The Black Dahlia Murder en Chile: Tan sólo otra infernal y devastadora noche de perfección

The Black Dahlia Murder en Chile: Tan sólo otra infernal y devastadora noche de perfección

Con esta ya contamos la cuarta visita de los brutales de Waterford, Míchigan en Chile, lo cual viene a convertirlos en esa especie de grupos que gozan de tocar y vivir su estadía en tierras locales (Iron Maiden, Megadeth, Faith No More, sólo por nombrar algunos) y es que la respuesta de sus fans con su visceral y contundente demostración de poder en escena parece ser cada vez más eufórica y delirante, como lo fue el caso de anoche claramente.

Todo arrancaba puntual: A las 21.30 y sin una Blondie tan repleta comienza el show de Cenizas, la banda telonera nacional, que la verdad fue bien elegida para la ocasión. Los deathcore de Santiago demostraron una fuerza descomunal y un sonido de gran nivel y donde aprovecharon además de mostrar nuevas canciones. También fueron acompañados de su séquito bastante fiel que mosheó cada uno de sus temas, en este moshpit que iba a ser muy protagonista de la noche en el subterráneo santiaguino. Tras cerca de 30 minutos se despiden con ‘Burn’ de su futuro nuevo registro dejando todo en llamas e invitando a esperar a ‘los capos’, el plato de fondo que todos esperaban.

Luego del interludio y una curiosa espera con música disco y funk setentera de cosas como Earth, Wind & Fire, a las 22.30 sale a escena la Black Dahlia, la oscura reina de la noche, con el arte de su nuevo disco «Abysmal» detrás y lanzando dos bombazos de inmediato: ‘What a Horrible Night to Have a Curse’ y ‘Statutory Ape’, verdaderas joyas de sus placas más preciadas. Si bien mostraron buena parte de su nuevo disco que está muy a la altura de lo facturado históricamente, el show se concentró en sus discos esenciales como el glorioso «Nocturnal», «Miasma», «Ritual» y algo de su LP debut «Unhallowed».

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Ahí estaba la figura de Trevor Strnad, quien se mostró muy empático en todo momento. De verdad es increíble cómo puede desdoblar su voz tan bien en vivo como lo hace con los discos en estudio, eso es una gran fortaleza de la banda americana, puede sonar en vivo incluso aún más devastadora y anoche quedó demostrado la infernal máquina que son, no dando respiro alguno. Hubo un mosh incesante en ese subterráneo, una verdadera locura mientras pasaban cosas brutalmente hermosas como ‘Nocturnal’, por ejemplo. Del disco nuevo aprovecharon de mostrar el tema que da nombre al disco, ‘Receipt’, ‘Threat Level No. 3’ y la vampírica ‘Vlad, Son of the Dragon’, uno de los cortes más potentes del álbum.

La muñeca de Alan Cassidy en los tarros era otra cosa magistral, su pulso a mil por hora y los dobles bombos que tanto potencian el sonido de la Black Dahlia sonaban contundentes. Los machacantes riffs de ‘Warborn’ era una cosa que no se podía creer y la cuestión ya llegaba al borde de lo emocionante. Ya llevábamos cerca de una hora de show y parece que la cosa se ponía cada vez mejor.

‘Miasma’ era una que se esperaba, una canción muy black. Pese a que a esta banda se le ha encasillado dentro del estilo del deathcore o metalcore, es increíble como se manejan de bien en los estilos del black metal además, haciéndo de ella una banda bien «metaleramente integral», donde también los solos de guitarra nutren con algo de técnica y donde se escapan a varios estilos sin darte cuenta dentro de su discografía, y lo hacen muy bien. Ya son siete álbumes en estudio de 2003 a la fecha que los han consolidado como unos verdaderos masters del estilo.

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La banda hacía su primera retirada y pese al cansancio de ellos mismos y, claro, de la gente del mosh, vuelven con más y contundentes tracks como ‘Everything Went Black’ y ‘Deathmask Divine’ y cerrando de forma magistral con ‘I Will Return’ no sin antes exigir un mosh gigantesco alrededor de la jaula de sonido.

Black Dahlia nos dejó devastados con su tremenda performance y sus brutales canciones que sonaron bastante bien- hay que decirlo- en la Blondie, que fue un gran recinto para la poderosa llamarada metalera de los norteamericanos. Otro punto importante: pese al delirio y desorden que provocó su música, el público se portó bastante bien y no se vieron mayores destrozos ni desmanes. En fin, fue una demoledora, oscura e infernal noche perfecta.

Fotos: Jerrol Salas

Patricio Avendaño

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