Entrevista con Anton Reisenegger: «Sacrificio», el brutal estallido de Criminal

Entrevista con Anton Reisenegger: «Sacrificio», el brutal estallido de Criminal

Criminal, una de las bandas más experimentadas y destacadas del metal chileno acaba de estrenar su nuevo álbum, Sacrificio, que en palabras de su propio líder y compositor, es un regreso a los inicios de la banda desde el punto de vista musical.

Sacrificio por fin está a nuestro alcance y sus doce canciones agresivas y punzantes destacan no solo por aquello, sino que también por las letras tremendamente críticas hacia la sociedad, la política en general, lo sucedido en el estallido social, el mal uso de las redes sociales y varios temas más. Características que hacen de este álbum un imperdible de este año en lo que respecta al género del metal. Con el disco ya escuchado y disfrutado, podemos decir que es una obra contextual y artísticamente relevante en relación a lo que ha sucedido a nivel social en los últimos años.

Siendo el noveno disco de Criminal y el sucesor de Fear Itself (2016), Sacrificio se gestó en Chile bajo la colaboración importante de Estudios Lautaro, la producción de Sebastián Puente (Nuclear), el arte de la portada por cuenta de Gary Ronaldson (quién ha diseñado para Napalm Death, Kreator y Misery, por ejemplo) y por supuesto, la nueva y enérgica formación de Criminal con el líder fundador Anton Reisenegger como vocalista y guitarrista principal, Danilo Estrella en batería, Danny Biggin como bajista y Sergio Klein como segunda guitarra.

Nación Rock tuvo la posibilidad de entrevistar a Anton Reisenegger respecto de esta nueva obra, dilucidar aspectos musicales y extramusicales, tales como la industria musical en Chile, los colores políticos con los que se suele relacionar al metal y varios temas de índole social. Porque la música, así como todas las manifestaciones culturales, no queda ajeno al quehacer social y contextual.

Anton, has dicho recientemente que este álbum es un retorno a los inicios de la banda. Entonces, desde el punto de vista musical ¿Cuál es la diferencia sustancial entre este disco y los trabajos anteriores, como Fear Itself, por ejemplo? ¿Por qué dices que es un regreso a tus inicios?

Anton:  Porque creo que quizás por el hecho de tener nuevamente una formación que es en un 3/4 chilena, volvimos a una onda más rítmica, a ser una banda más tribal y con unos riffs de guitarra más grooves. Elementos que se habían perdido en los últimos discos. En el Fear Itself quizás no tanto, pero en los anteriores como el White Hell, por ahí, como que nos convertimos en una banda muy europea. En los primeros dos discos está ese elemento más sincopado, más latino. Esa es una de las cosas que rescatamos en este nuevo disco sin perjuicio de que sea igual para mi gusto el disco más extremo que hemos hecho en nuestra carrera. Además, le puse más atención a los coros en algunos temas. Que tuvieran esos coros pegotes para que la gente pueda gritar cuando va a los conciertos. Eso era importante para mí también porque era un elemento que habíamos perdido mucho.

Me di cuenta del trabajo en la batería, hay un trabajo bien extenso ahí, se nota harto la dedicación respecto de lo tribal que me decías hace un rato.

Anton:  Sí, lo que pasa es que este disco lo compusimos de una forma distinta también. Los últimos álbumes la mayoría de los temas los hacía yo sentado delante del computador, grababa un par de cosas, empezaba a tijeretear, juntar cosas y de repente ya estaba con el tema listo sin tener ningún feedback de nadie. Era como “Ah, yo soy la raja y puedo crear un tema solo”. Pero en el caso de este último álbum se dio que Danilo (Danilo Estrella, baterista) entró a la banda el año 2018 y se le notaba inmediatamente que tenía mucha energía, muchas ganas de participar en el proceso creativo, no simplemente tocar lo que le dijeran. Entonces, decidimos componer en la sala de ensayo como se hacía antiguamente. Y fuimos prácticamente sin ningún material preconcebido, solo quizás algunos riffs sueltos que yo tenía por ahí. Ese proceso cuando funciona es rico, agradable, uno se siente súper bien y también puede pasar que… de hecho, nos pasó el hecho de que hay momentos en los que chocas con una pared y sencillamente no se te ocurre nada más o lo que se te ocurre no es lo suficientemente bueno. Es fácil frustrarse. Nos pasó en un par de ocasiones. Pero tuvimos paciencia, tuvimos fe y este modus operandi nos funcionó súper bien y eso es lo que les dio al final a los temas esa onda fresca, espontánea, como si fuera en vivo, más que una cosa hecha en una pizarra; esa es la impresión que me da trabajar los temas en ProTool o algo así. Yo prefiero trabajarlos en la sala, grabarlos y después hacer maquetas y arreglarlos.

