“Suave Pendiente”: El gran salto de Niños del Cerro

“Suave Pendiente”: El gran salto de Niños del Cerro

Fisura, 2022

Sin duda que Niños del Cerro es una de las bandas más fructíferas de lo que fue la “Escena de Rojas Magallanes”. Con dos LP’s y un EP en su discografía, los chicos de Puente Alto / La Florida han sabido posicionarse y dar un paso más allá de las etiquetas que alguna vez los encasillaron. Quizás, una muestra de esto fue el poder verlos compartir escenario junto a Cat Power, Jack White y Pixies en lo que fue “Road to Primavera”, en un escenario tan grande como lo es Movistar Arena, y con artistas de tal renombre.

Niños del Cerro en Road to Primavera, foto por Jerrol Salas. Nación Rock

Pero más allá de los espacios a habitar para llevar sus composiciones al formato “En vivo”, los pasos que han dado musicalmente muestran un progreso y una curiosidad que, sin olvidar sus orígenes, los lleva a explorar nuevas posibilidades creativas. Esta exploración ya se había podido ver desde hace unos meses cuando la banda comenzó a compartir sus primeros singles de “Suave Pendiente”; su nuevo trabajo de estudio (editado por Sello Fisura). También, la constante actividad de su vocalista, Simón Campusano, nos dejaba ver versiones alternativas y acústicas de algunas canciones que forman parte del LP. Pero pocos fueron los singles y las versiones alternativas para un tracklist que comprende 15 canciones, logrando un poco más de una hora de duración que, sin duda, merece ser escuchada íntegramente y siguiendo las canciones en orden.

Desde el inicio de “Povidona” ya se pueden sentir dos elementos que son fundamentales en la fluidez del disco: los sintetizadores y las modulaciones de guitarra. Las cálidas capas de Diego Antimán e Ignacio Castillo generan un ambiente que se mantiene en gran parte del LP, que es muy agradable de escuchar y que complementa muy bien la –muy emotiva- letra y voz de Simón. Esta canción era conocida para muchos seguidores y de la banda desde hace varios meses, provocando siempre muy buena recepción. Por lo que fue una muy buena decisión el dejarla como track inicial.



Luego, llegarían tres canciones conectadas entre sí: “Tentempié”, “Miel” y “Mi Modesta Ceguera Personal” que resaltan el trabajo de edición y mezcla del disco. Las figuras del bajo de Felipe Villarubia y los fills de José Mazurett en batería pueden apreciarse de forma muy clara, al igual que el dinamismo que le otorgan a las canciones. Tres canciones que podrían graficarse como un tránsito de mesura, serenidad (porque, si sacáramos las baterías y voces de “Miel” podría funcionar perfectamente como un track ambient) y euforia.

La primera parte de la sección más “eléctrica” del disco cierra con “Sulamita” y “Tamarugal”; dos canciones que recuerdan un poco a lo hecho por la banda en su EP “Cuauhtémoc”. Nuevamente, el pasaje final de “Tamarugal” (donde se percibe un shimmer) le brinda espacialidad al disco y sirve como una especie de amalgama. “Frío Frío” tiene a la guitarra acústica y a la voz de Simón como base central de la canción, con un inicio sutil que de a poco crece hasta llegar a un conjunto de voces que dan forma a un coro que suena desgarrador.

Es en este momento del disco donde llegan los puntos más altos, con “Esta Enorme Distancia” y “Daniel”. Se percibe de esta manera porque ambas composiciones mantienen la esencia original de la banda, pero a la vez se abren a nuevas estructuras y sonoridades. En la primera, notamos un protagonismo del bajo, voces femeninas por parte de Florencia Peña y el saxo tenor de Franz Mesko, que aparece en los momentos más calmos de la canción cuando desaparecen las distorsiones. La segunda, es la canción más larga del disco, donde un riff constante de guitarra se va coloreando con los sintetizadores y variaciones de intensidad en las percusiones. Pero hacia el final llega un momento de experimentación donde las modulaciones toman protagonismo, generando momentos muy interesantes.


“Vía Contemplativa” vuelve a retomar las guitarras acústicas, acompañadas por las percusiones y el bajo que resaltan las frecuencias graves, logrando un efecto atrapante. “El Dulce en la Piel de Tu Nombre” nos muestra la voz de Simón armonizada, evidenciando las virtudes de duplicar voces, ya que le otorga un color bastante particular a la música. “Mamire” acelera el mood, con una canción que tiene todas las características para ser coreada en vivo, con una letra que, al parecer, hace alusión a “El último niño”.

La recta final de “Suave Pendiente” se compone de tres canciones que podrían considerarse como las más mesuradas del álbum. “La Sombra Quieta” llega acompañada de sonidos de naturaleza, figuras suaves de sintetizadores y un formato de guitarra acústica/voz que se mantiene en “Le Entrego Mi Alma al Vacío Como una Ofrenda de Amor”, donde el piano y la batería aparecen de forma sutil. “Noche Oscura” vuelve a tener la voz de Simón como protagonista (o sus voces, mejor dicho), integrando una lap steel del mismísimo Ángel Parra y un suave piano que termina transformándose en una modulación que cubre y distorsiona todo.



Pasaron cuatro años para tener un nuevo trabajo larga duración de los chicos, pero el resultado de “Suave Pendiente” justifica la espera. Desde el arte de Francisca Mella y la música en sí, al muy buen trabajo de mezcla de Victor Muñoz (porque es de esos discos que pueden escucharse fuerte y aún así será una buena experiencia), se puede decir que estamos frente a un trabajo completo y maduro. Ojalá pueda re-encantar a sus seguidores de siempre, y que pueda captar la atención de nuevos oyentes (como es mi propio caso).

Javier Bravo

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