200 Discos de Rock Chileno: hablan los autores del libro que recopila 50 años de rock hecho en Chile

200 Discos de Rock Chileno: hablan los autores del libro que recopila 50 años de rock hecho en Chile

«Para los arqueólogos del futuro»

Con esa acertada cita del clásico de Congreso de 1989 es que se adentra camino este potente testimonio de 50 años de rock en Chile, nacido de un proceso de investigación, búsqueda y seguramente extenuantes jornadas de selección y debates de sus cuatro autores por más de tres años de trabajo. Lo que nació con un ranking de 51 discos —con mucho orgullo podemos decir salido desde nuestra web— se terminó convirtiendo en una verdadera odisea llevada mucho más en profundidad y con mucha más animosidad de aventura investigativa, en que el repaso histórico, de contexto social, de múltiples datos recopilados, trazan todo un viaje a través de las décadas del rock chileno (1962-2012) y donde hacen partícipes a precursores, locutores, difusores, gente de la industria, músicos y un entorno globalizado que complementan muy bien con entretenidas historias anexas en uno de los trabajos que sin duda hacía falta en el periodismo musical chileno, con acento en el rock.

Hablamos con los responsables: Gabriel Chacón, periodista; Cristofer Rodríguez, profesor de historia; Felipe Godoy, sociólogo; y César Tudela, periodista y editor de Rockaxis, acerca de este gran trabajo, que en la práctica es muy didáctico y entretenido y que brilla por ser uno de los lanzamientos editoriales más interesantes del año en nuestro país.

Siendo la primera experiencia en libros en el grupo, el trabajo se revisó cuidadosamente y con lujo de detalles explica Cristofer: «Para nosotros era súper importante presentarnos en «sociedad». Debutar bibliográficamente con un buen producto, y para cuatro tipos bien auto presionados, entonces ‘había que hacerlo bien sí o sí’, porque todos nos estábamos jugando algo un poco en esto, era el libro que todos queríamos tener», dice en lo que se pensó para este logro doble, ya que fue en gran parte auto gestionado—desde el texto mismo a todo lo que conlleva un lanzamiento de este tipo— (difusión, promoción, llegada a las editoriales, interacción con la masa y la industria, etcétera).

No estuvo claro desde un principio cómo lo iban a llamar, por cierto, explica Felipe Godoy: «Nos pasamos varias películas en cuanto al título, pasó que al principio queríamos hacerle justicia a esa idea con otros nombres, pero cuando ya entendimos cual era el espíritu de este libro, que era más que una lista de 200 discos, sino que más bien un relato a través de ellos, finalmente entendimos el afán celebratorio que tiene y queríamos que la mayor cantidad de personas posibles pudieran acceder a él, así que optamos no por irnos con metáforas muy enredadas en el título para transmitir lo que queríamos transmitir, y por eso también el subtítulo: «una historia del vinilo al streaming», que no fue aleatorio, sino que fue algo muy conversado».

Todos para uno y uno para todos

Al momento de armar un proyecto como este, marcado a pulso por un proceso cronológico claro, con su alfa y omega discográfico por el rock chileno en términos de las décadas involucradas, la duda era cómo cuatro autores se «reparten» estas tareas. Le preguntamos al grupo un poco cómo fue la dinámica. Cristofer aclara que la complicidad de la cercanía con sus experiencias y gustos por ciertos discos fue fundamental en primera instancia: «por ejemplo, el ejercicio fue: ‘yo hago este’, o ‘yo este otro’ y algo así», surgiendo incluso el dilema en varias oportunidades como por ejemplo de dos autores (él y Felipe) que quisieron hacer simultáneamente el «¿Quién mató a Gaete?» de Mauricio Redolés, pero en definitiva todo se resume que algo como eso los llevó al consenso en que el libro no tenía precisamente porqué tener marcada la autoría individual en cada una de las reseñas, sino que la regla fue que todos los textos iban a ir con la firma de los cuatro, primando la fusión de los intelectos en pos del trabajo. «Cada disco presentaba una idea, una tesis, sobre la cual trabajar» explica César. «Mientras un colaborador llegaba con su texto, éste era revisado entre todos. Si bien cada uno escribió una reseña (50 cada uno), en cada texto está la cabeza de los cuatro. Nos dimos ideas, compartimos opiniones, nos editamos mutuamente», dice el periodista de Rockaxis. «Todos íbamos a tener que hacer todos los comentarios pertinentes de cada uno y todos íbamos a tener que quedar conformes con todos los textos», aclara Felipe, considerando la relevancia de este punto como el trabajo más importante del libro, la comunión crítica, el complemento necesario para su total consecución, siempre con un respeto y profesionalismo recíproco. «Todos nos vimos obligados a salir de nuestras zonas de confort», dice Godoy, algo que además recalca Gabriel, cómo un trabajo en que siempre el énfasis fue el resultado de ‘un todo’ como algo colectivo.