Es súper orgánico y eso se nota en el producto final; en el disco en su magnitud, por así decirlo. No es tan digital como se suele hacer la música hoy en día.

Anton:  Claro, esa es la intención y creo que la producción de Sebastián Puentes, que es el guitarrista de Nuclear, también contribuyó mucho porque hablamos mucho con él sobre el concepto del sonido que queríamos para el álbum. Y teníamos súper claro, tanto Danilo como yo, que queríamos algo que sonara crudo, orgánico y real. Que sonara como una banda tocando, porque para mí la gran mayoría de los discos que salen hoy en día no parece una banda tocando sino que parece música hecha por computadora. Las baterías son demasiado perfectas, súper comprimidas, todos los golpes de toms suenan exactamente al mismo nivel y nadie toca así, no existe ningún baterista que toque así. Así que le pusimos harto color al tema de la mezcla.
Entonces, primero que todo el Seba se preocupó de que lográramos buenos sonidos, una buena materia prima, entonces fuimos a un estudio especial, el Estudio Lautaro, para grabar las baterías porque tenían una sala rica con buenos micrófonos. Después volvimos al Estudio AudioCustom, que es el estudio del Seba, para grabar guitarras y el resto de las cosas. Pero fue sobre todo en la mezcla donde se puso mucha atención al detalle, porque a ver, no es difícil lograr un sonido natural, es cosa de ponerle micrófonos a las cosas, pero tener un sonido natural que suene tan grande como una producción artificial… eso es lo difícil y eso se logró súper bien. Eso se transmite en la vibra que tienen los temas a través del disco.

Claro, se nota harto por una parte el trabajo de ustedes como banda por un lado y el trabajo de postproducción por otro.

Anton:  Absolutamente, fueron dos cosas que se ensamblaron a la perfección.

Respecto del proceso creativo ¿Hubo algún líder compositivo en este álbum o todos fueron agregando ideas a las canciones?

Anton:  La composición la hicimos básicamente entre dos, Danilo y yo, estábamos los dos en la sala. Es complejo hacer riffs y temas que tengan desarrollo, que tengan una cierta dinámica, que baje, que después vuelva a subir, qué explote al final, etc. Esas son cosas que se hacen ahí (en el estudio) y en eso el Danilo es súper bueno. Además uno se va guiando mutuamente. Él me decía de repente ciertos riffs distintos, más disonantes, algo más rápido, qué sé yo. Entonces eso también te despierta la creatividad.

Eres uno de los músicos más destacados de las últimas décadas, dando la pelea desde el metal y que ha tenido la oportunidad de hacer música y presentarse en vivo en varios escenarios a nivel internacional. ¿De qué manera puede crecer la industria musical en Chile? ¿Qué cosas hacen falta?

Anton:  Es la pregunta del millón. Yo me lo vengo preguntando hace harto tiempo también. Me resuena mucho una frase que dijo un amigo mío hace un tiempo: “en Chile y en Sudamérica hay mucho talento y poca industria”. Ese es realmente nuestro problema. Es difícil que las bandas se potencien si no tienen una base sobre la cual construir y que tienen que esperar que le den un cupo en el fondo en el mundo anglosajón de la música para poder sobresalir. Es un camino largo y creo que tiene que ver también, y creo que sí se va a dar, con que la industria internacional desde el mundo anglosajón también se han dado cuenta y han descubierto que en Sudamérica tienen un público muy grande para vender sus cosas, pero también se van a dar cuenta de que hay un mundo grande de creatividad, de artistas y gente haciendo cosas. Creo que en algún momento tiene que empezar a generarse un intercambio, una interacción desde el momento también en que distintas organizaciones, ya sean sellos o agencias, empiecen a funcionar con base en Sudamérica. Creo que eso se va a dar solo, pero cómo hacer que eso sea más rápido… no lo sé.

