Disco Inmortal: Judas Priest – Defenders of the Faith (1984)
Columbia, 1984
Muchas veces uno llega a las bandas antes de escucharlas, por lo atrayente que pueden ser sus logos o íconos que las definen. No podríamos dudar del talento de Iron Maiden, pero si tuviéramos que hacer un sondeo duro de cuantos seguidores logró la doncella sólo por la fuerte y cautivante imagen de Eddie, seria por lo menos el 50% de sus leales fans. Algo parecido puede ocurrir cuando no has escuchado una banda, pero la escuchaste nombrar, y ahí entre vueltas y vueltas en tiendas pillas discos y carátulas inspiradoras. Así fue como me encontré con Defenders of the Faith, el noveno álbum de Judas Priest.
Algo había escuchado de los Metal Gods, canciones sueltas, las más populares y reconocibles, Breaking the Law, Painkiller, Living After Midnight eran el significado de una banda de hard rock, que llegando los 90’ se metalizó en parte por lo bruto y veloz que tocaban en esa época las bandas más thasheras y emblemáticas. Volviendo al flash back me tocó cambiar dos discos por un DVD de una banda que más tarde descubriría, y me llamaron poderosamente la atención dos discos de los oriundos de la cuna del metal. Uno de de ellos el Defenders of the Faith que data de 1984, un año fértil para el metal; por esos días Iron Maiden consagraba una gran trilogía de la mano de Dickinson con Powerslave, Metallica se quería comer el mundo con Ride the Lightning, pero Halford y compañía aún tenían mucho que decir tras el éxito del icónico British Steel de 1980.
Carátula negra con un robot llamado The Metallian, una especie de tigre cyborg que se mimetizaba a la perfección con lo que harían los Priest en los 80´metal sintetizado, una especie de intro al sonido que después puliría Fear Factory en los 90’. Producido por Tom Allon, hombre que estuvo detrás de discos esenciales en la discografía de Black Sabbath (como ingeniero de sonido), y como productor en los antecesores a Defenders of the Faith (1984) por parte de los Priest. Ya en Screaming for Vengeance (1982) la banda tímidamente comenzaba a introducir sonidos que distaban de lo clásico en una banda que ya era catalogada como heavy metal, pero la sed del éxito más las pretensiones de todo artista que busca expandir sonidos como prueba de inteligencia y evolución decantaron en cimentar el sonido que Judas Priest desarrollaría en su etapa ochentera.
Cuando digitas play, te das cuenta que si la velocidad e intensidad en la música son tus refugios, aquí encontrarás un eterno elixir de bien estar metálico y de calidad. Basta escuchar el poderoso primer track, la épica y electrizante Freewheel Burning canción que sin más debe ser el significado absoluto de lo que es el heavy metal, guitarras speed, duelo de solos inspiradísimos, gritos agudos, un demoledor registro que en 4:22 te deja helado y con ganas de seguir cabeceando por la eternidad. Jawbreaker desempolva otro de los argumentos que te arrastraran al sonido de Priest, melodías cautivantes mas los juegos vocales de un explosivo Halford son el preámbulo perfecto para la sentida Rock Hard Ride Free, comienzo solemne e iluminado para una suerte de balada en galope, que deja a los maestros K.K Downing y Glen Tipton como una de las mejores duplas en las seis cuerdas del movimiento metalero. The Sentinel, tiene que ser una de las mejores logradas canciones de Priest de su repertorio épico, con un coro pletórico que te deja con las ganas de estar en un estadio y cantar a viva voz con el Dios Halford de fondo estremeciendo el lugar con el pegadizo coro Sworn to avenge / Condemn to hell / Temp not the blade / all fear the Sentinel. Un clásico que creó escuela.
Love Bites quizá la canción menos metalera del disco y con ciertos aires a plástico ochentero, después de varias escuchas termina convenciendo por su atrapante melodía. Eat Me Alive, trae de vuelta el abrasivo sonido que caracteriza la novena entrega de Judas, la convicción y fuerza se apoderan de Defenders nuevamente, Some Heads Are Gonna Roll algo más floja en su intención pero no menos interesante en el juego de guitarras que proponen los certeros Tipton/Downing, sirve de puente para una inmortal y casi desapercibida Night Comes Down quizá una de las canciones menos valoradas del repertorio Priest, desenmascaran una enorme pena y sentimiento del Metal God, que por esos días aún no asumía públicamente su, hoy, sabida homosexualidad. When the night comes down/and i’m here all alone/ when the night comes down/ and there’s no place to go/ murmulla Rob Halford en busca de consuelo-emotividad e inspiración en su punto culmine- y que sus compañeros Ian Hill (bajo) y Dave Holland (batería) de correcto desempeño a lo largo del álbum acompañan con una base sencilla pero certera. Heavy Duty sirve de introducción para el final que llega con el track homónimo – Defenders of the faith- que despide uno de los quizá mejores discos de la larga carrera de Judas Priest, que finalmente sentó las bases al igual que otras leyendas doradas de la época, de lo que hoy conocemos como heavy metal.
Por Nelson Silva A.