o Los Ángeles.

La juventud chilena habría encontrado una respuesta a las urgencias de su
devenir en el rock independiente/alternativo de raigambre noventera. Esta corriente
musical no tiene un sonido unívoco; los conjuntos acuñaron sus sonidos
eclécticamente en torno a la experimentación y entrelazamiento de técnicas, lo que
resultó en una diversa gama de productos y sonoridades que construyeron este
microcosmos musical. Principalmente utilizaban guitarras ruidosas y producciones
poco fidedignas. que evolucionaron a ensambles más complejos a finales de la década.
En aspectos líricos, se destacan mensajes introspectivos y contemplativos, los cuales
se condicen con la estructuración subyacente del género; la búsqueda de autenticidad
y diferenciación. La denominación de indie rock excede las categorizaciones sonoras y
líricas que se desarrollaron en la época, teniendo relación más bien con la creación de
música de vanguardia que se opone al mainstream, y que busca expresar los
entramados de la sensibilidad humana que las producciones comerciales esconden2.

La evidencia que proporcionan los rankings de Spotify no permite asegurar que
en Santiago se escuchan efectivamente todas las emblemáticas bandas del indie rock;
por ejemplo, Santiago no aparece presente entre las cinco ciudades con más oyentes
de bandas como Slint, Yo La Tengo, my bloody valentine o Modest Mouse. No obstante,
los conjuntos musicales Silver Mt. Zion, Tortoise, Fugazi, Slowdive, entre otros, -los
cuales sí son oídos en Santiago- pertenecen al mismo universo de la música
independiente de la década de 1990. Se crea una cohesión de un movimiento
sonoramente diversificado, como consecuencia de lo que pudo ser la experiencia
social en las postrimerías del siglo XX, expresándose a través de estilos como el lo-fi, el
slacker rock, shoegaze, noise pop, slowcore, math rock, post-rock, entre otros. El indie
rock, como corriente musical, se estructura a través de un imaginario de
contracultura, en el cual se forjan identidades que reivindican la creación de
elementos artísticos en oposición a una cultura dominante. Esta lógica discursiva está
representada en las expresiones de desolación, desesperanza y sufrimiento presentes
en la música de manera lírica e instrumental.

La escena rock en Chile, por su parte, vincularía el indie rock noventero con su
acontecer en la contemporaneidad. La inquieta juventud santiaguina adopta los
sonidos y los significados de la música independiente que se consolida a finales del
siglo pasado, construyéndose así una fructífera escena cohesionada por una
experiencia transversal de dislocación social, expresándose en narrativas líricas
marcadas por el desgarro emocional, la ansiedad y el cansancio de la aplastante
posmodernidad del siglo XXI. Son acompañadas de ruidosas producciones musicales,
instrumentos distorsionados y ritmos a destiempo, que propician la construcción
integral de un sonido desbordante de emocionalidad. Se replican las pretensiones
de autenticidad y diferenciación, las cuales no solo se piensan desde la dimensión sonora,
sino también desde la alteridad de la escena chilena como periferia de la industria
musical. De esta manera, se observa un proceso de reinterpretación contemporánea
de lo que pudo ser la experiencia social contenida en el indie de los 90, una
aprehensión de un núcleo cultural que tiene como resultado la incipiente escena rock
santiaguina, la cual expresa insaciablemente el pesar de la modernidad.
¿Cómo se puede comprender a la sociedad chilena del presente, a través de
estos indicadores? Solo a modo de respuesta tentativa, las sensibilidades sonoras que
se pueden advertir en la historia reciente en Santiago, pueden tener sus antecedentes
en la última década del siglo XX: tiempo de fin de los socialismos reales y de
consolidación del modelo liberal clásico, a nivel mundial; tiempo de proyección de la
refundación política y económica generada por la dictadura, a nivel local. En medio de
un “derrumbamiento” (Hobsbawm3), la sociedad occidental se quedó sin referentes,
sólo “hombres, mujeres y familias” (Thatcher4).

Pero también en la historia presente: la misma ausencia de referentes fue
posiblemente una de las características más patentes del tiempo de la pandemia;
inseguridades, desconexiones, comunicaciones a distancia o derechamente
aislamientos, coincidieron con el perfilamiento en Chile de una experiencia
musical a través de los soportes digitales, consistente en una propuesta cuyos
mensajes existenciales, sonoramente agresivos y disruptivos, se proyectaron hacia los
primeros años de la década de 2020, transformando la escena rock chilena en una de
los lugares de mayor escucha – a la luz de las descargas de música desde plataformas
digitales – a nivel mundial, de experiencias que bien se pueden comprender bajo el
rótulo de indie rock.

Sin embargo, las preguntas quedan abiertas. No es malo recordar que la música
en su experiencia social no es sólo comparsa, ni siquiera únicamente representación;
es práctica. Actitudes, mentalidades y valores son componentes a atender desde la
experiencia social de la música en general y el rock en particular; cuando nuestra
sociedad nos da síntomas desafiantes, como la comunión entre Betcover!! y King
Crimson, pues algo pasa en nuestro tiempo y espacio. Su problematización y respuesta
bien puede ser parte de otro ejercicio reflexivo.

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