Claro, es una cuestión de tiempo. Ojalá fuese más rápido ese proceso.

Anton:  Lo que pasa es que hoy en día sigue la historia del éxito individual como el Ra Díaz que se fue a tocar con Suicidal Tendencies y ahora está tocando con Korn. La raja, pero es una excepción, no es la regla. O de repente hay bandas que hacen carrera afuera. También todo esto tiene que ver con el hecho de que no hay una escena latinoamericana integrada, cada país está en lo suyo y tienen sus propios héroes, sus propias bandas, sus propias cosas, su propia escena. Nosotros no miramos mucho lo que pasa en Perú, lo que pasa en Brasil, lo que pasa en Argentina. O sea, nos miramos mucho a nosotros y lo que pasa en Europa y en Estados Unidos… México con cuea también es un polo importante, pero tenemos que darnos cuenta de que tenemos cosas acá al lado y que podemos hacer fuerzas juntos y se puede hacer un circuito de giras que puedan hacerlo no solo las bandas europeas sino que también las bandas latinas.

A propósito de ciertas letras y el arte conceptual del álbum, es interesante la postura de testigo que tú y como banda tomaron respecto de lo que pasó acá en Chile con el estallido social. En relación a esto y a la composición del álbum ¿Qué conceptos y situaciones específicas del estallido social te significaron un impacto real para este nuevo disco o a tu estilo de vida?

Anton:  Cuando sucedió en estallido yo ni siquiera estaba en Chile, tengo que decirlo. Yo no me puedo a mí mismo presentar como víctima del estallido porque no lo fui. He tenido una vida relativamente privilegiada, sobre todo en los últimos años. Soy privilegiado de poder vivir de la música, poder viajar por el mundo, poder ver cosas y conocer gente, pero uno no por eso deja de ver la realidad que hay en el país. Cuando pasó todo esto en octubre de 2019 de alguna forma me preocupó lo que estaba pasando, me dolió lo que estaba pasando. Ver toda esa violencia… pero no puedo decir que me haya sorprendido porque las cosas que se venían dando en Chile y por extensión también en otros países de Sudamérica… eran como tan obvia la desconexión de la clase gobernante del resto de la gente y de los problemas que tiene la gente que obviamente no hay que ser un genio para darse cuenta de que eso genera e incuba una rabia que en algún momento tenía que explotar. Eso, junto con todos los casos de corrupción que conocemos; corrupción en las fuerzas armadas, corrupción en la política, colusión de los grandes empresarios. La gente tiene constantemente la sensación, como se dice vulgarmente, de que le están metiendo el pico en ojo. Y yo no necesito vivir en una pobla para darme cuenta de eso. Yo no vengo aquí a venderla de marginal, sé que no lo soy, nunca lo he sido. Nací en Las Condes, después cuando ya fui adulto viví en Ñuñoa, no he tenido una mala vida, nunca he sido un marginado ni nada, pero sé. Las diferencias sociales las conozco desde que soy chico. Una vez siendo chico iba en la micro de vuelta del colegio a mi casa y venía cruzando un chico de la calle, poco menos que patipelao que me ve y espontáneamente me tiró un escupitajo a la ventana. Y yo era pendejo, entonces desde ahí me empecé a dar cuenta de que aquí hay algo que anda fundamentalmente mal en este país. Y si uno empieza a leer y a estudiar un poco te das cuenta de que aquí hay unas desigualdades estructurales que se vienen arrastrando desde hace mucho tiempo.

