Bowie y la trilogía de Berlín: La experimental transición de un héroe de la música

Bowie y la trilogía de Berlín: La experimental transición de un héroe de la música

En 1975 se grababa el exitoso disco “Station to Station”, el que desarrolla el funk y soul de “Young Americans” y es un avance hacia la música con sintetizadores con los que se atrevería a explorar nuevas formas musicales. “Station to Station” fue una época de drogas, de abuso, de fin de matrimonio y del nacimiento de otro alter ego: el «Duque Blanco», refinado, estético e intérprete de rhythm and blues. Era 1976, su onda plastic soul y toda esa influencia visual ya había sido cimentada, mientras el punk más radical seguía hablando de la injusticia social y de la cultura a lo feo; algo que ya no tenía sentido para Bowie, quien siempre buscaba, incansablemente, la reinvención, bajarse del tren que él mismo dirigía para tomar otro hacia un nuevo rumbo.

Entre “Station to Station” y “Low” hubo una transición y una transición implica tomar decisiones. Bowie lo hizo, y se mudó a Suiza en 1976 y decide vivir en las montañas. En este nuevo entorno su consumo de cocaína aumentó pero también creció su necesidad de alimentarse de otras cosas aparte de su carrera musical. Comenzó a pintar, dibujaba bocetos y fotografiaba todo; Compartía piso con Iggy Pop y comenzó a trabajar con Brian Eno, enfocándose en sonidos ambientales y minimalistas, dando comienzo a una nueva etapa en la carrera del artista.

Se habla de la trilogía de Berlín porque esta etapa la componen 3 álbumes, coproducidos con Tony Visconti. En “Low” (1977), “Héroes” (1977) y “Lodger” (1979), se entrecruzan las tensiones del fin de la década, las inspiraciones que le entregaba su nueva ciudad (Berlín) y la aportación de nuevos colaboradores (Eno, Fripp, Alomar).

Low

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Musicalmente, “Low”  proviene de “Station to Station” y de la música que Bowie había compuesto para la banda sonora de “El hombre que vino de las estrellas”. En ese tiempo, Brian Eno (ex-tecladista de “Roxy Music”) ya tenía una reputación de experimentalista e influyente en la música llamada “ambient”, de hecho, cuando Eno lanzó su álbum “Another Green World”, en 1975, éste provocó un impacto en Bowie y en lo que ideaba para su futuro musical. Cuando ambos trabajaban en “Low”, lo principal fue no concebir las canciones con la estructura típica de “historia”, con principio y final. La idea era ser aleatorios, buscar contrastes en cada propuesta. Es un álbum que tiene la gracia de tener muy complejas pero que al oído se notan muy sencillas.

“Heroes”

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Este disco fundamental ve la vida en 1977 y desarrolla el sonido de “Low” en una dirección más positiva. El track que da nombre al álbum sigue siendo uno de los temas emblemáticos de la carrera de Bowie porque habla del amor en pleno muro de Berlín. El álbum es considerado por los críticos como uno de los mejores del artista, en parte, por la contribución del guitarrista Robert Fripp, quien le da toques rock al tono minimalista que arrastraba desde la concepción de “Low”. Hay mucho sintetizador y poca droga tanto en el proceso de creación como en la gira Isolar. La NEM lo nombró disco del año. Pero la última pista de «Heroes», «The Secret Life of Arabia», nos anticipaba los cambios que nos traería Lodger.

Lodger

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«African Night Flight» es un tributo a la música y cultura sudafricana pues está llena de texturas, algo que caracteriza el disco. Evita el minimalismo y se vuelve más rockero, con harta guitarra y batería. El resultado es una mezcla extraña entre new wave y eso que se llamó world music, incorporando música oriental, instrumentos nuevos y acordes tocados al revés. Los biógrafos han señalado que este es el “Sgt. Pepper” de Bowie, un álbum conceptual que describe a este inquilino como un trotamundos sin hogar fijo, siempre observado y deseando ir a otros lugares que le den inspiración para lo nuevo.

Si bien la creatividad parecía seguir latente conforme terminaba la década, Eno sentía que la magia se había esfumado, junto con la aparición de diferencias musicales que tensionaban la relación laboral entre ambos. La chispa no es eterna cuando se juntan dos creadores y ejemplos tenemos miles.

La música de esta trilogía de Berlín fue austera, experimental y afilada. El rock ya no brillaba como antes y para Bowie esto significó un replanteamiento casi existencial. Y las letras lo indican. En “Sons of the silent age” nos dijo: «Los hijos de la era del silencio / están sobre plataformas con miradas vacías, y nada libres / Sentados en oscuras calles de la periferia / están en la cama / pasean por sus habitaciones pequeñas como celdas / resurgen por algunos años y después hacen la guerra». Y en “Red Money” gritaba: «Puedo sentir el aire / que un hombre no es un hombre / Puedo ver en el cielo / Y siempre seguiré aquí / Caerá del cielo / y siempre seguiré aquí”.

Con estos tres álbumes, más el directo “Stage” (1978), Bowie volvía a presentarse como el «Profeta del rock», abriendo otra época en la música, época que olfateaba como el adelantado que era. La idea de seguir el patrón de los álbumes con el lado A de canciones y Lado B de instrumentales Bowie ya quería descartarla porque intuía lo que venía, se había adelantado nuevamente y presentía que para enfrentar la década de los ’80 había que añadir letras como las que después veríamos en su siguiente trabajo “Scary Monsters” y que le abrirían la puerta a un nuevo escenario musical, del cual nuevamente se adueñaría con otra reinvención.

Macarena Polanco

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