“Black Celebration”, el puente hacia el estrellato de Depeche Mode

“Black Celebration”, el puente hacia el estrellato de Depeche Mode

Mute Records, 1986

La música electrónica se adhirió con fuerza a la juventud común y corriente, aquella que no tenía mayores conocimientos musicales, pero que ahora podía acceder a hacer alguna grabación sin necesidad de ser un virtuoso. El punk ya había tenido su momento como forma de expresión para esa juventud que estaba buscando evolucionar, sin embargo, y como siempre ocurre, algunos supervivientes de esos momentos de evolución alcanzaron un status dentro del rock, y no del pop, porque en muchos casos esa evolución estética, al igual que la musical, fue más que fundamental. Esto, porque ese cambio les permitía meterse en el imaginario popular como una banda importante. Y Depeche Mode supo acertar en esa evolución y el disco que termina por dejarlo sentado, fue “Black Celebration”.

Pero estos cambios, la mayoría de las veces,  no son rápidos, y en la banda inglesa los primeros virajes se habían escuchado dos discos antes. Con Alan Wilder comenzó la muda de piel de Depeche Mode, sintiéndose leves atisbos en  “Everything Counts” (1983) y “Master and Servant” (1984). En ellas ya había una transición, la que tomaría forma definitiva en el disco de 1986. El tratamiento que Alan le dio a los samples fue muy diferente al que la banda había usado; en este trabajo, incluso, incorporaron otros instrumentos y sistemas, como el “Synclavier”, que transformaron el sonido del disco, haciéndolo variado y fresco, dentro de su oscuridad. “A Question of Lust” ya es señal de madurez; encanta por esa voz quebradiza de Gore, su estribillo inolvidable y las variadas melodías de sintetizador en su segmento final, casi homenaje a los mejores años de la new wave. “Sometimes” es muestra de variedad y calidad. Es un tema casi exclusivamente vocal, dobladas en varias capas que se mezclan y crean juegos armónicos muy estimulantes, como una especie de gospel que la banda, justamente, incorporaría años después. “It Doesn’t Matter Two” entrega una fantástica mezcla de samples vocales que la vuelve una de las más experimentales. “A Question of Time” es otro himno, una magnífica creación en la que escuchamos como la banda se aleja del pop, para entregarse de lleno al rock con sintetizadores. Cada pista es identificable con otra que podría estar representada por un bajo o guitarra. Es un poderoso tema, digno del rock ochentero.

“Stripped” es la mejor estructurada en todo este álbum. Su ritmo de base se va fundiendo con nuevos elementos que asoman de las secuencias rítmicas; hay percusiones poderosas, industriales todavía, y efectos sonoros sobre los que descansa cada  compás. El final es épico y muestra de una tremenda creatividad. Y “Dressed in Black” pareciera diseñada para el público gótico, aquel que abrazó la oscuridad tétrica de algunos temas de la banda y que fueron  esparcidos, por esta comunidad del under, como semilla fecunda; antología del género.

Con “Black Celebration”, Depeche Mode tendió los puentes para cambiar de categoría y pasar a ser una banda de estadios, cosa que nunca habría pasado de haberse quedado pegada en el tecno pop. Por el contrario, “Black Celebration” aún tiene atmósfera fría, como aquellas máquinas usadas en las fábricas alemanas donde se grabó este trabajo, que culmina una trilogía teutona que despertó el máximo de la creatividad de la dupla Gore-Wilder. Y aunque continúa la línea oscura de “Some Great Reward”, lanzado solo 18 meses antes, a su vez sería el puente que conectaría con  “Music for the Masses”, que saldría 18 meses después, y el que terminaría por graduarlos de imprescindibles.

Macarena Polanco

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