Nación Rock en el tiempo: Los discos y canciones que marcaron 1988

Nación Rock en el tiempo: Los discos y canciones que marcaron 1988

Ya sea por nostalgia o por el gusto de ponernos a repasar viejas canciones guardadas (y que hace rato no desempolvábamos), nos propusimos la tarea de armar playlists que reflejaran qué pasaba con el rock en años en específico. Un ejercicio para recordar cómo se han ido construyendo ciertos imaginarios, escenas y subestilos, a través de las canciones que han hecho de la cultura rock un legado sonoro imperecedero.

1988. La historia dice que fue una época más que interesante, por tratarse de un año bisagra: por una parte, el movimiento del glam metal estaba llegando a su ocaso, sobresaturado de glitter y androginia; y por otro, desde el underground se asomaban bríos musicales que veían su auspicioso nacimiento, desde el rock alternativo (con el noise, el grunge, el hardcore); y también, fue un año determinante para bandas hard rock y metal, que necesitaban marcar vigencia. Otro antecedente: aquel año fue donde The Beatles y Bob Dylan fueron inducidos al Rock & Roll Hall of Fame, mientras que el gran megafestival de la época, Monster of Rock, fue protagonizado por Van Halen, Scorpions, Dokken, Metallica y Kingdom Come.

1988 fue importantísimo además para nuevas propuestas que estaban debutando: Jane’s Addiction y su «Nothing Shocking», que aparecía en el horizonte marcando pauta a un semillero de bandas de corte alternativo; Living Colour con «Vivid», demostrando que el poder y la sangre negra también podían rockear de forma contundente; Soundgarden con el poderoso «Ultramega OK», antesala del grunge; o Pixies que lanzó por entonces uno de los discos más influyentes del rock alternativo de todos los tiempos: «Surfer Rosa».

Por otro lado, también desde los márgenes de la alternatividad, habían bandas que seguían publicando discos que, con los años, se han transformado en sombra de donde se han amparado las generaciones venideras. “Daydream Nation“ de Sonic Youth, disco que refleja su evolución a una etapa de gloria, dejando el sonido más sucio hacía uno con más distorsión; “Viva Hate”, el debut solista de Morrissey que ya había impactado a la escena con The Smiths (quienes editaban «Rank», su último disco en vivo); “Green”, el álbum que le dio mayor visibilidad a REM; «Rattle & Hum» que pronosticaba los buenos augurios que le traerían los noventa a U2; o el homónimo disco de Danzig, que con su oscuro blues metalizado, conquistó los oscuros corazones de los seguidores de los ya separados Misfits. Pero, vale mencionar, el mundo del punk veía en el hardcore un nuevo camino, con Suicidal Tendencies y Bad Religion lanzando placas claves en sus discografías, como «How Will I Laugh Tomorrow» y «Suffer», respectivamente.

El hard rock no se queda atrás. Si bien el glam venía en picada, los Guns N’ Roses seguían dando cátedra de cómo desenfundar una actitud bestial y, a la vez, mostrar una faceta más íntima, todo gracias a “GN’R Lies», disco donde salen temas en vivo y grabaciones acústicas; y Bon Jovi que tocaba el cielo con las manos gracias al esencial «New Jersey». Por su parte, AC/DC perseveraban en su eterno e infalible estilo con «Blow Up Your Video», y Ozzy Osbourne lanzaba «No Rest for the Wicked», donde hizo debutar a un gigante que se convertiría en un gran compañero de rock y de vida: Zakk Wylde.

El thrash metal tuvo mucho que decir en aquel 1988: Metallica lanzó su majestuosa obra técnica y política llamada «…And Justice For All», Megadeth hacía lo propio con «So Far, So Good… So What!», Slayer marcaba precedente con «South of Heaven», Death seguía impactando con su brutal segundo álbum «Leprosy», y Pantera presentaba a un cantante de nombre Phil Anselmo en un disco que lo dijo todo con su nombre: «Power Metal». En medio de ese caos sonoro, Iron Maiden decía presente desde el heavy con el conceptual y visionario «Seventh Son of the Seventh Son».

¿Y qué pasaba en Latinoamérica? Era el ocaso de las dictaduras militares, que permitió cierta amplitud y visibilidad en varias escenas –como la chilena- o el auge en otras –la argentina, principalmente- ya sin la represión y censura artística que marcaron los 70. La consolidación del llamado “rock latino” llegaba de la mano de la publicación de “Doble vida” de Soda Stereo, mientras las fusiones del under se dejaron ver en el hoy clásico del rock del cono sur: “El Ritmo Mundial” de Los Fabulosos Cadillacs. En Chile, fue un año más bien de transición, marcado por el anterior éxito de Los Prisioneros (con «La Cultura de la Basura», en 1987), y la aparición de ritmos que serían la base para el devenir de otras músicas ya en democracia, como el debut de De Kiruza, con todo su sincretismo soul y de fusión latinoamericana, y Cometa, pioneros –junto a Fulano- del jazz rock criollo.

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