Ozzy Osbourne: “Ordinary Man” (2020)

Ozzy Osbourne: “Ordinary Man” (2020)

Epic Records, 2020

Ozzy es un hombre asombroso, que muy poco ha tenido de ordinario. Ha sido un maestro de la vida malvada, un artista que engañó a la muerte tantas veces, pero por sobre todo, un showman del rock con una sorprendente carrera de cien millones de discos vendidos, con y sin Black Sabbath.

Desde hace un par de años que los fanáticos de Ozzy han estado preocupados por su salud más que por su música y dudaban de que este trabajo pudiera ser realidad. Sin embargo, en una entrevista reciente, señaló que el proceso de “Ordinary Man” había sido “un salvavidas”. Y aquí estamos, comentando esta nueva producción que cuenta con un gran equipo que secunda a la perfección al Príncipe de las Tinieblas y lo hace lucir en buena forma. De esta manera, “Ordinary Man”  da la impresión de ser un retorno a los orígenes, y sin Zakk Wylde en el álbum (factor sorpresa para muchos), se siente como el primer trabajo, en mucho tiempo, donde el sonido es representativo de Ozzy y su legado.

Producido por Andrew Watt, productor de Post Malone, y quien vio que al viejo estandarte del metal aún  le quedaba magia, decidió armar un dream team del hard rock que no dudó en sumarse a este acontecimiento: Duff McKagan, Slash y Chad Smith fueron convocados a grabar, mientras que las apariciones de Tom Morello, Elton John, Post Malone, Travis Scott y Charlie Puth permiten el espacio hacia la variedad y modernidad. El resultado son baladas oscuras, un sólido  hard rock y un par de buenas ideas que sobresalen como las necesarias para cerrar una carrera que no necesita ninguna introducción.

El disco se escucha con una melancolía que le fluye por cada acorde. Osbourne parece decidido a cerrar un círculo que abrió hace más de medio siglo, pero quiere hacerlo a su manera, y el equipo le supo entregar las referencias de su glorioso pasado. Éstas se manifiestan, por ejemplo, en el bombo  de “Goodbye” y que refiere directamente a los tiempos de “Iron Man”, hasta que se acelera y también  trae al presente a “Never Say Die”. Y en “Eat Me”, esa harmónica inicial nos envuelve en “The Wizard”, ese sonido trascendental de 50 años atrás!. Y,  más aún, con las primeras palabras  que se mencionan en el disco, nos parece estar situados en la era de “Sweet Leaf”, que abrió el gran “Master of Reality” en 1971. O en el clip de “Under the Graveyard”, donde muestra el momento en que lo sacan de Black Sabbath, entra a las drogas y permite la aparición de su escudo defensor, personificado en Sharon Osbourne. Un manifiesto.

“Straight to Hell” es una buenísima entrada a esta experiencia no solo por el coro, sino que por la arremetida de Slash y su poderoso riff, el que tiene un impulso extra y suena muy heavy metal. En la batería, otro maestro que lo da todo y toca fuera de su zona de confort: Chad Smith.  Hay otros momentos donde el Príncipe nos deleita con esa dualidad de belleza/oscuridad, gentileza/maldad, como en “All My Life”, la que perfectamente podría haber sido parte de “ No More Tears”; la rockera “Scary Little Green Man” y las corales “Today Is the End” y “Holy for Tonight”, en las que tira sobre la mesa su influencia Beatles.

“Ordinary Man” es la canción más conmovedora. Con Elton John en el piano,  la letra  es como una confesión de Ozzy sobre sus angustias y nos deja perplejos ante ese tono de despedida que señala “No me olvides cuando los colores se desvanezcan”. Al compartir espacio con quien acaba de ganar el Oscar a Mejor Canción de una Película, Ozzy permite el encuentro entre dos mundos que siempre han estado separados  y que la historia los ha pintado como opuestos irreconciliables, pero así y todo, ambas estrellas se unen en esa necesidad de no querer abandonar este camino de la música. Aunque hayan transitado rutas separadas, las experiencias de ambos los juntan en esta etapa de reflexión y la canción asoma como un regalo alejado del registro musical sabbathiano, pero lleno de significado y muy apropiado para el fan que comprende el por qué este disco fue realidad justo ahora.

Quizás lo más criticable del álbum sea el final, porque es lo menos fino para el que ama la carrera de Ozzy. Cuesta entender el por qué el  cierre es con autotune, bases programadas y el protagonismo de dos importantes  raperos, cuando él podría haber escogido un temazo que estampara su rúbrica, sin embargo, se decanta por darle el espacio a Post Malone desarmando la sensación final. Pero, ¿quiénes somos nosotros para cuestionar estas colaboraciones?.

La portada del disco parece mostrarlo en un buen momento, feliz por haber llevado este barco a buen puerto y en solo 4 días!, con la misma celeridad con la que vino al mundo “Black Sabbath” hace 50 años. De negro, con aquella imagen poderosa y grotesca que ya lo hizo inmortal, nos invita a escuchar un disco que tiene muchos aciertos.

“Ordinary Man” es un  déja-vu, un trabajo muy competente y que irrumpe como el eslabón perdido desde “No More Tears”. Se luce haciendo guiño a esos años dorados, pero  también tiene la voluntad de crear un puente con el presente. Como si fuera un cortometraje de lo que fue la vida de uno de los padres del heavy metal, para Ozzy no importa si el álbum se venderá poco o mucho. Lo que trasciende es que haya logrado hacer un disco improbable  que resume su carrera tal como ésta se merece. A pesar de la edad y la frágil salud, es emocionante ver que el Ozzy que amamos todavía está de pie y haciendo honor a su propia leyenda.

“Este álbum fue un regalo de mi poder superior; es una prueba para mí de que nunca debes rendirte. Realmente espero que la gente lo escuche y lo disfrute, porque he puesto mi corazón y mi alma”

Macarena Polanco

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