El Contexto, como otra dimensión de los discos 

En una parte de la entrevista, tratamos de abordar algo muy enriquecedor para la lectura que nos ofrece «200 Discos de Rock Chileno», que es la variopinta gama de historias con que nos vamos a encontrar en torno a como ha evolucionado y se ha ido transformando la industria —muy inherente a los cambios sociales en Chile—, pero también en las de diversas latitudes y cómo todo eso de una u otra forma le dan sentido y color a los lanzamientos mismos y a las épocas en que fueron construidos y hacen que todo nos vaya cuadrando en el imaginario contextual mucho mejor en el relato. «El contexto es otra dimensión del disco», explica Cristofer. «Cuando escuchamos cualquier disco, no sólo escuchamos a esa banda o artista, estamos escuchando su momento histórico, para nosotros eso al principio fue algo como súper intuitivo, pero se transformó en parte importante del proceso investigativo mismo, por lo que lo quisimos desarrollar aún más».  Gabriel aclara la importancia de estas partes introductorias a cada década que es donde principalmente se expone tiempo y situaciones: «hay muchas historias transversales que van pasando. Y no solo entendiendo el contexto, sino que esta historia lineal que va teniendo el formato—desde el vinilo al Spotify— pero también cómo se van entendiendo otros estilos de música. Sería ideal que los lectores fueran descubriendo con el tiempo esas historias que están expuestas, de forma consciente o inconsciente, en esas introducciones».

¿Qué es rock chileno?

Un tema de eterno debate no iba a quedar fuera en una publicación como esta y en el criterio ocupado para definir «rock» para empezar a trabajar sobre esa base. Hay un capítulo del libro donde se explica muy bien, pero el grupo lo aclara a priori como algo muy complejo —y ciertamente que lo es— donde tuvieron que empezar a elaborar ideas y conjeturas, en un verdadero puzzle conceptual en que a todos nos cuesta tener la evidencia empírica al respecto. Felipe dice que estas «definiciones conceptuales» costaron, pero era algo que se tenía que hacer de todas maneras. «Era algo súper urgente definirlo. Fue algo muy fascinante y todos más o menos estábamos en una postura muy similar. Partiendo con una especie de «eje de gravedad» donde tenemos bandas y artistas que se identifican de manera muy nítida con esas características canónicas del rock: el discurso contra cultural, la instrumentalización, donde se forma un debate muy entretenido en ese punto: ¿Es la guitarra eléctrica? ¿El bajo eléctrico? Pero ahí nosotros metimos otras voces disonantes y tratamos de hacer un consenso, y era claro que en bandas como Aguaturbia, Weichafe o Los Vidrios Quebrados lo ejemplifican claro, pero la otra pregunta era: ¿Hasta dónde llega esto? Y en eso salen bandas y artistas con bordes difusos que están entre el rock y el pop y cómo esto va cambiando a través de las décadas».

César por su parte define que «es tan debatible el tema en la música popular, que desde que eclosionó el rock en los setenta se transformó en parámetro. Fue la vara de medición para todo lo que siguió en la música y que tiene que ver con cómo los medios también interactúan y definen quién es «rockero» o quién no, por ejemplo, desde esa perspectiva de que, si la Rolling Stone dice que «Víctor Jara es rockero», es todo un tema, como si validándolo en esa categoría fuera mejor cosa que como artista o folclorista, como si el folclore estuviese un peldaño más abajo. Por ejemplo «Ser humano» de Tiro de Gracia quizá sea el mejor disco de rap producido en Chile y posiblemente en Latinoamérica, pero no es rock, no obedece al formato de lenguaje y a la cultura rock sobre todo en su época». Tudela aclara la relevancia del leit motiv, además, que fue de suma importancia que estos discos fueran parte del relato al que se quiso llegar en un trabajo con una visión tan comprometida. «La relación entre rock y disco es una relación súper íntima y por eso era importante elaborar esta historia a partir de eso», también agrega Felipe.