Y ojo, cuando yo era chico, ahora ya tengo más de cincuenta años, en el campo, por ejemplo, donde vivían mis abuelos existía un sistema que era casi feudal. A la gente se le pagaba con lentejas. Era otro mundo. Ahora la gente llega en su propia camioneta a trabajar en la cosecha. Aun así, tenemos una división tan espectacular como en muy pocos países entre los que ganan mucho, los que al final manejan las influencias de quien va adonde, quién manda, quién no, que es imposible no enrabiarse con el tema. Yo como chileno no podía quedar indiferente cuando pasó todo el tema del estallido. Y no es que yo sea de extrema izquierda, comunista, etc., estoy completamente en contra de cualquier tipo de totalitarismo. Estoy absolutamente en contra de un sistema que quiera quitar las libertades. Yo soy pro libertades. Pero tampoco hace falta ser comunista para querer cambios en este país. Es bien simple. Lo que yo espero es que con todo el sufrimiento que significó el estallido, al final, haya causado que los poderosos se den cuenta de que ahí no están apernados indefinidamente y para siempre. Y que la gente, partiendo por la Convención Constituyente, y de ahí hacia todos lados, tiene que darse cuenta de que las cosas se cambian con inteligencia y con visión de futuro. No vamos a solucionar los problemas del siglo XXI con una ideología del siglo XIX. Tenemos que pensar en cómo utilizamos la tecnología, cómo ocupamos la inteligencia artificial y humana como para solucionar los problemas.

Eso último que dijiste es bien interesante porque en el álbum en sí hay letras punzantes, agresivas y críticas respecto de lo que ha pasado acá en Chile, pero también hay letras que hablan sobre el uso de la tecnología, el uso y mal uso de las redes sociales.

Anton:  Para mí es un tema como padre que soy, tengo una hija de 14 años y me preocupa el tema. A ver, hay casos muy extremos como el que relato en la canción “The Whale” que es sobre ese desafío que existió en internet de la ballena azul, donde jóvenes eran contactados por una persona anónima y les lanzaba un desafío; “hoy pasaras todo el día sin comer, mañana no dormirás en la noche y después te vas a empezar a hacer daño”, cachai. Hubieron pendejos que se terminaron suicidando comandados por otra persona que les secuestró el cerebro. Pero de alguna forma eso pasa a nivel colectivo porque al final lo que pasa con las redes sociales es que los algoritmos de alguna forma potencian los contenidos que generan división, que generan controversia. No es posible que alguien como Alex Jones, que es un conspiranoico en delirio, sea artificialmente potenciado por Youtube. Ahora ya no eso sí, lo echaron de la plataforma. Pero durante mucho tiempo esos contenidos te llegaban porque generaban controversia, generan pelea en la gente y a ver, ¿eso es lo que queremos? ¿Generar peleas y debates artificiales? No creo.

Hay poca voluntad para la conversación en ese sentido.

Anton:  A todo nivel, a todo nivel. Creo que partiendo por la política chilena y con el tema de los 2/3 por ejemplo (polémica en la Convención Constitucional). Eso se ha visto a todo nivel. También se vio con esta pandemia la cantidad de gente que salía con unas teorías realmente descabelladas que no se entienden. Uno dice: «pero oye, esta gente que estudió durante años epidemiología o virología, pero su opinión no vale nada porque un pelele cualquiera que salió en internet dijo tal cosa». O sea, no poh, pensemos un poco con la cabeza.

Me gustaría aprovechar esta conversación para preguntarte lo siguiente: ¿Cuál es tu opinión en general respecto de los colores políticos que hay en el metal? A veces se suele relacionar al género con la derecha.

Anton:  Me han preguntado cosas similares anteriormente y me ha traído problemas, pero a ver, yo durante mucho tiempo hice el programa “Disco Duro” en la Radio Futuro y a partir y en torno al estallido, muchísimas bandas que me llegaban hablaban del tema en forma crítica y desde una perspectiva de izquierda y de protesta. Sé también que hay bandas que prefieren ser apolíticas y que hablan de temas filosóficos, temas históricos o temas fantásticos y eso está muy bien. Yo en lo personal no creo que el metal sea de izquierda o de derecha. Pienso que en el metal como en todos los ámbitos de la vida hay una diversidad de pensamientos. Y si alguien es de derecha en el sentido de creer que la empresa privada es importante y que el Estado debe ser reducido, eso para mí es totalmente válido, incluso en algunas partes estoy de acuerdo con eso. Pero ya cuando se empiezan a adquirir ribetes totalitarios, cuando se empiezan a hacer bromas respecto de temas de derechos humanos, ahí a mí se me acaba el sentido del humor.