Eslabones perdidos 

Si bien los 200 discos seleccionados eran los que tenían que estar y no se dejó fuera ninguno de la selección por ausencia de datos, Cristofer comenta que hay muchos discos algo «perdidos» a través de la historia, sobre todo en la época de la Nueva Ola que es de donde arranca este viaje escrito. «Nos dimos cuenta en el proceso que hubieron discos que no pudimos escuchar, ni siquiera en internet hay mención o información. Hay mucho disco perdido y esa es una pega que debería hacer alguien en algún momento. Sería súper bonito que alguien agarrara la Nueva Ola y haga un estudio como la gente, ya que se lo merece hace harto rato», en tanto César agrega que el trabajo de digitalización tampoco se ha realizado a cabalidad, que la mayoría de los artistas y canciones de la década de los sesenta sabemos de su existencia porque fueron parte de compilados. «Había información confusa y contradictoria. Hubo discos que simplemente no pudimos escuchar y lógicamente no íbamos a incluir material al que no tuviéramos acceso». Felipe menciona que el disco sesentero «Al malón del sábado», por ejemplo, de Alan y sus Bates es un trabajo «duro de rastrear» (el disco donde sale «Difícil»), por lo que terminó entrando el otro de ellos, que es igualmente notable. También —y saliendo de aquella década en que el acceso fue un dolor de cabeza a ratos— hablan de discos como el de La Desooorden— «Ciudad de papel (2007)»—, que entró, pero que sin embargo era muy difícil hallar mayor información de él. Según el sociólogo «también se dio algo choro que fue que hubo discos que si no hubiésemos digerido en ciertas épocas de nuestras vidas, no sé si habrían entrado. Si no hubiéramos conocido a esa banda diez años antes, no sé si nos la hubiéramos topado en esta investigación en los tiempos actuales por lo difícil de llegar».

Así, tal como lo explican, es que este grupo ya venía con una buena base de discos en la cabeza, y todo era parte del crecimiento musical de todos, trabajos discográficos que ya estaban revoloteando en sus oídos hace años que esperaban tal vez el momento preciso para tener este tipo de reivindicación, como nunca antes la tuvieron, ahora plasmado en papel para la inmortalidad.

Rock chileno para rato 

Con la experticia de esta investigación de años, el ímpetu del análisis exhaustivo y con la experiencia de estar constantemente poniendo la lupa en la actualidad acerca de lo que se sigue haciendo en Chile, consultamos a los cuatro autores sobre qué nos depara el rock en Chile en los años futuros, en que en nuestro presente ha explotado una bomba de caldeados ánimos de cambios en nuestro país, llegando al histórico y determinante estallido social que ha dado vuelta al mundo, que propagará profundos cambios constitucionales que están por venir y la propia pandemia, que han sido impulsores motoros de creatividad y de nuevas composiciones de todo tipo. Desde el 2010 o antes ya bandas y artistas como Como Asesinar a Felipes, Sinergia, Tenemos Explosivos, Alectrofobia, Rama o los propios Weichafe escupían cada uno a su forma la rabia generalizada contra el sistema. Y es algo que no para. César sentencia algo que se ha esclarecido aún más en nuestros tiempos: «Estamos en un momento de ebullición musical histórico. En un proceso de transición donde tenemos generaciones nuevas mucho más desprejuiciadas, donde hay gente que puede estar escuchando Slayer y Juan Gabriel y que eso lo puedan llevar a canciones, pues la raja. Que haya creación incluso en estos períodos ya nos habla de que no hay ningún freno. El rock se está envejeciendo, pero al mismo tiempo las juventudes toman el relevo y construyen otros ritmos». Por su parte Cristofer habla del malestar eterno del esfuerzo al que las bandas se subyugan, como el reflejo claro del auto padecimiento del rock enfrentado a la industria y la difusión precaria de sus producciones, algo que en sus palabras fue sumamente evidente desde este mismo trabajo editorial considerando la misma retrospectiva en que se encuadró: «En los sesenta, setenta, ochenta y hasta ahora, nunca nadie ha apoyado mayoritariamente a las bandas chilenas, salvo momentos puntuales, específicos o de mayor estelaridad. La historia del rock chileno es una historia muy dura, muy difícil, y eso es transversal a las décadas».

¿Con qué nos vamos a encontrar en este viaje a través del rock de marca nacional? 

La travesía literaria que nos ofrece el libro lógicamente nos dará cuenta —con una renovada visión— de clásicos irrefutables como «La voz de los ’80» de Los Prisioneros, «Alturas de Machu Picchu» de Los Jaivas, «¡Viva Chile!» de Electrodomésticos, el Disco rojo de Weichafe, «Ríndanse terrícolas» de Chancho en Piedra, «Traga» de los Fiskales, «La espada y la pared» de Los Tres y reliquias de Cecilia, Germán Casas y Los Ramblers, Los Blops, Congreso, hasta muchos otros discos post-2000’s no tan reconocidos pero que tienen un camino tupido y parejo para llegar a convertirse en clásicos, sólo un ápice dentro de una larga lista, pero también el libro desempolva los espíritus vanguardistas de bandas que rara o nula vez hemos podido ver o saber de ellos con un poco más de investigación profunda. El trabajo celebra clásicos y desentierra olvidados, propone miradas y trata de escarbar en los mitos tras producciones que ni siquiera en internet tenemos mayor acceso en la actualidad. «La idea es que lo lean y descubran música chilena con el reproductor al lado» anima Cristofer.

El libro ya está disponible para preventa, antes de su lanzamiento oficial, que está programado para el 18 de diciembre a través de Ocho Libros y puedes adquirirlo desde acá.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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