A mí me llama la atención por ejemplo que la gente que comenta en las redes sociales de la Radio Futuro, que se supone que es una radio de música y de rock, haya gente que tiene posiciones muy conservadoras, casi rayando en lo fascistoide. Lo encuentro bastante llamativo por decirlo menos. Pero también, todos sabemos que las redes sociales no son representativas. Ahí se hace notar el que grita más fuerte y más seguido no más. Entonces, eso no se puede tomar como una muestra, valga la redundancia, representativa como para decir “oh, los metaleros son todos fachos y de derecha”. Yo creo que no, para nada.  Para mí por lo menos el metal significa libertad. Porque yo partí durante la dictadura y sé lo que es la falta de libertad, la falta de libertad de expresión, de información, de movimiento, de asociación, etc. Entonces, aprecio las cosas que se lograron en los gobiernos de la Concertación y tampoco soy de esos que dicen que hay que quemarlo todo y refundar todo, porque no creo que sea tan así, hay que hacer las cosas con inteligencia ¿cachai? Pero lo que sí te puedo decir es que estoy en contra de los totalitarismos sean de izquierda o de derecha. Cuando alguien te quiere empezar a coartar tus libertades porque él tiene la razón, porque él es un ser superior, entonces ahí estamos mal.

Es curioso que de repente eso se dé en el metal porque es uno de los pocos géneros musicales donde la libertad es total desde el punto de vista musical y desde las letras, o sea, hay bandas que le cantan a muchas cosas, hay muchos temas que se cruzan en este género. De repente es curioso que se den prejuicios y se diga que hay mucho conservadurismo o cosas por el estilo.

Anton:  Como te digo, creo que la diversidad de opiniones y de posiciones políticas no solo es buena sino que necesaria. Pero a ver, también sabemos que hay bandas de black metal que son abiertamente nazis ¿cachai? Y yo ahí ya no juego.

Hay límites también.

Anton:  Exacto.

Ahora, en lo estrictamente musical sobre el metal acá en Chile, yo soy bien crítico respecto de cómo se ha ido desarrollando el género acá, a pesar de que hay bandas destacadas como la tuya y varios ejemplos más, siento que lamentablemente es un género que viene de capa caída, entonces ¿Cómo lo ves tú?

Anton:  Quizás está de capa caída en términos de convocatoria, pero te puedo asegurar por todo lo que pude escuchar durante mis trece años haciendo el programa “Disco Duro” que en Chile hay una cantidad de talento impresionante. Que hay bandas de altísimo nivel en casi todos los subgéneros del metal. Entonces ahí no está el problema, quizás el problema está en el apoyo del público. Quizás el problema está en que la gente prefiere gastarse treinta lucas ($30.000 CLP) en ver una banda extranjera cuando puede por cinco lucas ($5.000 CLP) ver cinco bandas chilenas en alguna instancia. Creo que la cosa anda por ahí. Tiene que ver con lo que hablábamos antes también, quizás faltan más medios. Creo que en los 90’s nos farreamos la oportunidad de crear industria; establecer sellos discográficos sólidos, de que hubieran medios grandes y transversales. Eso no sucedió y llegamos de golpe y porrazo a la era de internet donde todo es acceso libre para todos, entonces es muy difícil aglutinar a la gente en torno a algo, cuando están todos mirando hacia todos lados.

La banda ya ha publicado su nuevo disco de estudio «Sacrificio», el cual está disponible en sus redes y plataformas. Junto con ello la banda también ha publicado un nuevo adelanto llamado «Sistema Criminal»:

 

Cristopher Andrade

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